XXV.

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Alicent permanecía inmóvil escuchando a su padre.

Habían tenido un almuerzo y luego Otto empezó a hablar de deshacerse del príncipe de la corona.

–¡Es peligroso, Alicent! –Rugio Otto.

–No entiendo por qué es peligroso, padre, no ha hecho nada extraño –Murmuró.

–¿Nada extraño? ¡Mató a tu sobrino! ¡A el hijo de mi hermano! –Gritó.

–Gerard cometió un error al arremeter contra mi y mi familia, y tú sabes que los errores se pagan –Dijo Alicent caminando frente a su espejo.

–No sólo ha matado a Gerard, y todos lo sabemos –Murmuró Otto– Ha asesinado a todo aquel que...

–Todo aquel que ha arremetido verbal o físicamente contra mí hijo –Interrumpió– Me parece perfecto, mi hijo está en buenas manos.

–¿No lo ves? ¡Es un monstruo! –Gruñó.– Eso hace a Aegon peligroso también.

–¿Por qué haría eso peligroso a mi hijo? –Preguntó con toda la duda pintando sus facciones.

–Dime, hija, ¿es mas peligroso el monstruo o quién sostiene la correa del monstruo? –Murmuró.

Alicent se quedó inmóvil, sus ojos fijos en el espejo mientras reflexionaba sobre las palabras de su padre. La tensión en la habitación era palpable, y el silencio solo se rompía por la respiración agitada de Otto.

–Padre, Jacaerys solo está protegiendo a Aegon. No puedes culparlo por defender a su esposo de insultos y amenazas –dijo Alicent finalmente, volviendo la vista hacia su padre con un semblante decidido.

Otto negó con la cabeza, su rostro marcado por la preocupación y la frustración.

–Alicent, no entiendes la magnitud del peligro que representa. Jacaerys no es solo un defensor; es un hombre dispuesto a matar sin vacilación. No es la primera vez que toma la vida de alguien que se interpone en su camino.

–¿Y qué propones que hagamos, padre? ¿Deshacernos de él? ¿Arriesgarnos a una guerra interna con los Targaryen y Velaryon? –replicó Alicent, su voz cargada de desesperación.

Otto dio un paso hacia ella, su mirada intensa y llena de determinación.

–No podemos permitir que alguien tan volátil y sanguinario esté tan cerca del poder. Jacaerys es un peligro inminente porque su lealtad es exclusivamente hacia Aegon, y Aegon está dispuesto a hacer cualquier cosa para mantenerlo en el trono.

–Pero aunque mi hijo no lo diga, Aegon lo ama, y Jacaerys ha demostrado que hará todo lo posible para protegerlo. ¿No es eso lo que cualquier madre querría para su hijo? –respondió Alicent, intentando razonar con su padre.

Otto suspiró, pasando una mano por su rostro en un gesto de frustración.

–Alicent, no se trata solo del amor de Aegon. Se trata del poder absoluto que Jacaerys está acumulando a través de su brutalidad. Si no lo detenemos, su influencia crecerá hasta el punto en que ni siquiera Aegon podrá controlarlo.

–Entonces, ¿qué sugieres? ¿Matar a Jacaerys? ¿Provocar una guerra civil? –preguntó Alicent, sus ojos llenos de dudas y temores.

–No necesariamente. Pero necesitamos una estrategia para disminuir su influencia y poder. Tal vez, encontrar una forma de separarlo de Aegon o de limitar su capacidad de actuar con impunidad –murmuró Otto, su mente ya trabajando en posibles soluciones.

Alicent asintió lentamente.

–Está bien, padre. Pero te advierto, no seré participe de esto, y cualquier acción contra Jacaerys debe ser cuidadosamente calculada. Un movimiento en falso y podrías perderlo todo. –Exclamó– Y otra cosa, cuidado con cualquier acción contra mi hijo, padre, porque entonces olvidare que somos familia y tu cabeza rodara –Gruñó con enojo.

