1.5. La princesa que no se quiere casar

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La princesa que no se quiere casar

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La princesa que no se quiere casar.
Parte 1.

El amanecer es uno de los momentos más hermosos, sin embargo mucha gente están durmiendo.

El atardecer es uno de los momentos más románticos y los enamorados no lo aprovechan.

El anochecer es hipnótico, sensual y las personas solo piensan en el mañana.

No disfrutan de las horas del día, de lo momentos mágicos y espectaculares que ofrece la naturaleza.

Sentada junto a la ventana observo el magnífico cielo estrellado y una luna cuarto creciente en el medio de estas. Una fría brisa nocturna me azota y me hace retirar de la ventana. Tomo un libro en la mesita al lado de mi cama.

En estos momentos estoy leyendo Romeo y Julieta, un clásico mundial, una tragedia de William Shakespeare.

Cuenta la historia de dos jóvenes enamorados que, a pesar de la oposición de sus familias, rivales entre sí, deciden luchar por su amor hasta el punto de casarse clandestinamente; sin embargo, la presión de esa rivalidad y una serie de fatalidades conducen al suicidio de los dos jóvenes amantes.

Ellos nos representan en gran parte a todos nosotros, a nuestras pasiones ocultas y las cosas que realizamos por amor.

¿Quién no ha cometido una locura en alguna oportunidad, por la persona amada?

Y otra más común todavía...

¿Quién no se ha ofendido cuando un ser querido, sea un familiar o amigo, nos dice que la persona que esta a nuestro lado no nos conviene?

Ambas cosas son muy comunes y todos las hemos realizado alguna vez, lo que ha llevado a crear la famosa frase
"el amor es ciego", ya que cuando nos mueven los sentimientos, no pensamos nuestras acciones, y por ello o realizamos acciones que hoy nos parecen absurdas, o bien peleamos con familiares o amigos cuando ven cosas en nuestra pareja, que nosotros no, y nos están advirtiendo.

Y de esto se trata Romeo y Julieta, de mostrarnos el amor verdadero y lo que somos capaces de hacer por amor, desafiando incluso a nuestras familias y optando por ese sentimiento tan hermoso, que nos suele mantener vivos, al igual que a ellos, por lo cual deciden estar juntos para siempre, pese al destino familiar que les ha tocado.

Amarse mutuamente incluso después de la muerte.

Leo unas cuantas páginas y cuando mis ojos se sienten cansados detengo la lectura, cierro el libro y suspiro profundamente.

Que bonita es esa pasión desmedida, sentir tanto por alguien, darlo todo por alguien, incluso la vida.

El cansancio poco a poco se apodera de mí, hasta que un profundo sueño me abraza y me dejo caer en la cama.

Salgo por el pasillo y camino repasando mentalmente mi lista de quehaceres. Paso por el frente del despacho de mi padre y la puerta está ligeramente abierta, sigo caminando y, una oración, una afirmación fue suficiente para detener mi caminata.

"Fleur se va a casar con el príncipe Phillip".

Sabía que este día llegaría, ya era mayor de edad, soy la única heredera del reino y obviamente una ficha en un tablero que mueven a su antojo. Incapaz de seguir escuchando paso de largo y voy hacia mi cuarto, azotando la puerta y cerrando detrás de mi. La voz de mi padre hace eco en mi cabeza.

«Fleur se va a casar con el príncipe Phillip».

Esta es la realidad. La realidad en la que el amor y la pasión no existe. La realidad por la que no vale la pena luchar. La realidad en dónde tu opinión o lo sentimientos no cuentan.

Lágrimas brotan inconscientemente de mis ojos y una sensación de rabia me invade profundamente. Seco mis lágrimas y saco fuerzas de dónde no las tengo.

Siempre he sido la chica ruda. La chica que fue criada como una princesa guerrera. La chica que sabe pelear y defenderse como un soldado más en una guerra. La dama que es capaz de usar pantalones varoniles y enfrentarse a quien se le cruce en el camino.

Pues, esa soy yo. Una mezcla de lo suave y lo áspero, lo dulce y lo amargo, el bien y el mal, la llave de un reino y la moneda de cambio de la monarquía.

Y si de algo estoy segura es que no me voy a casar con el príncipe Phillip.

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