Beso en la frente

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Ya era muy tarde, el cielo rojo estaba oscuro por completo, y a lo lejos lo único que se podía ver eran las luces he incendios en la ciudad, una vista desalentadora y caótica que comúnmente el demonio de la radio encontraba divertido, pero no ese día, no en ese preciso momento en el que tenía que esperar.

A su lado los demás miembros del staff del hotel esperaban con la misma incertidumbre, el ex Overlord y su pequeña amiga miraban de lejos a su amo, mientras que la ex exterminadora y el demonio araña esperaban escuchar algo al otro lado de la puerta.
Alastor movió sus orejas escuchando las manijas de la puerta moverse, en poco tiempo el rey del infierno salió con una sonrisa satisfecha, una que disminuyó al ver al demonio ciervo.

-Charlie quiere verte, -dijo dándole el espacio necesario para dejarlo pasar, susurrando muy bajo cuando el demonio pasó a su lado. -esto no cambiará nada demonio de la radio, aún eres un ser sin valor para estar con mi hija. -

Alastor lo miro de reojo pasando a su lado sin decir nada, quedarse a discutir ese punto no era importante, a esas alturas poco le importaba lo que su querido rey pensará sobre él, el único ser que le importaba estaba esperándolo, cerrando la puerta detrás de él para evitar cualquier interrupción; mientras caminaba cruzando la sala contigua a la habitación real pensaba en los sucesos que lo habían llevado hasta ese punto, como su vida en ese infierno se había retorcido, alejandolo de sus planes ya trazados y calculados, todo gracias a una alegre y entusiasta princesa. Si tan solo lo hubiera sabido, si tan solo hubiera sabido que aquel extraño ser nacido en el infierno lograría su cometido y lograría su tan ansiada redención, que lograría cambiar algo en su dañado ser, si solo hubiera sabido probablemente se habría alejado, pero Alastor no se engañaba, él abría aceptando el reto de cualquier modo y hubiera caído él mismo en esa extraña historia.

Alastor miró las puertas que daban a la habitación, por un momento trato de recordar cuál fue el momento exacto en que todo comenzó a cambiar, tal vez cuando comenzaron a bailar por primera vez, tal vez cuando se quedaron hasta tarde arreglando el papeleo del hotel, o tal vez sus besos, no los apasionados que eran solo para la privacidad de sus dormitorios, sino los inocentes, esos que comenzaron hace mucho, en sus mejillas, sus delicadas manos y en su frente, muy parecidos a los que un padre daba a su hija cuando está hacia algo bien, a él le encantaba molestar al rey pero le gustaba más las reacciones sorprendidas y tiernas que le daba la princesa, tal vez ese fue el momento en que todo cambió para él, en el que su nueva obsesión comenzó.

Las puertas de la recamara se abrieron dejando ver a la princesa del infierno que lo esperaba recostada en la amplia cama con marco de madera y dosel escarlata, ella le sonrió con claro cansancio en su mirada, invitándolo a qué se acercara. Pronto un leve llanto llamó la atención, Charlie se inclinó a un lado de la cama para levantar al pequeño bulto que se movía ante la presencia de su progenitor.

-Acércate Alastor, no creo que te haga daño. -dijo divertida.

-Esa pequeña criatura no lo haría aunque lo intentará, un detalle que arreglaremos con el tiempo querida. -respondió acercándose a la cama junto a la princesa y echando una mirada al pequeño ser.

Su apariencia era muy parecida a la de la familia Morningstar, lo que explicaba porque Lucifer estaba de buen humor al salir, excepto por el par de orejas esponjosas sobre su cabeza, y algo que se movía con frenesí entre las delgadas mantas, pero su olor y presencia era inconfundible, cualquiera que lo viera sabría a quién pertenece tan curioso ser. Charlie bostezo con cansancio siendo imitada por su pequeño.

-Creo que deben descansar, ha sido un día largo para ambos. -dijo Alastor levantándose de su lugar en la cama.

-Pero ...-

-Descansa querida, yo me quedaré con ambos, ni loco dejaría que alguien más se acercará a ustedes, no mientras yo esté aquí. -dijo besando la frente de su esposa en un acto de cariño y confianza mutua.

Charlie sonrió acomodándose más en las suaves almohadas, sintiendo como su bebé era alejado de ella. La princesa vio al gran Overlord de la radio sostener a su bebé y sonreírle junto a su sombra, una bonita imagen para antes de caer rendida por el esfuerzo. Alastor se quedó a su lado como lo había prometido, arrullando al pequeño ser entre sus brazos y dándole un pequeño beso en la frente a su primogénito, una costumbre que muy pocos pecadores tendrían el placer de ver, y la misma que demostraba el verdadero amor y devoción que el demonio ciervo tenía hacia su familia, un gesto único a su parecer.

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