Otto quedó momentáneamente atónito por la firmeza y la dureza de las palabras de su hija. No esperaba una amenaza tan directa y contundente de Alicent, quien siempre había sido su aliada más leal.

–Alicent... ¿me estás amenazando? –preguntó Otto, sus ojos entrecerrados mientras trataba de evaluar la gravedad de la advertencia.

Alicent se mantuvo firme, su mirada fija en la de su padre, sin mostrar signos de vacilación.

–Sí, padre, te estoy advirtiendo. No permitiré que pongas en peligro a mi hijo ni a mi nieto. Aegon es el futuro de esta casa, y Jacaerys, con todos sus defectos, es su protector. Si intentas hacerles daño a mi hijo y nieto por querer dañar a Jacaerys, te enfrentarás a mí –declaró con voz firme y determinada.

Otto respiró hondo, tratando de mantener la calma ante la inesperada firmeza de Alicent.

–Entiendo tu posición, hija. Pero debes comprender que todo lo que hago es por el bien de nuestra familia y del reino –respondió con un tono más conciliador, aunque su mente seguía trabajando febrilmente en busca de soluciones.

–Lo que haces, padre, es sembrar discordia y peligro. Aegon necesita estabilidad, no más enemigos dentro de nuestra propia familia –replicó Alicent, su expresión suavizándose un poco pero sin perder la seriedad.

Otto asintió lentamente, reconociendo la determinación de su hija.

–De acuerdo, Alicent. Seré cuidadoso. No haré nada que ponga en peligro a Aegon directamente. Pero no puedo ignorar la amenaza que representa Jacaerys. Debo encontrar una forma de controlar su influencia –concluyó, su voz llena de una mezcla de resignación y resolución.

Alicent lo miró por un momento, evaluando sus palabras antes de asentir.

–Muy bien, padre. Pero recuerda mis palabras. No toleraré ninguna acción que dañe a mi hijo. Ahora, si me disculpas, tengo asuntos que atender –dijo, dando la conversación por concluida mientras se giraba hacia la puerta, dejando a Otto reflexionando solo.

 Ahora, si me disculpas, tengo asuntos que atender –dijo, dando la conversación por concluida mientras se giraba hacia la puerta, dejando a Otto reflexionando solo

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Alicent salió de la habitación con pasos decididos, sus pensamientos aún girando en torno a la tensa conversación con su padre. Al cerrar la puerta, se encontró cara a cara con Ser Criston Cole, el capitán de su guardia, quien la esperaba con una expresión seria.

–Mi reina –saludó Ser Criston, inclinando ligeramente la cabeza en señal de respeto.

Alicent asintió, tratando de calmar las emociones que la conversación con Otto había despertado en ella.

–Ser Criston, necesito hablar contigo –dijo, su voz firme pero con un tinte de preocupación.

–Por supuesto, mi ali. ¿Qué ocurre? –preguntó Ser Criston, notando la tensión en los ojos de Alicent.

Alicent lo miró fijamente, sopesando sus palabras.

–La situación con Jacaerys Velaryon está volviéndose cada vez más complicada. Mi padre está preocupado por su influencia sobre Aegon y la posible amenaza que representa para nuestra familia –explicó.

Ser Criston asintió, escuchando atentamente.

–Entiendo, ali. ¿Qué necesitas de mí? –preguntó, siempre dispuesto a servirla.

–Necesito que mantengas un ojo vigilante sobre Jacaerys. No actúes a menos que sea absolutamente necesario, pero infórmame de cualquier movimiento o acción sospechosa. Y, si llega el momento en que debamos intervenir, quiero que seas extremadamente cuidadoso. No podemos permitir que esta situación se salga de control –ordenó Alicent, su voz firme pero cargada de preocupación.

–Lo haré, mi reina. Puede contar con mi lealtad y discreción –respondió Ser Criston, su expresión seria mientras aceptaba la responsabilidad.

–Gracias, Criston. Confío en ti para manejar esto con la delicadeza que requiere.

"The dragon jewel"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora