James Potter

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James siempre había sido una persona alegre, expresando siempre todo lo que sentía, sonriente en todo momento, siempre riendo, incluso en situaciones en las que otros se alejarían para salvarse de la vergüenza. Siendo un bromista nato.

Larisa, en cambio, no lo era. Larisa era una persona que todos consideraban gruñona y casi pesimista, pero nadie sabía su pasado, no podía comprenderla. Larisa se encargó de crear una barrera contra todos y todo para no salir más dañada. Solo una persona logro pasar esa barrera con mucho esfuerzo.

James, él se encargó de bajar cada una de las barreras de su corazón, se encargó de que ella confiara en él, que lo dejara saber de ella, que lo dejara acercara a ella, pero sobre todo él se encargó de curarla, dándole lo que ella le dijo que siempre quiso. James cuido, amo y curo a su niña interior, con todo lo que estuvo a su alcance.

James era el único que podía ver debajo de esa mascara seria, fría y amargada como todos la consideraban, y a menudo se hace referencia a ellos como el Sol y su Luna, y por supuesto, James ama su pequeña luna.

—¿Qué haces, pequeña luna? —preguntó James mientras se inclinaba sobre Larisa.

—Hola James... —Saludo levantando la vista de la chimenea, para verlo con una pequeña sonrisa. James sonrió para sí mismo. Se sentó a su lado rodeándola con sus brazos, besando su cabeza.

—¿Qué haces, mi pequeño gruñón? —preguntó James, besándole suavemente en la frente. Larisa alejo la cabeza para mirarlo, frunciendo el ceño cuando escucho que la llamo gruñona, odiaba ese término, todo el mundo lo usaba para referirse a ella, pero nadie sabía nada de ella.

Larisa le dio un golpe en el hombro. James soltó una risita suave al sentir que ella hacía un puchero. Él sonrió juguetonamente y la empujó suavemente contra el sofá, poniéndose encima de ella.

—Perdón por llamarte por lo que eres, cariño. —James susurró juguetonamente mientras se inclinaba, dándole un ligero beso. Larisa se alejó del beso, asiéndolo aún lado.

—¿Lo que soy? —pregunto mirándolo incrédula, se levantó empujándolo aún lado. Larisa se fue directamente a su habitación, cerrando la puerta de un portazo, todas sus pertenencias estaban ahí, hace mucho que no dormía en ella, siempre dormía con James.

Por alguna razón desde la mañana tenía el presentimiento de que debía sacar sus cosas de ahí y llevarlas a su habitación, y ahora sabía por qué.

James se quedó atónito por su reacción, con las cejas fruncidas por la confusión al verla alejarse. Se levantó lentamente y la siguió hasta su habitación. Una vez allí, cerró la puerta detrás de él y se acercó lentamente a ella.

—Oye, Luna. —dijo James con voz suave, extendiendo la mano hacia ella— ¿Estás bien?

Larisa se giró a él soltándose bruscamente de su agarre, solo hasta entonces James pudo ver las lágrimas que amenazaban salir de sus ojos.

—No! ¡yo no pedí que me pasara todo lo que me paso! y estoy harta de que todos me llames así sin siquiera saber nada! —exclamo con dolor, retrocediendo unos pasos—, y lo que más me duele es que tu si sabes de mi pasado, y aun así te burlas de mi... y estoy harta de eso... ya no puedo más... —dijo negando con la cabeza, las lágrimas salieron de sus ojos con rapidez—, desde que me conoces siempre me llamaste así y yo nunca te dije nada, pero ya llegue al límite James, ya no puedo... —Larisa lo miro directamente a los ojos, mientras negaba con la cabeza—, ya no quiero esto James... —Larisa salió de la habitación dejándolo solo.

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