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LAS NAVIDADES HABÍAN TERMINADO. Sirius, Remus y Lyra habían pasado tiempo juntos por primera vez desde que tenía memoria. Los tres juntos.
Habían cocinado, limpiado, tocado el piano, leído cuentos y charlado por más de horas y horas. Ella había comprendido que aquello era todo lo que necesitaba para sentirse completa y desconectar. Pero las vacaciones habían llegado a su fin y tocaba volver a la rutina.
La oscuridad envolvía el interior del expreso de Hogwarts, mientras la tormenta rugía afuera. Lyra caminaba decidida por el pasillo del tren, buscando a Daphne. Sus pasos resonaban en el suelo de madera, y su corazón latía rápido. De repente, un ruido extraño procedente del lavabo cercano llamó su atención.
—¿Daphne, eres tú?—preguntó Lyra, mientras se acercaba al lavabo. La puerta estaba entreabrieta, y una luz tenue se filtraba por la abertura.
Lyra se inclinó para mirar dentro, pero en ese momento, una fuerte mano surgida de la nada la empujó hacia adentro, haciendo que cayera al suelo con un golpe sordo. La puerta se cerró rápidamente detrás de ella, y se encontró en una oscuridad aterradora.
—Bienvenida, prima—dijo una voz suave y amenazadora. —He estado esperándote.
Lyra reconoció inmediatamente la voz de Tom. Los nervios se apoderaron de ella de seguida y se preguntó qué planes tenía Riddle para ella en ese lugar oscuro y aislado. Tenía un nudo en la garganta.
—¿Por qué me has estado evitando, Lyra? Tenemos asuntos pendientes tú y yo.
Tom no había dicho nada al principio de su comportamiento, pero después de reflexionarlo durante las vacaciones, se había comenzado a hartar del estúpido y patético comportamiento de la chica.
Lyra se levantó lentamente del suelo del lavabo, intentando no mostrar el miedo que el chico le causaba cuando se ponía en su estado maniaco. Tom Riddle estaba frente a la puerta, bloqueando su camino.
—No estoy interesada en hablar contigo, Tom.—dijo, con un tono frío y desdeñoso.—Deberías saber que no me voy a dejar manipular nunca más por ti.
Tom se echó a reír, una risa fría y sin emoción que resonó en el pequeño espacio del lavabo.—Tan testadura, ¿eh? ¿Pero no te has dado cuenta de que eres igual de manipuladora que yo? Te has pasado semanas evitándome. ¿No crees que eso es una forma de manipulación?
Lyra no dijo nada. Simplemente intentó pasar a un lado suyo para salir del lavabo. Pero por supuesto Tom no se lo iba a permitir. El fuerte agarre en su muñeca le hizo jadear de sorpresa.
—No te irás tan fácilmente. —dijo Tom con voz ronca—Tienes algo que me pertenece, y quiero que me lo devuelvas.
Sin más, la empujó contra la puerta del lavabo, acorralándola. Lyra se sentía pequeña y vulnerable frente a él.
—Primero, quiero que me beses—dijo, acercando su rostro al de ella—Y luego hablaremos de nuestro futuro juntos. ¿No te parece romántico?
Lyra se apartó y esquivó el beso. Tom se alejó y cruzó los brazos sobre el pecho. Sus ojos amenazaban con una buena represaría.
—¿Te crees que puedes ignorarme eternamente y hacer como si nada hubiera pasado entre nosotros?—dijo con un tono acusador—. Yo sé lo que sientes por mí, Lyra. Lo he visto en tus ojos, en tus miradas. No mientas.
—Simplemente cambié de opinión, Tom—dijo Lyra mirándolo a los ojos—. No debí haberme dejado utilizar por ti. Eso es todo. Fue un error. Ahora, por favor, te pido que dejes de acosarme.
Tom la miró con una mezcla de enfado y sorpresa. No estaba acostumbrado a que la gente le hablara de esa manera.
—¿Cambiaste de opinión?—dijo con sarcasmo—¿tan fácilmente te dejas convencer por las plantas dulces de los demás? ¿Acaso no te das cuenta de lo estúpida que suenas?
Una fría mano hizo arder su piel cuando ésta hizo contacto por debajo de su falda. Lyra no pudo evitar gemir con tan solo su toque. Sabía que Riddle no era bueno para ella, pero maldita sea, lo deseaba tanto, no se podía resistir.
La mano de Tom se movió bajo su falda, subiendo cada vez más por su muslo explorando su piel con sus manos expertas y bordeando su ropa interior. Ella volvió a jadear, sin poder evitar que sus piernas se abriesen casi involuntariamente. Su cuerpo le traicionaba cada vez que se trataba de Tom.
—Eres tan patética—se burló Tom—luciendo como una buena zorra para mí. Estás mojada y apenas te he tocado. Todavía.
Lyra se ruborizó de vergüenza al escuchar las palabras de Tom. Ella sabía que él tenía razón, estaba mojada y deseaba que él la tocara más. Así que simplemente asintió a sus necesidades y se agarró a sus brazos, clavando sus uñas con un gemido de deseo.
—Pídelo.—ordenó Tom—suplícame.
—Por favor, Tom—dijo Lyra, su voz apenas audible y su dignidad perdida por quien sabe dónde. Era consciente de que había perdido la discusión con él una vez más y estaba humillándose de nuevo, pero Merlín, no podía evitarlo—. Tócame. Necesito que me toques.
Tom se rió una vez más, disfrutando de la vulnerabilidad de Lyra. Agarró su pierna y la colocó en su cadera, mientras ella se aferraba a su corbata con desesperación.
—Tranquila, muñeca—.susurró—te tocaré tanto como quieras.
Justo cuando Tom estaba a punto de cumplir su promesa, un golpe en la puerta del lavabo los interrumpió. Los dos se quedaron congelados, escuchando atentamente.
—Lyra, ¿estás ahí?—dijo una voz preocupada desde el otro lado de la puerta. —¿Estás bien?
Lyra reconoció la voz de Daphne. Ella sabía que tenía que responder, pero sinceramente, no quería dejar ir a Tom.
—Si, estoy bien—dijo Lyra, su voz temblorosa—Solo... estoy algo mal. Estoy con unos cólicos terribles, ya sabes.
Daphne pareció dudar un momento, pero finalmente dijo: —de acuerdo, te espero en el pasillo cuando estés mejor.
Cuando se fueron los pasos de la rubia, Tom soltó a Lyra y se alejó de ella. Lyra lo miró un par de segundos ajustando su respiración y se acercó a la puerta.
—La próxima vez que tu querida amiga se meta en cosas que no le incumben, la pagará caro. —dijo—y será mejor que no vuelvas a hacerle caso y me ignores de nuevo o tendré que castigarte.
