Daenerys Targaryen, conocida como "la dulzura del reino", era la personificación de un ángel. Apenas contaba con ocho años de edad, pero su presencia irradiaba inocencia y ternura, envolviendo a todos a su alrededor en un hechizo encantador.
Como la única hija de Leanor Velaryon, Daenerys recibía toda la atención y el cariño de su padre. Leanor siempre estaba presente cuando ella lo necesitaba, compartiendo momentos de juego, narrándole fascinantes historias y enseñándole el alto valyrio, incluso la llevaba consigo en sus travesías marítimas.
Mientras tanto, su madre, Rhaenyra, dedicaba más tiempo a sus hermanos varones. Aunque Daenerys amaba profundamente a su madre, había notado que no compartían tantos momentos juntas como ella hubiera deseado.
Un día, mientras jugaba en los jardines del castillo, Daenerys se encontró con su madre, quien parecía sumida en pensamientos profundos, decidida a expresarle sus sentimientos, se acerco tímidamente
—Mami, ¿podemos hablar? —preguntó con voz suave.
Rhaenyra la miró con sorpresa no había notado su presencia, pero luego asintió con una sonrisa y se sentó en un banco de piedra junto a ella. —Por supuesto, mi querida Daenerys. ¿Qué te preocupa? —respondió, acariciando con ternura el cabello de su hija.
Daenerys tomó aire antes de hablar, sintiendo un nudo en la garganta.
—Mami, ¿He hecho algo que te haya disgustado?— Rhaenyra la miró sin comprender a que se debía la pregunta.— últimamente siento que pasas más tiempo con mis hermanos y esta bien, se que son menores y requieren tu atención, pero siento que no quieres estar conmigo más. —confesó Daenerys con sinceridad, mirando a su madre con ojos suplicantes.
Rhaenyra se sintió incomoda por la confesión de su hija. Sabía que Daenerys era diferente a ella, y eso le recordaba demasiado a su rival, Alicent, además de que su relación estrecha de su hija y la reina no ayudaba.
—Mi dulce Daenerys, lamento si te he hecho sentir así. No quiero que pienses que te he abandonado. Siempre estaré aquí para ti, mi pequeña princesa —aseguró Rhaenyra con voz suave, intentando ocultar su incomodidad.
No podía evitar sentir que su madre la miraba con una mezcla de desdén y decepción, especialmente porque era muy diferente a ella. Mientras Rhaenyra era audaz, decidida y ambiciosa, Daenerys era dulce, compasiva y amable, le gustaban las cosas típicas de una dama, era una completa señorita, lo que le hacía pensara a Rhaenyra que su hija era débil.
Pero el cariño jamás le faltaba. El rey Viserys siempre compartía las tardes tomando té con la pequeña princesa de sus ojos, en las que en ocasiones su tía Helaena se les unía, compartiendo una gran tarde. Inclusive la reina Alicent adoraba a la princesa, a pesar de ser hija de Rhaenyra y la enemistad que tenía. Admitía que era adorable, y en realidad no podía resistirse a ella.
Daenerys se aferraba a esos momentos de felicidad con su padre, sus abuelos y sus tíos, sintiéndose amada y valorada en su presencia. Aunque sabía que la relación entre su madre y ella no era tan cercana como la que tenía con ellos, encontraba consuelo en el afecto incondicional de su familia
Su abuelo, el rey Viserys, observaba con nostalgia cómo Daenerys parecía congeniar muy bien con su hija Helaena. A diferencia de su habitual reserva, Helaena se mostraba más extrovertida en presencia de Daenerys, como si esta última lograra sacarla por un momento de su caparazón. Viserys no pudo evitar sentirse conmovido por esta conexión entre sus dos adoradas princesas.
Viserys observó a su nieta con detalle, sintiéndose nostálgico al recordar a su fallecida y amada esposa, Aemma. La pequeña Daenerys siempre adornaba su cabello con numerosas joyas y tiaras, disfrutando de la sensación de ser una verdadera princesa. Sin embargo, notó algo nuevo entre los accesorios de su nieta: una tiara de acero valyrio, repleta de pequeñas piedras de zafiro con incrustaciones de conchas marinas. Era una pieza impresionante, pero el uso de tiaras o coronas estaba prohibido para cualquiera que no fuera el rey o la reina, a menos que las princesas tuvieran algún evento especial que lo justificara. Viserys, sin embargo, olvidaba esta regla cuando se trataba de su nieta.
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DRAGONS BLOOD
FanficComo dicen cada que nace un Targaryen los dioses lanzan una moneda al aire para ver cuál será su destino: de un lado se encuentra la grandeza y por el otro la locura imperdible, el mundo pronto descubriría de que lado cayó la moneda de Daenerys.