Las eduanas vienen esperando por siglos a la enviada prometida por Weined de Fel, aquella que vendría cuando el mundo ya se hubiera reducido a cenizas, envuelta en un fuego verde y que haría que la raza de las eduanas fuera querida por los Nuevos Re...
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3 a 5 de orfebre, año 5779.
Si osara negar dichos objetivamente simples, estaría negando ubicar necesidades claras, usuras, excepcionales, reales para otros.
«¿Qué hiedras se le responde a eso? ¿Gracias, me alegro, tú también, estás más atractivo que cuando te conocí...?» Directamente no tenía idea de qué se suponía que estaba haciendo, completamente perdida en que Darau estaba cerca (no del todo, pero casi) y las ganas de acercarme hasta que pudiera rodear su cuello. En cualquier otro momento consideraría la posibilidad de haber comido alguna fruta pasada de madurez o algo similar, pero no; Cirkena sagrada, ¡había estado peleando contra él hasta hacía menos de media hora! Sentía que había ganado todo con esas palabras, le daba más vueltas de las que debería. «Dale una respuesta, maldita sea», me reprendí, sacudiendo la cabeza.
-No creas que me vas a distraer con halagos -grazné, ganando una sonrisa que me dejó las rodillas temblando y el corazón dando saltos. Y cuando dio un paso hacia mí, obligándome a levantar la cabeza, estaba a dos segundos de volverme un charco de agua bajo su mirada.
-Tendré que cambiar de táctica entonces -murmuró, inclinándose y acariciando mi mejilla con una delicadeza que me dejó la piel de gallina y sin aliento. Dejé de pensar de inmediato, demasiado perdida en sus ojos, en cómo se iba inclinando hacia mí, tratando de no salir corriendo o pegarme a él como si fuera una enredadera. Respiré hondo, esperando aclararme un poco la cabeza, pero terminé con lo que sólo podía asociar como el olor de Darau, uno fuerte y que me recordaba a los pinos.
Di un paso hacia atrás, viendo cualquier cosa menos a él. El corazón me latía con fuerza contra las costillas, las piernas estaban a un segundo de fallarme. Parte de mí quería quedarse cerca, cerrar los ojos y rogar que me besara; también quería respuestas, y Darau no parecía estar dispuesto a dármelas. Antes de que pudiera decir algo, él estaba de nuevo a un suspiro de distancia, tomando mi rostro con ambas manos, acariciando mis mejillas con sus pulgares.
-¿Qué te pasa? -susurré, apoyando mis manos contra su pecho. Era incapaz de verlo directamente a los ojos, pasando mi mirada de aquellos irises verdes a sus labios. Tenía que frenarme ante la necesidad de ponerme en puntas, de enredar mis brazos tras su cuello para que su rostro estuviera a mi alcance.
Una sonrisa lobuna se hizo presente en su rostro y me declaré irremediablemente perdida.
-¿Quieres averiguarlo conmigo? -respondió, casi rozando sus labios con los míos. Y eso fue lo que bastó para que cerrará por completo la distancia entre ambos.
En un instante, sus brazos pasaron de mi rostro a mi cintura, pegándome a su cuerpo. Sus labios eran más suaves de lo que recordaba, y la barba apenas era un ligero pinchazo que me enloquecía. Si me dejaba guiar por las sensaciones, estaba rodeada de todo lo que podía ser parte de él, su olor, la fuerza con la que me sujetaba contra el cuerpo, la fiereza con la que besaba. Sentí sus dientes chocando con los míos, haciéndome reír por lo bajo. Enredé mis dedos contra el pelo de su nuca, dando un ligero tirón, queriendo acercarlo más a mí.