Supongo que a estas alturas ya no hace falta que te advierta que si sigues leyendo esto estarás inmerso en una historia desastrosa de la que ni yo mismo sé cuál será el final. No sé si será un final feliz, un final trágico o un final irónico, aunque teniendo en cuenta en el momento tan surrealista en el que me encuentro, yo apostaría por la última opción.
Mi sobrino ya me había preguntado antes, pero nunca me dijo con certeza hasta la noche anterior que sabía que estaba enamorado de su madre, pero ahora que lo pienso, es posible que lo supiese desde hace tiempo. Un día apareció por casa y me preguntó por qué Luffy nos dio una paliza a Sabo y a mí y tuve que confesar que fue porque me sentí traicionado por su padre al saber que empezó una relación con quien en su momento fue mi mejor amiga.
— Tío Ace, eras un desastre. —recuerdo que fue lo primero que se escapó de sus labios mirándome con desaprobación.
— Eh, deberías darme las gracias. Si yo no hubiese sido tan desastre, tú jamás hubieses nacido.
Mis palabras lo hicieron reflexionar logrando que asintiese.
— Quizá sí, pero al menos tendrías una relación normal con mamá.
Su mirada triste me dio a entender que sufría el hecho de que su madre y yo no pudiésemos tener más que una relación cordial.
— Lo siento, enano, supongo que es culpa mía.
— Supones bien. —me contestó con una sonrisa arrogante que sabe que me saca de quicio.
— ¿Puedes dejar de ser tan pedante como tu padre?
— Algo más aparte del color de pelo tendré que haber sacado.—me respondió sin pudor alguno sacándome la lengua.
Y ahora mismo, tras la confesión que ha hecho frente a su madre, sé que es muy probable que la inteligencia, el cabello rubio y la pedantería sean los tres únicos rasgos que tiene de su padre, porque la imprudencia es una característica muy mía. De hecho, estoy seguro de que la ha tenido que aprender de mí y por eso estoy metido en este lío.
Law acaba de confesarle a su madre mis sentimientos por ella. Los sentimientos que llevo intentando ocultar casi veinte años. Y lo ha soltado sin detalle, eh. Como si los dieciséis años que llevo sufriendo en silencio por su madre se pudiesen resumir en un simple grito como él mismo ha hecho.
Me había visto envuelto en una guerra que no era capaz de ganar desde el principio. Mi sobrino me ha vencido definitivamente, esto está claro, porque no soy capaz de articular palabra. Miro con pánico a _____, quien mira atónita a su hijo. Creo que no se atreve a mirarme y la verdad es que en estos instantes lo agradezco, porque me encantaría que no volviese a mirarme nunca. De hecho, me encantaría que ahora mismo se abriese un puto agujero en el suelo y me tragase desapareciendo así para los restos.
De repente ella me mira a mí, con una mirada que me transmite que, al igual que yo, no sabe que decir o hacer. Debo verme muy pálido, porque su expresión se suaviza y posa su mirada en su hijo de nuevo liberándome a mí. Doy gracias a dios o a quien sea que esté ahí arriba por eso, porque creo que no aguantaría su mirada sin llorar ni un segundo más.
— Pídele disculpas a tu tío, Law.
El enano se gira hacia mí con culpa, porque el maldito es consciente al escuchar la severidad en la voz de su madre de que me ha vendido.
— Lo siento, tío Ace. No me quiero justificar, pero tampoco es bueno que te pongas a mi altura porque yo tengo trece años y...
Quiero llorar y reír al mismo tiempo porque encima me está culpando a mí, pero sigo petrificado.