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A Atenas le encanta destruir a Londres en la cama, hacerlo suyo por completo durante horas. Lo más divertido para él es cogerlo con su traje puesto, pues lo excita ese pensamiento de "pervertir" a una persona que se ve tan "correcta".
El londinense mantenía su rostro apoyado contra el frio escritorio de madera cara que tenía en su oficina, siendo embestido con brutalidad por su amado novio, quien había llegado sin previo aviso para darle una sorpresa. Bombones, flores, y una invitación para ir al teatro en la noche. Parecía ser un muy lindo plan para festejar un año más de relación juntos.
No podía moverse de su lugar, Atenas se movía con tanta fuerza que lograba dejarle los glúteos más que colorados, notándose aún más por su piel blanquecina.─A-Atenas! F-Fuck, ah!─se encogía en su lugar, arañando el escritorio que se movía fuertemente con las estocadas, provocando un estruendo grande. Las cosas que habían allí arriba (tales como papeles, plumas, y sellos) habían comenzado a caer al suelo con más continuidad.
El chapoteo entre sus pieles era intenso, había un contacto muy húmedo entre sus intimidades debido a la cantidad de lubricante que estaban usando en ese momento. Atenas gemía y jadeaba grave, viendo hacia abajo como los glúteos de su novio rebotaban con cada movimiento que daba. Se le hacía inevitable el darle nalgadas a cada rato, apretarle las nalgas para dejarle las marcas de sus largos dedos.─Ah... Londres... Te ves tan lindo, mm...─le apretó más fuerte los cabellos para mantenerlo bien quieto, posicionando su mano libre sobre la cintura del contrario, acariciando la misma.
Manteniendo todo el falo dentro, generando un choque intenso entre su glande y la próstata del contrario. Ya se había corrido dos veces, y eso lo hacía todo aún más caliente. Lo volteó con cuidado pero rapidez, logrando que quede con el pecho hacia arriba. Le abrió las piernas para poder meterse entre ellas y ver el desastre que estaba hecho allí abajo, goteando semen y con los muslos llenos de chupetones y mordidas, que de hecho varios no eran tan recientes.
Sonrió ladino, subiendo de a poco la vista hasta encontrarse con el rostro de su novio. Se acercó a este, deslizando su gran mano por el abdomen del contrario hasta llegar a su cuello, el cual apretó con fuerza para levantarlo un poco.─Que linda carita tienes, amor, todo lloroso y rojito para mi.─rió leve, subiendo un poco más hasta agarrarle las mejillas con sus dedos índice y pulgar, apretando.─¿Eres mi linda perrita, mm? ¿Te gusta que te coja así?─le dio una fuerte estocada que casi provocó que el alma de Londres se despegara de su cuerpo.─¿Así te gusta? ¿Que te hable sucio? Eres un pervertido, amor, quién diría que bajo ese traje y ese cabello bien arreglado, se encontraría una putita de este nivel...
Los cabellos de Londres estaban totalmente desacomodados a pesar de que se había peinado con algo de gel en la mañana. Su rostro lleno de lágrimas, su mirada perdida, sus mofletes y nariz coloradas, sus labios hinchados y con hilos de saliva que desbordaban hasta su mentón. Aunque la parte favorita de Atenas, era ver como esos lentes se movían y quedaban torcidos tras un par de estocadas más.
Aún sosteniéndolo comenzó a moverse con más rapidez e intensidad que antes, logrando tener bien cerca el rostro de Londres para poder verle las expresiones. Podía ver como lo disfrutaba, con cada gemido que soltaba, la manera en la que jadeaba su nombre. Incluso cuando no le salía ningún sonido por el placer, lo excitaba más. Tenerlo con los pantalones bajos, su camisa semidesabrochada por debajo de los hombros, su corbata rodeándole el cuello. Sus pezones rojos, brillosos por la saliva de sus labios.
