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El aroma a café recién hecho y pan tostado impregnaba el aire del restaurante "White". Samantha, con su delantal blanco impecable y una libreta en la mano, recorría las mesas tomando pedidos, su mente divagando en pensamientos melancólicos.

El día había sido tranquilo, como la mayoría de los días en el pequeño pueblo costero. Sin embargo, algo en el ambiente anunciaba un cambio. Un cosquilleo de emoción recorría el cuerpo de Samantha, como si algo inesperado estuviera a punto de suceder.

De pronto, sus ojos se posaron en un joven que acababa de entrar. Era alto y delgado, con cabello negro azabache y ojos color avellana que brillaban con una chispa de determinación. Se sentó en una mesa junto a la ventana, observando el paisaje costero con una expresión pensativa.

Samantha, cautivada por su figura atlética y su aire misterioso, se acercó a la mesa con una mezcla de curiosidad y timidez.

"Buenas tardes, ¿qué desea ordenar?", preguntó con una voz suave y educada.

El joven levantó la vista hacia ella, sus ojos se encontraron por un instante y una sonrisa iluminó su rostro.

"Buenos días, me llamo Félix", respondió con una voz cálida y amigable. "Recomiéndame algo delicioso, por favor."

Samantha, encantada por su amabilidad y su sonrisa contagiosa, le sugirió el plato especial del día: un sándwich de atún con aguacate y tomate fresco, acompañado de una ensalada verde aliñada con limón y aceite de oliva.

Mientras tomaba su pedido, no pudo evitar observar sus manos curtidas por el trabajo duro y su mirada llena de sueños y ambiciones. En ese instante, sintió una conexión inexplicable con él, como si lo hubiera conocido de toda la vida.

Al servirle la comida, Samantha se sentó frente a él, entablando una conversación que fluyó con naturalidad. Hablaron de sus vidas, sus experiencias y sus sentimientos. Félix le contó sobre su pasión por el fútbol, su entrenamiento riguroso y su anhelo de alcanzar el éxito en el deporte. Samantha, a su vez, le habló de su vida en el pueblo, sus amistades y sus dudas sobre el futuro.

Las horas pasaron como si fueran minutos, mientras se sumergían en un mundo de palabras y emociones compartidas. La conexión entre ellos se intensificaba con cada frase, cada mirada, cada sonrisa.

Félix le contó sobre su llegada al pueblo, su sueño de convertirse en futbolista profesional y las pruebas que había enfrentado para llegar hasta ahí. Le habló de su familia, su pequeño pueblo natal y las tradiciones que lo habían marcado.

Samantha, conmovida por su historia, le confesó su propia lucha interna. Le habló de su falta de un sueño definido, de su incertidumbre sobre el futuro y de su deseo de encontrar su lugar en el mundo.

En medio de la conversación, Félix la miró con una profunda comprensión en sus ojos y le dijo:

"Samantha, tienes un corazón puro y un espíritu libre. Deberías explorar el mundo, descubrir nuevas experiencias y encontrar aquello que te apasiona. No te dejes limitar por las expectativas de los demás."

Las palabras de Félix resonaron en el corazón de Samantha como una melodía inspiradora. En ese momento, una chispa de esperanza se encendió dentro de ella.

Al caer la tarde, Félix se despidió de Samantha con una promesa: volver al día siguiente para continuar su conversación. Ella lo observó marcharse, su corazón rebosante de una alegría que no había sentido en mucho tiempo.

Esa noche, Samantha no pudo dormir. Su mente repasaba cada detalle del encuentro con Félix, sintiendo una emoción inimaginable. En él, había encontrado no solo un amigo, sino también una chispa de motivación que la animaba a explorar su interior y descubrir su propio camino.

"white dress" ||riverduccionDonde viven las historias. Descúbrelo ahora