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Maddie Holmes.

Semana #1, Nueva York.

Maldita vieja de al lado con su perro ladrando toda la noche sin parar ¡no me dejó dormir!, maldita ciudad, maldita yo y maldita familia adoptiva de musulmanes. Maldito todo.

¿Que por qué maldecía tanto? ¡La respuesta es simple!

¡Odiaba estar en esta maldita ciudad!

Me había mudado aquí hace tres años, mi mamá decidió enviarme aquí porque quería que tuviera la mejor educación de todas; la que no pude tener en Castle Combe y no sé cómo mierda terminé viviendo en un departamento con una familia adoptiva musulmana.

El maldito pronostico del tiempo del canal 5 no mintió esta vez, con este clima me estaba congelando hasta las partes en las que no entra la luz. No es que me la pasara viendo ese programa, casi todos los habitantes se vivían quejando de sus pocos aciertos en el clima, mi "familia" musulmana veía cada mañana ese programa... tonto.

Eso era lo que odiaba de esta puta ciudad, aparte de su gente... los climas aveces eran más cambiantes que una adolescente.

Según mamá Abir hoy era mi primer día de escuela, ya iba a empezar mi primer día de secundaria; empezaría mi último año, luego, la maldita universidad.

Pero como de costumbre decidí que faltaría, no quería ver como mis tontas compañeras me abrazaran diciendo cosas como "¡Maddie! ¡Te extrañé tanto!" cuando ni siquiera se acordaron de mí en las vacaciones.

Claro, mis clases eran de mañana mientras que en las tardes debía de trabajar. Trabajaba en una cafetería... no lo hacia por necesidad, sino que necesitaba dinero para pagar las cosas por las cuales mi mamá no quería darme dinero. Así que cada vez que no voy a la escuela debo cumplir mi turno en la mañana para así no tener que venir en las tardes.

Mientras iba caminando pacíficamente por las calles de la ciudad sentí un gran empujón que juraba que me caería de boca y romperme todos lo dientes.

—¡Hey, Maddie Maldición!

Ah, claro. Tenía que ser él otra vez.

—¡Michael Gordon! ¡¿Cuántas veces te he dicho que no me empujes así?!

—No digas mi segundo nombre, Maddie Maldición —dijo haciendo puchero.

—Y no me digas así tampoco.

Sí, Maddie Maldición, ese era el apodo que tenía para mí desde el día que nos conocimos. Según él, yo maldigo mucho.

—Maddie Maldición —repitió con una sonrisa burlona.

—¡Maldito! —grité harta. Él sabía cómo sacarme de mis casillas.

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⏰ Última actualización: Jul 02, 2015 ⏰

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