2. Everyone at this party

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Jaemin tenía un corazón débil. Siempre lo había tenido, pero solo supo de él cuando su médico pediatra se lo explicó a sus padres fuera del consultorio con ositos de colores pegados en las paredes. Jaemin balanceaba sus pies y disfrutaba de un caramelo de limón, entonces su hermana mayor se acercó y le abrazó.

Ella nunca le había abrazado así.

Más tarde entendió que su hermana tenía miedo de no volver a verlo.

Ambos eran unos niños en ese entonces, los dos creían que todo se resumía a la vida o la muerte. Pero crecer con un corazón débil le hizo entender a Jaemin que había más en el medio, mucho más.

Estaba el café, por ejemplo. A él le encantaban las tardes de invierno en casa de la abuela porque, a diferencia de su madre, ella no le prohibía la cafeína. Aunque siempre era café cortado con leche, como si eso fuese a evitar que el corazón de Jaemin diese un respingo.

Alerta spoiler: el café de Jaemin no llevaba cafeína, lo que era una ironía porque era precisamente ese ingrediente el que le daba el nombre al maldito producto.

Tampoco podía atiborrarse a chocolates como otros niños, pero aprendió a esperar pascuas porque su papá le daba un trocito de chocolate con menta justo antes de entrar a clases, únicamente ese día del año.

Y aunque no era fan de los deportes, le fascinaba el momento en que su hermano le llevaba a la playa cada verano y nadaban toda la tarde. Sin que su madre lo supiese, por supuesto.

Esas eran las pequeñas cosas que estaban entre la vida y la muerte. Eran sus cosas favoritas.

Tener un corazón débil también le garantizó ser el eterno bebé de la familia. Hoon, el mayor, era el hijo perfecto, el buen samaritano, un deportista nato y el mejor estudiante de su clase. Era el modelo a seguir de Jaemin.

Suji era otra historia. Siendo la hija del medio no le quedó otra que ser una rebelde, la autoproclamada oveja negra de la familia. No sabía cómo demostrar afecto y prefería cavar su propia tumba antes de que la viesen llorar en público. Pero tenía un lado suave cuando se trataba de Jaemin, solo un poco... lo suficiente para hacer puré a los hostigadores escolares que se metían con su hermanito.

Jaemin tuvo suerte en ser el menor. A veces parecía que su familia le había forjado una burbuja de protección, una red de seguridad inquebrantable para que nada ni nadie pudiese dañarle. Pero lo que dañaría a Jaemin estaba en su interior, su peor enemigo formaba parte de él, era lo más vital que tenía, tanto como su cabeza.

Eso jamás lo desalentó.

A los nueve años su tía lo llevó a la pista de hielo en el centro comercial. Se puso los patines y tropezó mil veces antes de poder moverse sobre las cuchillas. Resultó que tenía talento y era un aprendiz veloz y con mucha devoción.

Estaba fascinado, nunca antes se había sentido tan cerca de la vida como en ese momento. Pero los sueños son ligeros, tan fáciles de romper que no hay que entregarse demasiado a ellos.

Le regó a su madre que lo inscribiese en la pista local, solo para observar. Ni siquiera aspiraba a unirse a un equipo o a entrenar sobre el hielo como los otros niños. Él necesitaba un poco, tan solo un poquito de ello.

Su madre era una mujer cuidadosa, se había entregado por completo a cuidar a Jaemin. Y todo lo que atravesaba la realidad de su hijo menor debía ser pasado por un filtro antes de comenzar, ese filtro era su cardiólogo. Moon Taeil apenas estaba terminando su especialización cuando Jaemin lo conoció. Se llevaron bien al instante, y aunque no era su médico de cabecera, tenía su número en marcación rápida por cualquier emergencia.

We can't be FriendsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora