"El Susurro de la Redención"

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Capítulo 3

La noticia de la victoria de Eliora se extendió por el reino como un fuego sagrado, una llama que no solo consumía la oscuridad sino que también iluminaba las esperanzas de los corazones desesperados. Los rostros de los habitantes del reino oscuro reflejaban una mezcla de admiración y asombro, esperando ver a la joven que había enfrentado a los demonios y sobrevivido.

Pero Eliora no buscaba fama ni reconocimiento. Su corazón, un faro de convicción inquebrantable, estaba enfocado en la próxima prueba, en la siguiente batalla que se avecinaba, sabiendo que cada victoria era solo un paso más en su camino de fé.

El tercer endemoniado era diferente. No era un hombre corpulento ni un príncipe atormentado. Era una mujer, una anciana cuyos ojos reflejaban siglos de sabiduría y dolor, una mirada que había visto el alba y el ocaso de incontables eras. La llamaban "La Madre de las Sombras", y se decía que había sido poseída por un demonio ancestral, un espíritu maligno que había vagado por la tierra desde tiempos inmemoriales, sembrando desolación y desesperanza.

Eliora fue llevada a la celda de la anciana. La atmósfera era densa, cargada de una energía que parecía palpitar en el aire, un miasma de oscuridad que se retorcía y se enroscaba como serpientes en un abismo sin fondo. La anciana la miró con ojos que parecían ver más allá de su carne y hueso, una mirada penetrante que buscaba las profundidades del alma. "Eres la joven que ha desafiado a los demonios", dijo con una voz que resonaba como el viento entre las hojas, un sonido que llevaba el eco de mil lamentos. "¿Qué te hace pensar que puedes liberarme?"

Eliora no dudó. "Mi fé en Dios", respondió con una voz serena, un río de certeza que fluía desde su corazón. "He visto su poder en acción, y sé que nada es imposible para Él".

La anciana sonrió, pero no era una sonrisa amable. Era una sonrisa que hablaba de conocimientos prohibidos y verdades ocultas. "He visto imperios caer y dioses olvidados", dijo con un tono que insinuaba secretos antiguos y oscuros. "¿Crees que tu Dios es diferente?"

Eliora se arrodilló y comenzó a orar. Sus palabras eran un río de luz que fluía desde su corazón, un canto de fé que se elevaba por encima de la oscuridad, un mantra de esperanza que desafiaba la desesperación. "Señor, dame la fuerza para enfrentar este mal", suplicó. "Que tu voluntad se cumpla, que tu luz disipe las sombras que acechan en el alma de esta mujer".

La anciana se retorció, su cuerpo temblando como una hoja en la tormenta, una tormenta de emociones y poderes antiguos que luchaban por mantener su dominio. "¿Qué haces?", gruñó con una voz que ya no era humana, una voz que era un coro de ecos malignos. "¿Por qué no me atacas? ¿Por qué no desatas tu ira contra mí?"

Eliora se mantuvo firme, su postura era la de una guerrera de la luz, una defensora de la verdad. "No luchamos con espadas ni puños", dijo con convicción. "Luchamos con la verdad y la fé, con el amor y la compasión. Estas son nuestras armas, y contra ellas, no hay oscuridad que prevalezca".

El demonio dentro de la anciana rugió, un rugido que sacudió los cimientos de la celda, que resonó a través de los pasillos y las mentes de aquellos que escuchaban. "¡No eres rival para mí!", exclamó con furia, "Soy más antiguo que las estrellas y más poderoso que los dioses que los hombres han adorado y temido".

Pero Eliora no se inmutó. Su fé era un escudo impenetrable, su esperanza una espada que cortaba la desesperación. "En el nombre de Jesús", declaró con una voz que era un canto de victoria, "te ordeno que salgas de este cuerpo, que dejes en paz a esta mujer y regreses al abismo del que nunca debiste haber salido".

La anciana se arqueó hacia atrás, su boca abriéndose en un grito silencioso, un grito que era el lamento de un espíritu derrotado, la súplica de una sombra que se desvanecía. Y entonces, con un último estertor, el demonio fue expulsado, dejando a la anciana en el suelo, débil y frágil, pero libre al fin.

Eliora la ayudó a levantarse, sus manos eran el toque sanador, la promesa de un nuevo comienzo. "Cristo te ama", le dijo con ternura. "Y su amor es más fuerte que cualquier sombra, más brillante que cualquier estrella, más eterno que el mismo tiempo, su amor es incondicional, no lo dudes "

La anciana la miró con gratitud y tristeza, sus ojos ahora limpios de la oscuridad que los había consumido. "No puedo volver atrás", susurró con una voz que era un murmullo de hojas secas. "He vivido demasiado tiempo con esta oscuridad, he visto demasiado para olvidar".

Pero Eliora no se rindió, su espíritu era indomable, su corazón un faro de redención. "La redención es posible", afirmó con una fé que movía montañas. "Nunca es demasiado tarde para volver a la luz, para encontrar el camino de vuelta a casa"
"Su palabra dice Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.
Él no tiene acepción de personas no importa lo que hayas hecho lo importante es que te arrepientas y decidas ser una nueva persona, y por supuesto con la ayuda del Espíritu santo de Dios, recuerda el te espera como un padre, está con los brazos abiertos esperando que su hijo vuelva a casa"

Eliora enfrenta a un enemigo ancestral. ¿Qué más secretos y desafíos aguardan en las sombras? ¿Qué pruebas pondrán a prueba su fé y su valor? Solo el tiempo lo dirá, y el susurro de la redención es un canto que aún resuena en el aire, esperando ser escuchado...

"La Espada de la Fe: La Leyenda de Eliora"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora