Aegon caminaba con pasos cautelosos por los pasadizos secretos de la Fortaleza Roja, esos corredores oscuros y angostos que parecían contener más secretos de los que cualquiera se atrevería a descubrir.
El joven príncipe se había acostumbrado a vagar por esos lugares en busca de tranquilidad, alejado de las miradas y las tensiones constantes que lo rodeaban.
Sin embargo, aquella noche, la calma del pasadizo lo llevó a un rincón donde las sombras susurraban algo más peligroso que cualquier eco.
Se detuvo en seco cuando escuchó voces al otro lado de una pared. El lugar, silencioso como una tumba, amplificaba cada palabra con claridad.
Reconoció al instante una de las voces: su abuelo, Otto.
—Baela era un movimiento necesario, pero no suficiente —dijo Otto, su tono calculador y frío—. La próxima pieza será mucho más difícil de mover.
—¿Jacaerys? —respondió otra voz, desconocida para Aegon.
Un silencio pesado siguió antes de que Otto hablara de nuevo.
—Exactamente. Con él fuera del camino, todo estará finalmente en su lugar.
Aegon sintió que el aire se volvía más espeso, como si cada palabra lo aplastara un poco más. Su pecho se llenó de un miedo helado al comprender el alcance de lo que estaba escuchando.
"¿Fuera del camino?"
¿Qué significaba eso exactamente? ¿Un atentado? ¿Una traición?
El príncipe retrocedió un par de pasos, intentando que su respiración no lo delatara. Su mente corría en círculos, buscando una manera de procesar lo que acababa de oír.
Otto continuó:
—Debe hacerse con cuidado. Si cometemos un error, todo lo que hemos construido podría derrumbarse.Aegon apretó los puños.
Su abuelo no solo planeaba algo contra Jacaerys, sino que lo hacía con una frialdad que lo horrorizaba.
De repente, el crujido de una bota lo devolvió a la realidad.
Una de las personas en la sala parecía estar moviéndose hacia la puerta.
Aegon no podía quedarse allí más tiempo. Giró sobre sus talones y corrió de regreso por el pasadizo, el corazón latiendo con fuerza, sus pensamientos atormentados por lo que acababa de descubrir.
¿Qué debía hacer? ¿A quién podía confiarle esta información? Una cosa era segura: ya no podía ver a su abuelo de la misma manera.
Aegon caminó a paso firme, con el rostro encendido de furia y el corazón golpeándole el pecho como un tambor. Apenas había salido de los pasadizos, su mente solo podía pensar en una cosa: su madre. Si Otto estaba detrás de algo tan retorcido, ¿acaso Alicent no estaba al tanto?
Subió las escaleras hasta llegar a los aposentos de su madre. Sin molestarse en anunciarse, empujó las puertas y entró, encontrándola sentada junto al fuego, revisando algunos documentos.
Alicent levantó la vista, sorprendida por la entrada abrupta de su hijo.
—¿Aegon? ¿Qué ocurre?
—¿Qué ocurre? —repitió él, la voz cargada de rabia mientras cerraba la puerta tras de sí—. ¡Eso quisiera saber yo, madre! ¿Acaso crees que soy un estúpido?
Alicent frunció el ceño, poniéndose de pie con rapidez.
—¡No te atrevas a hablarme así! Explícate de inmediato.
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"The dragon jewel" -Jacegon
Fanfic"Era más bello que la blanca luna, era más ardiente que el mismo fuego de dragón, Aegon Targaryen era una verdadera joya"