𝐈𝐈𝐈. 𝐍𝐮𝐞𝐯𝐚𝐬 𝐡𝐚𝐛𝐢𝐥𝐢𝐝𝐚𝐝𝐞𝐬.

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Al día siguiente Hazel se despertó gracias a que su reloj sonó, al apagarlo no contó que al golpearlo este quedaría destrozado totalmente

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Al día siguiente Hazel se despertó gracias a que su reloj sonó, al apagarlo no contó que al golpearlo este quedaría destrozado totalmente. Se levantó de su cama bastante confundida y se dirigió hacia su baño mientras se estiraba.

Al entrar al baño y verse en el espejo noto algo diferente, pero no sabía que era exactamente, había algo que la hacía ver diferente. Miro su mano y la mordida seguía ahí, pero ya no estaba tan marcada como el día anterior.

Abrió la llave del grifo, pero esta salio disparada y el agua salio con tanta presión qué no podía detenerla solo con la mano. Intento lanzar su sudadera sobre la llave pero la prenda no se despegaba de sus dedos, era como si se la hubiesen pegado con algún pegamento industrial. Por más que jalo la prenda no salia, hasta que finalmente se rompio, formando un puchero en la ojiazul. Después de todo, puso lo que quedaba de su sudadera en la llave y salió con cuidado del baño tocando solo con las puntas de las manos la perilla.

Se quito sus prendas y al quedar únicamente en ropa interior se miro al espejo y se dio cuenta de otra cosa, ya no estaba delgada como antes, ahora su abdomen estaba marcado y había ganado masa muscular. Se miro con impresión mientras hacía poses raras, dio un salto cuando un toque en su puerta se hizo presente.

— Hazel, nena, ¿cómo te sientes? — hablo su madre del otro lado de la puerta esperando una respuesta. — ¿Hay algún cambio?

— ¿Un cambio? — Hazel se miro nuevamente al espejo y sonrió. — Si, un gran cambio.

— Me da gusto, cariño, ahora cámbiate que se te hace tarde para la escuela. — ordeno y la ojiazul asintió a pesar de que su madre no la viera.

Se comenzó a cambiar pero al ponerse su pantalón este le quedaba muy arriba del talón, dejándola confundida. Tomó otro pantalón e igualmente este le quedaba muy chico, y al final opto por ponerse el más grande que tenía, aunque igualmente no era de su talla.

Al bajar a la cocina ya lista, su madre se giro y dio un salto cuando vio de pronto a Hazel parada ahí. Pero había algo muy diferente en ella, la chica ahora era más alta, de un momento a otro había ganado peso y sus facciones ahora estaban más marcadas. La mujer ladeo la cabeza y entre cerró los ojos.

— ¿Desde cuando haces ejercicio, cariño? — Hazel la miro extrañada y negó. — Si lo haces por esa chica, la que tienes de fondo en tu teléfono, ¿cómo se llama? Ah si, Wendy. No tienes que cambiar por alguien, Haze, te debe amar tal como eres. — Hazel se puso colorada y desvio la mirada.

— Sé llama Gwynn, mamá, y la verdad no sé de qué hables. — la ojiazul hizo una mueca pero al recordar algo sonrio con nerviosismo. — Por cierto ella vendrá hoy porque tenemos que hacer un proyecto juntas. — sonrió tímida y su madre sonrió.

— Ella es bienvenida aquí, cielo. — le dio un beso en la frente y sonrieron. — Prepararé algo rico.

— Gracias, mamá. — sonrió y escucharon el autobús acercarse. — Tengo que irme ya, ¡te amo!

𝘙𝘰𝘴𝘢𝘴 𝘙𝘰𝘫𝘢𝘴 || Hazel Callahan Donde viven las historias. Descúbrelo ahora