Movimiento de Los Fusiles de Asalto

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CUARTO DE INTERROGATORIO 

—Maiban  Stevens —suelta con voz monótonas dichas palabras el comisario.

—¿A qué debo el ver su presencia Sr. Miller? —cuestiona con tono arisco Bull.

El mencionado detiene su mirada en los ojos oscuros del hombre, analizando su porte firme: como el de un animal salvaje, que tienen en una jaula, y este tan solo piensa en atacar a menos que lo dejen salir. El hombre forma un intento de sonrisa en su arrugado rostro idéntico a las pasas, el joven mantiene la mirada en el don con poca suavidad en su típico ojazos agresivos; los recuerdos lo azotan a Bullo, de cuando admiraba al canoso por ser quien es; un líder, pero se decepciono muchísimo al ver que no hizo nada para que no lo entraran a la cárcel cuando él era tan solo un joven aprendiz para policía, que estudiaba duro para volverse un patrullero soñando con salvar a las personas y ser un ejemplo de guía para sus hermanos dentro del buen camino, se decepciono mucho al ver que el señor no era un líder, sino un jefe más que se concentra en que los de abajo sigan sus ordenes y no su legado. Cuando sus planes se tuercen, cuando la misma gente de la que soñaba formar parte lo encierra injustificadamente tras rejas como un criminal más, cuando no había hecho nada ilegal, o cruel en realidad comprendió que sus afanes iban más allá de su falta de control, sino que la misma gente no coopera para algo mejor, por lo que debe ser egoísta y actuar más para sí mismo que para ellos, porque ellos te dan la espalda después de que no les sirve, además de que también te ponen el pie cuando necesitan uno caída para estar por encima para tocar lo alto. 

—Necesito saber si llevas una contienda con algún jefe de pandilla: quiero saber sobre tus enemigos —escupe viéndolo a los ojos.

Bull lo mira fijamente, buscando algún rastro de desafío en su mirada, algo que le advierta de que esconde alguna cosa, pero ve firmeza en sus ojos como en sí mismo. 

Se ríe. Le da repulsión la actitud del hombre para con él.

—¿Es en serio? Por favor, bien sabe usted que el que se mete en esta vida lo que más le sobrarán son los enemigos. 

—Pero, si me mandaste a llamar aquí por lo que sucedió fuera de mi taller. Puedes estar seguro que eso no tuvo nada que ver con algún enemigo, porque a mis enemigos yo me encargo de tenerlos bien cerca, porque prefiero tenerlos donde los pueda ver que estar jugando a los malos amigos. Así que, de esto no tienes de que preocuparte, que yo me encargare de averiguar quién se atrevió aburarse de mí en mis propias narices —susurra lo último con completa seguridad—. Entonces, nos sería mucho mejor que procuraras no meter en esto. Que esto es solo asunto mío.

—Desde que murieron esas personas, dejo de ser asunto tuyo Bull. Ahí se terminaron vidas inocentes, jóvenes que en el mañana pudieran estar ocupando puestos muy importante: merecen acabar tras las rejas los causante de todo esto.

—Oh. Me sorprende escucharte hablar así, con un espíritu justiciero, deseoso de que se haga lo correcto. Me hubiera gustado, que lo despertaras cuando intentaron acabar con mi futuro. 

—Discúlpame Bull, pero ya tu tenías tu camino trazado. Estabas metido con pandillas y nos lo ocultaste. ¿Qué tenías pensado hacer cuando salieran los jefes de tu aquella pandilla? Ellos te iban a pedir que te aliaras a ellos por todo lo que hicieron por ti y seguirían haciendo contrabando a nuestras espaldas.

Bull aprieta los dientes mientras lo escucha con un fuego dentro que acrecienta más y más.

—¿Esa fue la excusa que te inventaste para no responsabilizarte de que estuve medio año en la cárcel y tú no hiciste nada por mí? —pregunta en voz baja viéndolo con los ojos titilantes— ¡Esa fue! —exclama con furia al verse sin respuesta pegándole a la mesa de metal con amabas palmas abiertas:— Yo me entregue a ustedes en ese momento. Estaba dispuesto a ser uno de ustedes, a apoyarlos, a proteger a la gente con mi vida... ¡Yo no soy un doble cara como ustedes! Yo sí los apoyaba, renuncie a mi vida de delincuente porque sabía que no podía nacer de nuevo y borrar mis acciones del pasado. No lo ocultaba, sabía todo lo que hice, pero, temía que me rechazaran, quería ser un patrullero acosta de que sabía que los de la pandilla me podrían matar por darles la espalda al unirme a la policía ¡Y lo hice! Aún así, lo hice. Lo hice porque confíe en ti ¡En ti!

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