Eran las nueve de la noche en lo que prometía ser una noche bulliciosa en el bar Bylon. Vilkas Estivant seguía trabajando como todas las noches, limpiando la barra una y otra vez después de cada pedido de trago. Esta rutina lo llevó a sentirse frustrado. El viento gélido golpeaba las ventanas, haciendo que los árboles sobre la calle se agitaran.
Pasada la medianoche, solo quedaban unas pocas personas en el local. Los más ruidosos eran un par de hombres jóvenes, probablemente de la misma edad que Vilkas, visiblemente ebrios. Sin más remedio, se acercó a ellos. Era política del lugar quitar las llaves del auto a quien estuviera demasiado borracho y ofrecerles un taxi.
—Muy bien —dijo en voz alta—. Ya conocen las reglas. Entreguen las llaves de sus autos.
Los tres hombres lo miraron al terminar de hablar, sus miradas cargadas de molestia, ira o tal vez enojo. Se levantaron de la mesa y lo rodearon, bloqueando cualquier posible escape. Habían esperado a que el lugar quedara vacío, solo para poder estar a solas con él.
El más grande de los tres cerró la puerta con seguro y apagó las luces. Sus dos amigos sujetaron a Vilkas y lo llevaron a la parte trasera, donde se guardaba el alcohol del local.
—Los bichos asquerosos como tú —mencionó el tipo y después escupió al suelo—. Me dan asco. Ninguno debería estar aquí.
Eso hizo que Vilkas quisiera correr, pero no tenía a donde, la saliva se le atoró en la garganta. Se sentía aterrado.
Sin decir otra palabra, el hombre que habló le lanzó un puñetazo directo al rostro. El impacto resonó en el aire y la sangre brotó de su nariz. Vilkas se sintió desorientado, mientras intentaba recuperarse, los otros dos sujetos lo soltaron y se abalanzaron sobre él como bestias hambrientas, golpeándolo sin piedad.
Vilkas quería pelear, pero su cuerpo no respondía. Recibía golpe tras golpe, su piel magullada y su rostro deformado por la violencia. Los puños cerrados y las botas en los pies se convirtieron en armas mortales, dejando marcas profundas en su carne.
Era consciente del frío que sentía, no sabía si era por la pérdida de sangre o simplemente el frío suelo raspando su piel desnuda. Ninguno de los agresores mostraba piedad, continuaron golpeando sin misericordia. Seguían pateando y golpeando, mientras Vilkas yacía indefenso en el suelo.
La sangre que brotaba de sus heridas manchaba todo a su alrededor. Vilkas ni siquiera podía gritar, escuchaba como sus huesos se rompían en una sinfonía de violencia y crueldad.
Finalmente, los tres sujetos se apartaron, dejándolo tirado en el suelo con el cuerpo roto pero no tanto como su espíritu. El sabor metálico de la sangre llenaba su boca mientras luchaba por respirar, su visión nublada por el dolor y la agonía. Su voz apenas perceptible solo pudo pronunciar un nombre. "Vuk" fue el nombre que repitió hasta que su voz dejó de escucharse.
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Relatos del servidor
Cerita PendekLos mundo se conectan y las puertas te permiten llegar.