Por la Supremacía

5. La Profecía.

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Capítulo 5: La Profecía.

El salón del trono del emperador era vasto, con muros de mármol negro decorados con intrincados grabados que narraban las conquistas de sus ancestros. Los suelos, pulidos hasta el punto de reflejar la luz de los candelabros flotantes, resonaban bajo el eco de cada paso de los sirvientes que se movían como sombras por los bordes del gran salón. En el centro, sentado sobre un trono de obsidiana con detalles en oro, el Emperador Vaelkan Okartis contemplaba el vacío con una expresión impenetrable.

El aire estaba cargado de tensión mientras su mirada se perdía en los recuerdos recientes. Recordaba bien el día en que todo cambió, cuando la paz en su imperio fue quebrantada por una simple profecía. Una profecía que lo había llevado a cometer actos que incluso él consideraba excesivos.

La anciana que había traído el mensaje todavía rondaba en su mente. Apareció de la nada en el palacio, desafiando las innumerables barreras y mecanismos de defensa en su imperio, como una sobra, sus palabras habían sido claras y directas:

"Pequeño Vaelkan, nuestro misericordioso dios Ashlukian me mostro el futuro, uno en el que perdidas tu vida y tu corona. Me mostro como un joven noble con una línea de sangre extremadamente pura lucho contigo por 3 días y 3 noches continuas hasta vencerte, y después de finalmente hacerlo te decapito en el acto reclamando tu corona. Pequeño Vaelkan, es probable que el templo me castigue por decirte esto ahora, pero en reconocimiento a tu fallecida madre te estoy dando este último favor al advertirte, el joven parecía ser de alguna familia con conocimientos sobre el veneno ya que el joven de la profecía parecía usarlos continuamente como si fuera inmune a ellos, ten mucho cuidado con cualquier familia así, siempre es mejor hacer amigos que enemigos, pero tu sabrás mejor que yo que hacer, aun tienes aproximadamen..."

La anciana se desvaneció en humo a mitad de sus palabras, agobiando mucho al emperador, conocía a la anciana como una de las 6 grandes sacerdotisas del templo de Ashlukian, la deidad guardiana de su imperio, la deidad que gobierna sobre los 5 elementos principales, que rige el orden de la naturaleza y el orden del espacio tiempo.

La furia había brotado de él como el fuego de un volcán en erupción. Ordenó de inmediato la destrucción total de la familia Loperam, una de las casas nobles más respetadas del imperio, conocida por su control sobre venenos y medicinas. El Emperador no podía correr el riesgo de que esa profecía se cumpliera. La familia Loperam debía ser aniquilada, su linaje borrado del mundo.

—Si el destino quiere imponerse, le demostrare que soy quien domina, nadie puede controlar mi destino. —Murmuró par sí mismo, mientras tamborileaba los dedos sobre el brazo del trono con una imagen pensativa.

A su lado, uno de sus consejeros, un hombre anciano con túnicas púrpura y una máscara de oro, observaba al emperador con cautela.

—Su majestad, ¿seguís preocupado por lo que ocurrió con los Loperam? —preguntó el consejero con una voz suave.

Vaelkan giró la cabeza lentamente, clavando sus ojos en el hombre. —No fue suficiente. Entre los cadáveres no hubo ningún joven culla constitución lo hiciera inmune a los venenos. —Dijo con frialdad. —Según los reportes, aunque capturaron el cuerpo del jefe de familia, no encontraron el de su único descendiente y esposa, sé que aún viven escondidos en algún lado. Ninguno de mis espías ha reportado el hallazgo de su paradero, y hasta que no los vea muertos ante mis pies, no podré descansar tranquilo. —

El consejero asintió, aunque en sus ojos brillaba una sombra de duda. La destrucción de una familia tan importante como los Loperam había sido vista como una medida extrema por muchos. Pero nadie se atrevería a cuestionar al emperador.