REGLA #3

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A Jimin no le gusta romper las reglas. Sabe que Daddy las ha creado para su bienestar y sobre todo para su comodidad.

No tiene problema con seguir cada una al pie de la letra, a excepción de esa vez que rompió la regla número uno, pero eso fue porque se vuelve un monstruo rabioso cuando tiene hambre y perdió el sentido. Pero aprendió que debe controlarse y no volvió a romper esa regla nunca más, ni ninguna otra. No debe ni quiere hacerlo, pero esta vez no es que quiera romper las reglas. Sobre todo, la número tres y una de las más importantes, aunque en retrospectiva, las cinco reglas que le dio Daddy al principio de su relación son lo más importante. Lo sabe, pero ¿cómo se supone que le dice a Daddy Yoongi que reprobó una clase y evita que se enoje con él?

Daddy le ha dado todo lo que necesita y hasta lo que no. Solamente para que Jimin pueda estar tranquilo, sin preocupaciones y se concentre en sus estudios. Para que sea un niño feliz en casa y un estudiante aplicado en la universidad. Daddy no le exige excelencia, pero sí que se esfuerce y lo haga muy bien porque confía en él.

Pero Jimin no tiene la culpa de haber reprobado la clase. El maestro de Historia del arte no le tiene buena voluntad a Jimin y no le quiso recibir el informe final de este parcial, con la excusa de haber llegado cinco minutos tarde y que su documento estaba asqueroso con los pequeños dibujos en las esquinas superiores de las hojas que Jimin usa como marcas de agua para sus trabajos. Son sólo unos pequeñitos sellos con la cara de un gatito. Tan pequeñitos que apenas se notan, pero el maestro es un ogro. Lo sabe el pequeño Jimin y el grande también.

Sin embargo, no quiere decepcionar a Daddy y ver su cara de reproche cuando se entere y eso es lo que tiene a Jimin considerando la idea de romper la regla número tres: "Nuca debe haber mentiras entre Daddy y su bebé".

Si miente estará en problemas, pero si no lo hace Daddy se va a enojar mucho y Daddy enojado es sexy, pero aterrador y eso se le hace tan injusto.

—Bebé, ven acá.

Dios. Jimin quiere esconderse entre todos sus juguetes y no salir de ahí nunca, pero no puede ignorar a Daddy. Así que, con pasos pesados va hasta el despacho de Daddy al final del pasillo principal de la casa y se para frente al escritorio de madera robusta, con la mirada en cualquier parte menos en la perfecta y hermosa cara de Daddy, las manos entrelazadas en la espalda y su peso apoyado en los talones.

—¿Sí, Daddy?

—¿Cómo te fue en la universidad hoy, cariño?

Daddy Yoongi es tan dulce y Jimin de verdad no quiere verlo molesto. Y todo lo que logra responder es:

—Muy bien, Daddy —y Jimin se odia a sí mismo por romper las reglas de ese modo.

Y también sabe que Daddy no le cree ni una sola palabra, porque lo está apuñalando con esa mirada que dice que puede oler la mentira a kilómetros.

—Sabes cual es nuestra tercera regla ¿Verdad, bebé?

Ay.

—Sí, Daddy.

—Entonces, ¿Por qué siento que estás rompiéndola justo ahora? ¿Qué sucede?

Jimin no sabe ni cómo ni en qué momento, pero sus manos están sobre sus mejillas y no puede dejar de sollozar como un bebé. Se siente como un bebé, aunque sabe que tiene que enfrentarse a Daddy cómo un adulto porque la universidad es demasiado importante para hablar de ella cuando está en ese espacio en el que se siente como un niño de seis años. Pero de todos modos está llorando porque se siente terrible.

Terrible por haber reprobado y terrible por haber mentido a Daddy, aunque resultó ser un muy mal mentiroso.

—Lo siento tanto, Daddy —hipa sin poder controlarlo—. Lo siento.

Las reglas de Daddy #1 |YM| +21Donde viven las historias. Descúbrelo ahora