Bahía italiana

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—Equipo de cazadoras, equipo de leñadoras y recolectoras, equipo de campamento, y equipo de exploración.— Dice en un latín con fuerte acento germano la capitana del barco. Luego asigna a sus cuatro comandantes a cada tarea y nos pide que nos repartamos entre los equipos.

Yo no tengo prácticamente experiencia en la caza porque nunca me ha gustado, ni en el montaje de tiendas de campaña. Y me niego a alejarme del campamento por el bosque para explorar sola un país que acabo de pisar por primera vez hace exactamente 10 minutos. Así que me queda recoger leña...

Cat en cambio parece encantada con la tarea de exploración, y viendo cómo dibujó el mapa en el barco no me sorprende que elija ese equipo y no tenga miedo a desorientarse, aunque sea su primera vez en esta región de Italia también.

No veo a Meike, pero supongo que estará aún en el barco descargando las últimas tiendas de campaña. Así que me reúno con mis compañeras y nos adentramos juntas en el bosque, hachas en mano, para juntar suficiente madera y lo que encontremos para cocinar la cena y pasar la noche.

. . . . .

Después de un rato intentando entablar conversación con algunas de las otras chicas y ver que no muestran ningún interés, me doy cuenta de que están hablando entre ellas en una lengua que me recuerda lejanamente al germánico o al inglés. Y entre sus risas y bromas que no entiendo en absoluto, y la desesperación de ver que soy la única extranjera entre todas ellas, me alejo finalmente enfadada notando una presión en el pecho.

De pronto caigo en la cuenta de lo mucho que echo de menos el castellano y mi cultura, y que me han sido arrebatados sin consentimiento ni aceptación y probablemente no vuelva a sentir esa sensación de pertenencia nunca más...

Agarro el hacha con fuerza y la levanto lo más alto que puedo, dispuesta a lanzarla contra una roca.

—Shhhhhh...— Oigo de pronto. Y me paro en seco buscando el origen del sonido. —No te muevas— Dice de nuevo la voz en latín, y de pronto, sin previo aviso oigo volar una flecha.

ZUMMMMMMM

Pasa a metro y medio de mi y va a parar a un matorral un poco más allá. Pierdo el color de la cara y agarro de nuevo el hacha, pero esta vez para defenderme.

—Dónde estas? Quién eres?— Digo plenamente consciente de cómo me tiembla la voz y de lo inútil y vulnerable que soy ahora mismo.

De repente Meike sale de entre unos arbustos con el pelo lleno de hojitas y un arco en la mano y sonríe.

—Menos mal que no has llegado a lanzar el hacha, me habrías asustado a esa liebre...— Comenta quitándose las hojitas y caminando hacia mí. —Es así como cortáis la leña en España? Tirando las hachas por el aire?

Me arranca una carcajada al imaginar momentáneamente a las leñadoras de mi tierra lanzando sus hachas por el bosque.

—No, no. Cortamos leña igual que vosotros. Es que me estaba desquitando del enfado con las de mi equipo, que llevan un rato tratándome como si fuera un seto. Son flamencas como tú?

—No. Creo que son inglesas. Yo entiendo algunas de sus palabras, pero pocas. Pero creo que la mayoría de las otras chicas del barco son inglesas también o francesas, por eso hacen piña. A las únicas que he oído hablar en latín es a ti y a Cat.

—Os dejo un rato solas y ya estáis hablando de mi?— Dice la italiana de pronto con una sonrisilla apareciendo en la copa de un árbol. Mientras se desliza por el tronco me fijo en que lleva una pluma en la oreja y un pergamino en el cinturón.

Al aterrizar se acerca a nosotras y abre el pergamino para añadir unas notas a lo que ahora reconozco como un boceto de un mapa.

—Qué pasa? Que aquí solo trabajamos las del equipo de exploración?— Dice aún con esa media sonrisa.

La Orden de MaltaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora