2 - Sol y Oscuridad

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Aparcaron la moto en frente al Hospital Psiquiátrico San Antonio y a Julia le recorrió un escalofrío por la espalda. Se bajó y se quedó mirando al edificio con una expresión de miedo que intentó disimular, pero que a Iván no pasó desapercibida.

— Te prometo que será rápido. — Le cogió la cara y le besó la frente. — Espérame aquí.

Vió a Iván desaparecer por las puertas con un nudo en el estómago. Y es que solo con mirar aquella construcción, los recuerdos de lo que vivió ahí le azotaban. Tenía miedo de que alguien la viera y la volviera a meter dentro, aunque fuese una hipótesis absurda. Sin embargo, en su malestar había algo más. Estaba mareada de verdad, como si fuera a vomitar. Se apoyó en la moto, cerró los ojos y se abanicó la nuca. No debía de ser nada, luego Iván volvería y pararían a comer algo.

Dentro, Iván extrañaba la facilidad con la que le dejaron hablar con su madre. La clínica, según le habían contado Julia y la propia María, era como una cárcel. Seguro que porque los parientes de los internos no sabían qué clase de métodos utilizaban allí. Electroshocks, celdas de aislamiento, días sin comida... le horrorizaba pensar que a María le podían estar pasando cosas así. O que a su Cazafantasmas también hubiesen pasado.

Ver a su madre en persona no le cambió la incómoda sensación, María estaba hecha polvo. Pálida, ojerosa, flaca, el pelo seco. Y por supuesto lágrimas en sus ojos, pero esta vez de felicidad. Una sonrisa trémula también apareció, pese a las circunstancias. Era Iván, su hijo, estaba vivo y bien, y había venido a por ella. María estaba segura de que Iván jamás saldría del internado solamente para llamarle loca a la cara una vez más, así que aquella visita quería decir que él finalmente se había enterado de toda la verdad.

— María... Ma-mamá. — La saludó, vacilante.

— Hola hijo, estoy aquí. — Ella le contestó por el telefonito, y posó su mano en el vidrio que los separaba, para que Iván hiciera lo mismo y tuvieran la ilusión de estar tocándose.

— Yo ya sé todo. Perdóname. — Pidió, y María hizo que no con la cabeza, pero sonriendo. No tenía nada que perdonarle, en su corazón ya no importaba nada del pasado.

— Perdóname tú a mí. — Acertó a decir.

— Te prometo que te voy a sacar de ahí. — Dijo Iván, limpiándose la nariz, que goteaba debido a su llanto.

Pero enseguida, al mirarse la mano, se dió cuenta de que no era agua lo que mojaba su nariz. Era sangre.

Lo disimuló como pudo para María y se despidió de ella rápidamente. Su mente estaba hecha un lío, la única certeza que tenía era que iba a morir. Lo de la sangre en la nariz era el síntoma más típico del maldito virus que estaba matando gente en el internado. Y era por ese virus que él y Julia, y también sus otros amigos, estaban en ese momento yendo lo más lejos posible de la Laguna Negra. Aunque ahora tendría que volver.

— Tengo que volver al internado. Te dejo en la próxima parada de bus. — Dijo a Julia, subiéndose en la moto.

— Pero, ¿qué dices? Voy contigo. — Se ofreció, alejando totalmente su idea inicial de contarle que no se encontraba bien. Estaba claro que algo más grave había pasado.

— ¡No! Tú tienes que irte lejos.

— ¡No me voy a ningún lado sin ti! ¿Qué está pasando? ¿Por qué quieres volver al internado? — Julia cogió a Iván del brazo y lo giró para que le mirara. Sintió casi un paro cuando vió la sangre en su nariz, y él no pudo ocultarlo.

— No te preocupes, Casper. No me va a pasar nada. — Mintió, tan sin convicción que no logró tranquilizarla de nada.

— Te voy a acompañar.

Hilos InvisiblesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora