4. Conversación

45 8 1
                                    


Harry tuvo que sujetarse del marco de la puerta, aquel olor le golpeó con tanta fuerza que estuvo a punto de hacerle caer. En aquella casa, todo olía a Louis, su embriagador aroma mezclado con uno mucho más débil. Se obligó a recomponerse, su cuerpo palpitaba, la esencia de Louis activaba todo su sistema.

—¿Vives solo? —Preguntó, aunque ya sabía la respuesta.

—No, vivo con mi madre, supuestamente. La verdad es que no la veo mucho.

Ese era un tema difícil para Louis, Harry lo supo cuando la postura corporal del chico cambió. Louis dejó su bolsa de deporte sobre uno de los sofás y se dirigió a la cocina, Harry lo siguió y se sentó en una silla mientras observaba cómo se movía entre los fogones.

—¿Te gusta el curry?

—Claro.

La verdad, era que Harry nunca lo había probado. En su aldea solían alimentar su lado animal más que el humano, y la dieta de la manada consistía básicamente en carne, mayoritariamente cruda. Pero no podía decirle a Louis que le sacara un filete fresco y que no se molestara en darle cubiertos.

Louis metió el plato en el microondas y se sentó frente a Harry, parecía estresado.

—¿Estás bien?

Los grandes ojos azules le miraron directamente.

—Sí, es solo que... estoy en shock.

—Es normal, un camión ha estado a punto de hacerte papilla. Podrías estar muerto.

—Vaya, qué tranquilizador.

Los dos rieron hasta que la risa Louis acabó en un suspiro.

—En serio, ¿estás bien? Y no me refiero a tu casi muerte inminente. —Preguntó Harry sonriendo de lado.

—Bueno, supongo. Se suponía que mi madre volvería hoy a casa.

—¿Llevas mucho sin verla?

—Tres días.

Louis suspiró.

—Bueno, ¡yo estoy aquí para hacerte compañía! Deberías sentirte afortunado. —Dijo Harry con socarronería.

El abatimiento de Louis le dolía.

El humano sonrió débilmente.

—Y, ¿qué se supone que estabas haciendo en la ciudad, señor de los bosques?

Harry rió.

—Tenía que hacer unos recados, para mis padres, ya sabes. Entonces te vi y pensé en saludarte.

Louis asintió.

—¿Haces deporte?

Harry señaló la bolsa que descansaba en el sofá.

—Soy bailarin.

—¡Vaya! ¿En serio?

Harry empezaba a creer que deberían darle uno de esos premios que les daban a los actores humanos, un... ¿Marcos? No, ¡un Óscar! Eso, un Óscar.

Louis asintió, sonriente.

—¿Y eres bueno?

—Hago lo que puedo.

Se encogió de hombros.

—¡Oh, vamos, estoy seguro de que eres el mejor!

Louis rió.

—Aún me falta mucho por aprender.

—¿Algún día bailarás para mí?

—¡Claro!

Louis parecía entusiasmado.

Harry no había pensado demasiado en aquella pregunta, pero la imagen de Louis bailando para él ligero de ropa hizo que su garganta se secara.

—¿Y a qué te dedicas?

La pregunta de Louis lo sacó de sus pensamientos subidos de tono.

—Bueno, suelo ayudar an mis padres en... un pequeño negocio que tienen en la aldea.

—Así que sois una pequeña población autosuficiente, ¿algo así como los amish del bosque? —Dijo Louis con diversión.

—¿Qué es un amish? —Preguntó Harry confundido.

Louis rió.

—No sales mucho de allí, ¿no?

Harry se encogió de hombros.

—La verdad es que no.

Le gustaba su aldea, no necesitaban demasiado para vivir bien y ser felices, y podían ser ellos mismos sin ocultarse. Allí no era extraño ver a un gran lobo pasearse a sus anchas entre las cabañas. En la ciudad, los humanos habrían enloquecido.

—Bueno, no te pierdes demasiado.

—¿No te gusta esta ciudad?

—Sí, bueno... supongo. Este sitio en ocasiones es... asfixiante. ¿Sabes? Mi mayor sueño es poder irme lejos, a Nueva York, y triunfar en la danza. Dejarlo todo atrás.

La mandíbula de Harry se apretó con fuerza.

—¿Irte lejos?

Louis asintió.

—He enviado solicitud a una de las academias de danza más importantes del país, que está en Nueva York. Mis actuales profesores me han recomendado, así que, si hay suerte, dentro de un año estaré cogiendo un avión hacia la Gran Manzana.

Louis parecía realmente ilusionado, con aire soñador, pero Harry estaba aterrado. Debería darse prisa, quizá lo mejor sería contarle a Louis toda la verdad. Su lobo gruñía en su interior, era egoísta, pero no podía permitir que el chico se apartara de su lado. Antes moriría.

—¿Y no te gustaría vivir en un lugar más tranquilo? Nueva York es una ciudad complicada.

Un lugar más tranquilo, algo así como su aldea.

Louis rió.

—¡Nueva York es perfecta! El bullicio, la música, el estilo, la liberalidad... Este sitio es diminuto, hace nada era un pueblo, y por más que le hayan otorgado el título de ciudad, siempre será un nido de cotillas. ¡Sería estupendo poder vivir sin que los vecinos metan las narices en tus asuntos! Algo así como encontrar el amor sin escandalizar a media ciudad.

—¿Encontrar el amor?

Louis apartó la vista.

—Sí, bueno, yo... soy gay. Las personas importantes para mí lo saben y no les importa, pero aún hay señoras que me miran con desaprobación. Encontrar a alguien con el que encajar en un sitio como este es... difícil.

Harry tuvo ganas de ponerse a saltar de felicidad. Estaba seguro de que Louis no tendría que irse tan lejos para encontrar el amor.

—Así que... ¿gay?

Louis asintió.

—No hay ningún problema, ¿verdad? —Preguntó con inseguridad.

Harry sonrió tranquilizadoramente.

—¿Por qué debería haberlo? —Dijo aparentando indiferencia—. Digamos que a mí, no me importa el sexo.

No le importaba el sexo, porque jamás se fijaría en alguien que no fuera Louis.

Louis abrió los ojos sorprendido.

Iba a decir algo, pero el timbre del microondas le interrumpió.

Alpha's Owner | ˡᵃʳʳʸDonde viven las historias. Descúbrelo ahora