La fogata perfecta

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Cuando habíamos llegado a Sierra Nevada, nos bajamos del auto en cuanto paró de avanzar, nos estiramos tranquilamente, aunque Jessica y Juani casi se caen de cara al suelo por estirarse demasiado.

—Tengo el culo re tieso, boludo —dice Jessica con un quejido.

—Vaya, qué novedad —contesta Juani con normalidad.

—Siempre te pasa algo a vos —añade Blas.

—Sigan diciéndome eso y meteré sus cabezotas con rulos por una aspiradora —susurra la rubia, mirándolos con los ojos entrecerrados.

Los dos chicos apretaron sus labios como si fuera una cremallera cerrándose, Felipe camina a lado de mi, mientras que ellos iban atrás nuestro.

—Creo que me estoy acostumbrando a que se estén peleando casi todos los días —digo en voz baja con una sonrisa divertida para que no me escuchen los demás.

Felipe me devuelve la sonrisa, mirando al suelo mientras caminaba con tranquilidad.

—Y eso que solo llevas casi una semana, en un mes creo que te escapas de ellos por el estrés, siempre son así.

—Ni me lo digas —río suavemente con las manos en mis bolsillos traseros del pantalón.

Comenzaba a darme frío, ya que nos estábamos acercando a la nieve, solo llevaba un abrigo muy delgado, unos guantes no tan afelpados, una blusa blanca de manga larga y simples pantalones, todo por estúpida, aunque o referí no decir nada.

—¿Por qué hace tanto frío? —pregunta, abrazándose a sí mismo mientras se frotaba los brazos con sus manos rápidamente.

—Bueno, probablemente porque estamos en un lugar donde solo hay nieve a nuestro alrededor —respondo con sarcasmo, levantando la mirada hacia el frente, el cielo ahora estaba más nublado, y poco a poco pisábamos más nieve.

Felipe solo se limita a reír, negando con la cabeza, desvía su mirada de la nieve en sus pies hacia mi cuerpo, analizando mi outfit, el cual parecía ropa primaveral.

—¿Por qué no llevás abrigo, Elizabeth? —frunce el ceño con preocupación, con sus manos en los bolsillos de su chaqueta acolchada color rojo.

—Claro que llevo, mira —levanto un poco los brazos para que viera las mangas largas de mi "abrigo" blanco.

—Definitivamente eso no es un abrigo.

—Esto es un abrigo, en la etiqueta lo decía perfectamente en el momento de comprarlo, si no, no lo hubiera hecho, siempre hay que venir prevenidas.

El castaño vuelve a negar con la cabeza, de la nada comienza a desabrochar su chaqueta, y sabía lo iba a hacer, cosa que no dejaría que hiciera.

—Espera, dime que no vas a hacer lo que yo creo que vas a hacer..

Él no responde, solo se quita la chaqueta y me la extiende para colocármela, señalándome con la cabeza que lo haga.

—No, no lo haré.

No dijo nada más, solo me colocó la chaqueta lo más rápido que pudo para que no me quitara de ahí, claramente no quería que tuviera frío por mi culpa, después de que me la colocara, me quedaba gigante, pero estaba increíblemente cómoda y cálida, solo me miraba con una sonrisa de victoria.

—Si te la quitas, te lanzaré una bola de nieve en la cara, lo prometo —me amenaza en voz baja.

Aprieto los labios, queriendo lanzarle 50 bolas de nieve en la cabeza, pero tampoco sería bueno hacerlo, debería de ser agradecida.

—Me ofende, pero lo aceptaré solo porque no quiero que me lances una bola de nieve en la cara, y por favor, abrígate tú igual.

—Sí, sí, estos pelotudos llevan las maletas cargando, no será problema, igual ellos hacen algo, durmieron en todo el camino —pone los ojos en blanco, estirando sus brazos un poco.

𝐄𝐍𝐃 𝐆𝐀𝐌𝐄; Felipe OtañoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora