Parte 7

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Siguiendo las órdenes del rey, los guardias arrastraron a Aegon hasta sus aposentos y cerraron las puertas, con ellos afuera vigilando que nadie entrara o saliera a visitar al príncipe.

Aegon estuvo años escapándose y probando todo tipo de cosas, durmiendo en las calles o siendo arrastrado. Ser encerrado en su propio aposento a la espera de la decisión de su padre sobre si cortarle o no la lengua por llamar a los bastardos de su media hermana como lo que eran no significó gran castigo. No obstante, arrojó en cólera todo lo que tuviera encima de las mesas, pensando en cómo Jacaerys se burló frente a todos de Aemond y saldría impune otra vez. Su único alivio fué que pudo defender a su prometido, esperaba luego de esos golpes Jacaerys dejara de buscarlo.

Respiró hondo y alborotó su cabello con inquietud mientras venía a su mente la manera en que el mayor de sus sobrinos le mostró aquel anillo con la perla. Réplica del que una vez el mismo Aegon usaba todo el tiempo, como recordatorio de la promesa que el castaño le había hecho. Dejó de llevarlo consigo desde que se enteró del matrimonio de Jacaerys con la hermana de Cregan Stark, furioso por la traición.

Caminó con pasimonia hasta su mesita de noche y abrió el cajón de abajo hasta el fondo. Detrás de libros empolvados y su viejo juguete de madera con la forma de Balerion, estaba el desdichado anillo con una perla, abandonado junto al resto de objetos viejos.

Le echó un vistazo al juguete de Balerion, sosteniendolo entre su mano, sintiendo un golpe de melancolía. Sus únicos buenos recuerdos junto a su padre eran en su borrosa infancia, cuando le pedía que usara a Balerion para jugar con él porque había escuchado fué una vez jinete de dicho dragón. En ese tiempo donde aún no le había hecho sentir que estuvo mal por simplemente nacer y estorbarle a su media hermana sólo existiendo.

No recordaba muy bien la sonrisa amable del rey, apenas tenía unos cuatro años en aquel pasado lejano, pero sí tenía bien grabado aquella vez que su padre interrogó con amargura a un pequeño Aemond al borde del llanto, cuya versión de los hechos fué callada y en su lugar sólo se le exigía saber ante su cara ensangrentada sobre sus sobrinos. Los gritos de su madre suplicando a quien era su propio esposo por justicia a su sangre, clavados en su cabeza como si estuviera ahí nuevamente, le hicieron llenarse de determinación.

Aegon apretó los dientes y levantó el juguete, recogiendo en su mano restante aquel anillo para guardarlo en su bolsillo. Arrojó el Balerion de madera al fuego de su chimenea sin dudar, antes de tirarse en el suelo a dormir maldiciendo. Probablemente serían las últimas horas que tendría lengua, no podría más tarde.

Tarareó la canción que bailó con Aemond en su ceremonia de compromiso y rebuscó en su bolsillo un pañuelo de terciopelo negro. Su omega intentó bordarlo con lo que pretendía fuera Sunfyre, pero no tenía mucha experiencia y Aegon le dijo que así estaba bien, sólo ellos dos sabrían que era su dragón, como un secreto de pareja.

Lo acercó a su nariz y olfateó el aroma de las feromonas del omega en la suave tela, logrando que su sangre hirviendo así como su sien palpitando se fueran calmando, lo suficiente para relajarse y cerrar los ojos sobre la alfombra, aunque seguía su mente viajando a muchos recuerdos.

Flashback

Aegon está realmente agobiado, no tanto por el cansancio. En realidad, siente un poco de dolor de cabeza, estuvo las últimas dos semanas bastante corto de sueño. Ha tomado poco, lo cual es muy raro en él.

Ha necesitado mantener la mente cuerda, nada más ha bebido una copa por la mañana para controlarse. Está tan acostumbrado a andar ebrio que parece ser su estado normal.

Le saca cuatro años a su hermano menor, en su caso ya es mayor de edad por tanto la diferencia hacía que pasaran el tiempo mínimo juntos. Su relación era buena pero cada uno andaba en lo suyo, hasta que su hermano reclamó a la dragona. Cumplió su sueño pero el costo fué grande. Sus sobrinos eran al menos seis años menores, aún así estuvieron armados y Aemond al final fué quien más perdió. Viéndolo humillado y con dolor en todo su cuerpo, Aegon sintió por primera vez que Aemond lo necesitaba.

The Golden King and His Queen "One Eye"  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora