Alpha's Owner | ˡᵃʳʳʸ

27. Últimas horas

Las horas pasaban lentamente en el interior de aquel intento de celda. Solo había una como aquella en toda la aldea y hacía años que no tenían que usarla, era una cabaña anexa al resto del poblado, escondida entre los árboles y hecha completamente de hierro. La última persona en ser encerrada entre esas cuatro paredes, fue Tutsi. Por fortuna, ella no corrió la misma suerte que los dos jóvenes que estaban ahí atrapados. Harry estaba sentado, con la espalda apoyada en el frío metal, mirando a un punto fijo de la habitación. Su mente también estaba fija, pero muy lejos de ahí, a trescientos kilómetros, en un cutre motel de carretera. Louis. Pagaría lo que fuera por tenerlo entre sus brazos. Aunque, la seguridad de que estaría a salvo suponía un gran alivio para él.

En realidad, no podía evadirse tanto como le habría gustado. No cuando su mejor amigo sollozaba silenciosamente sentado a un metro de él.

—Li...

Liam alzó la vista, hacía años que Harry no le llamaba así. Vio cómo su alfa se levantaba y caminaba hacia él, para sentarse a su lado.

Liam apoyó la cabeza en el hombro de Harry y volvió a sollozar, sintiendo cómo un fuerte brazo se envolvía a su alrededor.

Harry sabía qué debía hacer.

—Liam, quiero que pienses en tus padres.

El más joven levantó la cabeza confundido. En momentos como ese, Harry recordaba que Liam no era más que un niño. A pesar de que, con dieciocho años, pareciera mucho más mayor que alguien de su edad.

—Ellos te necesitan.

—¿Qué quieres decir?

—Koda no te matará sin más, no a ti. Él quiere quedarse con el puesto de líder, y no le conviene que la manada le vea como un asesino despiadado, o que se den cuenta de que todo esto era un plan premeditado. Te dará una oportunidad de cambiar tu opinión, y quiero que la tomes.

Liam miró incrédulo a su amigo.

—¡Ni hablar! No pienso dejarte solo, no quiero vivir en una manada en la que tú no seas el alfa. —Exclamó enfadado.

—No digas tonterías, Liam. Tienes mucho por lo que vivir.

—¿Y acaso tú no tienes mucho por lo que vivir? ¿Qué me dices de Louis, no merece la pena vivir por él?

Un gesto de dolor cruzó el rostro de Harry.

—Harry, soy tu mejor amigo y tu mano derecha, tenemos un lazo indestructible. Si tú luchas, lucharé junto a ti, si tú mueres, moriré contigo. No importa lo jodidamente asustado que esté. Y mis padres deben comprender eso.

Liam hablaba con determinación, a pesar de que las lágrimas seguían manchando sus mejillas.

Harry sonrió suavemente y envolvió a su amigo en un abrazo. Hacía mucho que no lo hacía, y se arrepentía por eso. No se merecía a Liam.

—Duerme un poco, ¿quién sabe? Quizá mañana todo se arregle.

Realmente quería poder creerse sus palabras, pero ni Liam ni él eran tan inocentes, aquellas eran sus últimas horas de vida. Sin embargo, ninguno dijo nada, concentrados en sus propios pensamientos. Liam se tumbó en el suelo, con la cabeza apoyada en el regazo de Harry mientras éste acariciaba su pelo. Finalmente, cayó presa del agotamiento.

Harry volvió a divagar, aunque sabía perfectamente en qué mar acabaría desembocando el río de sus pensamientos.

Pequeño...

Sabía que no debería estar usando su vínculo para hablarle, pero no pudo evitarlo, fue un acto inconsciente.

Harry.

La voz de Louis sonaba emocionada dentro de su cabeza. No le respondería, no podía hacerlo. Louis era en gran parte humano, podría rehacer su vida cuando Harry ya no estuviese. Cuando muriera, quería que su compañero fuera feliz. Por eso debía dejarlo ir, hacer que se olvidara de él; y eso implicaba no hacer uso de su unión, por mucho que necesitara escuchar su voz tanto como el aire para respirar.

La primera lágrima se deslizó por su mejilla.

Solo esperaba que el tiempo pasara rápido, porque la agonía de estar separado de Louis era mayor que la expectativa de su muerte inminente.

Mientras tanto, un adormilado Shawn conducía cuatrocientos kilómetros por carretera a las once de la noche para ir a buscar a su mejor amigo. Aparcó el coche frente a la puerta del motel barato y esperó, apenas dos minutos más tarde, Louis subió al vehículo viéndose muy agitado.

—Espero que tengas una buena explicación para esto. —Le dijo, arrancando y poniéndose de nuevo en marcha.

—La tengo.

Louis no parecía que fuera a volver a hablar.

—¿Y bien?

—No puedo dártela.

Shawn le miró con una ceja alzada.

—Te prometo que la tengo.

Shawn suspiró.

Louis agradeció a los cielos el tener un amigo tan increíble como Shawn Mendes, porque dudaba que hubiera alguien más dispuesto a hacer cuatrocientos kilómetros de coche ida y vuelta solo para recogerle. Eso eran como, siete horas de trayecto, eran las tres de la madrugada y aún les quedaba la mitad. Realmente le debía una muy, muy gorda.

El viaje fue, en su mayor parte, silencioso. Con el único ruido de la radio de fondo. Louis moría de preocupación y no le apetecía hablar, y Shawn sabía que su amigo estaba pasando por un mal momento. Quizá fuera un momento tan malo que ni siquiera entrara en su comprensión.

—No me gustaría estar delante cuando tu madre se despierte y se dé cuenta de que no estas.

Louis sintió su pecho apretarse con culpabilidad. Su madre quedaría destrozada si le pasaba algo y, no tan en el fondo, Louis sabía que aquello era una misión suicida.

—No te preocupes, hablaré con ella.

Aunque no estaba seguro de volver a tener oportunidad de hacerlo.

Las casi cuatro horas de trayecto pasaron infernalmente lentas para Louis, que no se relajó hasta que no vió el cartel de bienvenida de su ciudad.

—¿Y bien? ¿Dónde te dejo?

Esa era una gran pregunta, eran las siete de la mañana y había vuelto seguido de un impulso. No tenía ni idea de qué hacer a continuación así que, decidió que sería buena idea seguir haciendo caso de sus instintos.

—¿Conoces el Restaurante Media Luna?