Florecer

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¡AVISO!
A partir de este capítulo pueden comenzar a aparecer escenas explícitas y violentas.•

•Repito, si eres menor de 18 o eres sensible a esos temas, cierra la novela DE INMEDIATO. •

-Es tu último aviso.-

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Los rayos de sol fueron directos al rostro de la pequeña Margarita, la cuál se encontraba durmiendo en ese instante. Al notar semejante deslumbro en ella, tapó su cara con su sábana.

-¡Ay!-

-Venga, querida, arriba, es hora de levantarse, eres la única que queda.-

Era Loto, su padre, el cuál acababa de levantar la persiana para que entrara algo de luz y ya de paso despertar a su hija.

El oso adulto se acercó a la niña y la destapó cálidamente. Se puso delante de la ventana, evitando que el sol molestara tanto a Margarita. Una vez su padre ya la destapó, esta se sentó en la cama, medio dormida, bostezó.

-Papá... ¿Hoy también podré salir fuera? ¿A la villa?-

-Claro. Pero primero has de desayunar y prepararte, no vas a ir así cómo así.-

Margarita asintió con los ojos entrecerrados. Se estiró, cerrando sus ojos con fuerza, cuando se volvió a incorporar ya estaba algo más despierta. Dió un pequeño brinco, saliendo de su cama. 

-¡Venga, todos te estamos esperando!-

La niña volvió a asentir y bajó las escaleras acompañada por Loto. Una vez ya llegó abajo, Amapola, su madre, se acercó a ella algo preocupada.

-Margarita ¡Has dormido más de lo normal!-

La osa adulta tocó la frente de la niña con cuidado, dándole toques con la palma y la parte de detras de su mano. 

-¿Te encuentras mal? ¿Te duele la cabeza?-

-¡No! ¡És una dormilona!-

Exclamó Girasol entre risas provocando las mismas en los más pequeños como el. Margarita, debido al cansancio, le dió una mirada sucia. La niña apartó lentamente la mano de su madre de la frente de esta.

-Estoy bien mamá... Sólo que me quedé embobada y me costó dormirme, no pasó nada malo.-

La madre sintió un alivio al escuchar las primeras palabras de la niña. Margarita sin más se dirigió a su silla, al lado de su hermana mayor, dió un pequeño salto y se sentó. 

Gracia la miró de reojo por un momento, se acercó a su oreja redondeada.

-No te habrás quedado pensando en lo que hablamos ayer noche, ¿no?-

-¿Eh?-

Margarita ante tal pregunta y tal verdad dijo que no rápidamente con la cabeza.

-No... No, no, no estuve pensando en eso.-

Gracia alzó una ceja, mirandola de arriba abajo, sospechando de sus palabras. Aún así hizo una mueca, alejandose del oído de la niña y siguió pelando su naranja.

La niña simplemente agarró la botella de leche y llenó su pequeña taza con estampado de rosas, aún con una expresión seria debido a algo de cansancio que esta aún almazenaba.  

Una vez acabó, se aseó y cuando estaba vistiendose, miró un momento al espejo que tenía en su habitación, observando sus rodillas vendadas. Las vendas tenían manchas de sangre las cuales estaban algo difuminadas debido a la tela. Se observó las rodillas, esta vez sin ayuda del espejo,  mirando hacia abajo. Ladeo la cabeza y puso una mueca de confusión.

MargaritaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora