Capítulo 1

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Era un día como cualquier otro en la escuela secundaria, el bullicio de los estudiantes llenaba los pasillos mientras me dirigía a mi próxima clase. Con un montón de libros en mis brazos, estaba completamente concentrada en no tropezar con nadie cuando, de repente, sentí un golpe suave y los libros se me escurrieron de las manos.

—¡Oh, lo siento mucho! —una voz masculina, llena de preocupación, rompió mi concentración.

Al levantar la vista, me encontré con unos ojos color avellana que parecían estar llenos de disculpas sinceras.

—No te preocupes, fue mi culpa por ir tan distraída —respondí, tratando de sonar más calmada de lo que me sentía en ese momento.

Me agaché para recoger los libros y noté que él también estaba haciendo lo mismo. Nuestras manos se rozaron cuando ambos alcanzamos el mismo libro al mismo tiempo. Un escalofrío recorrió mi espalda, y me di cuenta de que algo dentro de mí había cambiado en ese instante.

—Aquí tienes —dijo, extendiéndome el libro con una sonrisa tímida.

—Gracias —respondí, sintiendo que las palabras salían de mi boca sin ningún esfuerzo.

Nos quedamos mirándonos por un momento, como si el tiempo se hubiera detenido a nuestro alrededor. Luego, con un gesto de despedida, cada uno siguió su camino hacia clases diferentes.

El resto del día pasó en un borrón, pero esos ojos avellana y esa sonrisa tímida no se apartaron de mi mente ni por un segundo. Al llegar a casa, me encontré deseando que el día siguiente llegara lo antes posible para volver a verlo.

Así comenzó todo, con un simple encuentro en los pasillos de la escuela que cambiaría mi vida para siempre.

Al día siguiente, mi corazón latía con fuerza mientras caminaba por los pasillos de la escuela. No podía quitarme de la cabeza la imagen de aquel chico de ojos avellana y sonrisa tímida que había encontrado ayer. ¿Quién era él? ¿Por qué me había afectado tanto nuestro breve encuentro?

Decidí pasar por la biblioteca antes de mi primera clase, esperando encontrar un poco de calma entre las estanterías de libros. Pero cuando entré, lo vi de nuevo. Estaba de pie junto a una mesa, hojeando un libro con expresión concentrada.

Me acerqué tímidamente y me detuve frente a él, sin saber muy bien qué decir.

—Hola de nuevo —dijo, levantando la vista del libro y sonriendo al verme.

—Hola —respondí, devolviendo la sonrisa, aunque sentía que mis mejillas ardían.

—¿Necesitas ayuda con algo? —preguntó, indicando los libros que llevaba en mis brazos.

—No, gracias. Solo vine a buscar un lugar tranquilo para leer un rato antes de clase —expliqué, sintiéndome un poco más relajada al hablar con él.

—Bueno, si alguna vez necesitas ayuda con algo, no dudes en decírmelo. Soy Axel, por cierto —se presentó, extendiendo la mano hacia mí.

—Soy Julia. Gracias, Axel. Lo tendré en cuenta —respondí, estrechando su mano con timidez.

Nos quedamos conversando durante unos minutos más, compartiendo nuestras asignaturas favoritas y descubriendo que teníamos mucho en común. Cuando finalmente sonó la campana que anunciaba el inicio de las clases, nos despedimos con la promesa de volver a vernos en la biblioteca algún día.

Mientras caminaba hacia mi clase, una sensación cálida se apoderó de mí. Sabía que este encuentro no sería el último, y estaba emocionada por descubrir qué más depararía el destino entre Axel y yo.

El resto de la semana pasó volando, y cada día encontraba una excusa para pasar por la biblioteca, con la esperanza de encontrarme de nuevo con Axel. Nuestras conversaciones se convirtieron en el punto más destacado de mis días, y poco a poco fui descubriendo más cosas sobre él.

Descubrí que le encantaba la música clásica y que compartíamos la misma pasión por la lectura. Nos reíamos juntos de las travesuras de los personajes de los libros y debatíamos sobre nuestros autores favoritos.

Con cada encuentro, me sentía más atraída hacia él, y no podía evitar preguntarme si él también sentía lo mismo. Sus ojos avellana parecían contener un universo entero de emociones, pero ¿qué significaban esas miradas?

Una tarde, mientras estábamos sentados en la biblioteca discutiendo sobre nuestros libros favoritos, noté que sus ojos se posaban en mí de una manera diferente. Había un brillo especial en su mirada, como si estuviera viendo algo más allá de lo evidente.

—¿Qué pasa? —pregunté, sintiendo que mi corazón latía con fuerza en mi pecho.

—Nada, solo estaba pensando en lo agradable que es pasar tiempo contigo —respondió, con una sonrisa que me hizo sentir cálida por dentro.

Sus palabras hicieron que mi corazón diera un vuelco, y supe en ese momento que lo que sentía por él iba más allá de una simple amistad. Había algo entre nosotros, algo que no podía ignorar ni negar.

Esa tarde, al salir de la biblioteca, me di cuenta de que había encontrado algo especial en Axel. Algo que iba más allá de las palabras y las conversaciones, algo que sólo el corazón podía entender.

Y así, con el eco de nuestras risas y conversaciones en mi mente, supe que este era sólo el comienzo de nuestra historia juntos.

Los días se convirtieron en semanas, y las semanas en meses. Mi relación con Axel creció y se fortaleció con el tiempo, como una flor que florece bajo el sol primaveral. Cada momento juntos era como un tesoro que atesoraba en lo más profundo de mi corazón.

Nuestras conversaciones en la biblioteca se convirtieron en el punto culminante de mis días. Hablábamos de todo y de nada, compartiendo nuestros pensamientos más profundos y nuestros sueños más ambiciosos. No había secretos entre nosotros, y eso me hacía sentir más cerca de él de lo que jamás había estado de nadie.

Pero a medida que pasaba el tiempo, también surgieron nuevas emociones dentro de mí. Empecé a notar la forma en que mi corazón se aceleraba cada vez que estaba cerca de él, la manera en que mi piel se erizaba al sentir su suave roce, la forma en que mis pensamientos se volvían borrosos cuando sus ojos avellana se encontraban con los míos.

Era evidente para mí que lo que sentía por Axel iba más allá de la simple amistad. Había algo en él que me hacía sentir viva de una manera que nunca antes había experimentado. Era como si cada momento a su lado fuera un regalo, un recordatorio de que la vida estaba llena de posibilidades y que el amor podía estar en cualquier lugar, incluso en los lugares más inesperados.

Pero a pesar de mis sentimientos, también había miedo. Miedo de arruinar lo que teníamos, miedo de perder su amistad si confesaba lo que sentía, miedo de enfrentar la posibilidad de un rechazo. Sin embargo, cada vez que lo veía, ese miedo se desvanecía, reemplazado por una sensación de esperanza y determinación.

Decidí que era hora de tomar una decisión. No podía seguir ocultando mis sentimientos, no cuando eran tan fuertes y reales. Tenía que decirle a Axel lo que sentía, tenía que arriesgarme por la posibilidad de un amor correspondido.

Y así, con el corazón latiendo con fuerza en mi pecho, me preparé para confesarle a Axel lo que había estado guardando en lo más profundo de mi corazón.

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