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Después de 100 años.






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Alejandro se encontraba esperando a las afueras de la casa de Ansu, no era tan grande por fuera pero a simple vista era acogedora, más sabiendo que ahí adentro vivía su pequeña familia. El predio era lo suficientemente grande como para salir a correr con los cachorros, un jardín muy bonito que se imaginaba que Ansu cuidaba a diario. También podrá observar la casita de un perro, un ronroneo escapó de lo más profundo de su pecho. Y la espera continuaba mientras Federico llegaba para poder entrar a la casa de Ansu. 

—¡Bobby! —el grito infantil llamó su atención. 

—Lamine, bebé ten cuidado. —Observó a lo lejos como Ansu salía sujetando de la mano a la pequeña cachorra mientras el otro pequeño corría con una bolsa en la mano. Un perro mucho más grande salió de alguna parte del jardín, haciendo lucir aún más pequeño al morenito que reía ante las lamidas del gran canino. Lamine acariciaba la oreja del perro en lo que Ansu acercaba el comedero del mismo. Vio a la pequeña entregando una botella de agua. 
—Lua... bebé. Ayuda a tu hermano. —Ansu pidió con amabilidad. La pequeña niña se soltó de su agarre y con emoción vertió la comida con su hermanito. 
El perro esperaba de manera paciente para que las personitas acomoden su comida como debía estar, moviendo la cola.

—Come Bobby. —Lamine dijo con alegría, el perro obedeció su mandato de inmediato.  

Alejandro suspiró, un remolino de sensaciones llenaba su pecho. Esa era su pequeña familia, misma a la que le privaron su presencia por estos años. Observó como los tres entraron a la casa otra vez. 
Ahora debía de esperar a que llegue la hora donde venga Fede a hablar con Ansu sobre él. 



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—Deberías calmarte, tu aroma quejumbroso va a alterar a los pequeños. —Fede se quejó, Alejandro lo miró de mala gana. Entonces, el alfa uruguayo tocó el timbre y ambos escucharon los pasos resonar por toda la casa. El corazón de Alejandro se aceleró y la inquietud en su lobo aumentó, un sonriente Ansu abrió la puerta. 

—¡Choque! 

—¡Fedu! 

El pequeño choque en las piernas de Alejandro le hizo desviar su atención, los dos cachorros lo han empujado levemente entre risas, pero quedaron aferrados a su piernas con sonrisita mostrando sus dientitos blancos. Fede miró ofendido a los chicos porque lo dejaron con los brazos abiertos para ir a chocar contra su acompañante. 

En cambio, Ansu estaba perplejo, el día anterior no había podido dormir por estar pensando en el alfa. Los recuerdos de ellos juntos que se precipitan como cascada y fluyen rápido como un río. Su omega había quedado inquieto, incapaz de reconocer al mayor. 
Pero él lo recordaba, su propia mente lo traicionaba y terminaba pensando en más de una ocasión en él.

—Hola... —Federico saludó mientras entraba en la casa, pero los otros dos no. Ambos se quedaron mirándose en silencio en la puerta, ambos tenían tantas preguntas que hacerse, tantas cosas de qué hablar y muchas disculpas que darse. Después de ese incómodo silencio, fue Lamine quien interfirió y le dio un nuevo empujón. 
Ansu dejó un espacio y entró siendo tomado de la mano por el cachorro. 

m a d r i d  [ansubalde] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora