PRETIUM

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¡AAARHG! − − Un feroz grito que anuncio el inminente suceso... Entonces sus espadas chocaron mutuamente sobre sus cuerpos, creando un chirrido que se retumbo en el interior del oído –

Metralla y chispas esparciéndose por los aires cual humo... Desprendiendo sus dotes de virilidad, honor y valor a los ojos de cada espectador del gran coliseo.

¿Te entretiene, princesa? − − Pregunto el rey −

Aunque aprecio tu preocupación por mi estado de ánimo padre... Temo anunciar que no encuentro interés en estos actos de barbarie − − Respondió su hija, dejando en claro su inconformidad en dicho lugar –

− Tendrías que disfrutar de estos eventos hija mía, igual que tu madre... Son parte de nuestra...

Si me disculpas padre... Quisiera retirarme, no me encuentro del todo bien... Volveré al castillo para descansar – − Anuncio su hija, dejando al viento las palabras planeadas por su padre −

Como desees, Anneliese... Comandante, acompañe a mi hija

La princesa, quien harta de los constantes gritos y las expresiones de fuerza bruta, al cual su padre llama "espectáculo". Tomo a su pequeña mascota en brazos dejando atrás el suave asiento de piel escondido a las sombras, opacado del ostentoso y adornado trono de juegos del rey. Habiendo dejado atrás el palco real y con el ruido de los gladiadores siendo opacado por la cálida luz de la salida, la princesa avanzaba a través del pasillo, un tubular pasillo que daba paso a escasos rayos de la luz del crepúsculo, extendiendo la longitud de su sombra, desde donde era resguardada por la Guardia Real.

Encabezados por Anneliese, la Guardia Real desvió su camino del castillo y dejando atrás a los edificios más adinerados del sector, siguieron los pasillos y escaleras que descendían al suelo, donde las personas menos privilegiadas viven sus vidas. En Malta, no hay muestra alguna de pobreza, pero aquellos con más dinero siempre tendrán sus finos hogares esculpidos en piedra caliza, mármol y arcilla, protegidos y ubicados sobre las gigantescas rocas que componen y rodean a la ciudad... Mientras que aquellos sin el dinero habitan en las cercanías de los muros y a las orillas de los canales hídricos.

Era extraño que Anneliese fuera cuestionada por la "Comandante Scarlette" y demás miembros de la guardia real, pues la princesa era la única del linaje real Phuanzter que parecía demostrar el respeto y compasión por los valores que dieron luz a los Caballeros. Para cuando las escaleras finalizaron, habían llegado a la plaza de la ciudad, el mercado, el lugar donde los hogares y edificios que allí se encontraba cubría una extensión por cientos de metros al horizonte, todos ellos con una cosa en común, bases de piedra o roca y estructura totalmente en madera... Componían una pequeña vista de comodidad y tranquilidad a ojos de la princesa. Las tiendas, individuales o conjuntas son más llamativas por su mercancía a su apariencia, pues su mayoría están atendidas por los "Peregrini", personas que arriesgan sus vidas adentrándose en las profundidades de los Planicies, en busca de las mayores rarezas que puedan encontrar todo por ganar unos escasos doblones más en sus ventas.

Un precio demasiado alto... ¿Y para qué? − − Pensó la princesa, al tiempo que su mirada se tendía a su mascota, que permanecía cómoda entre sus brazos –

El grupo se adentró en el mercado, apreciando todo tipo de mercancías, materiales, telas, criaturas y comidas. Un sistema de propulsión MP-06, llamo la atención de la Comandante Scarlette, más luego de un pequeño vistazo esta se percató de la estafa que el Peregrini buscaba orquestar. Su brazo se recargo dejando su hombro expuesto tras su espalda, cada servo, cada articulación en su Jabalina se movilizo, cerrando su puño, duro como roca, con un solo destino, el Peregrini y su mercancía. Rápido cual rayo, su puño recorrió cada milímetro de camino, con la misión de drenar la vida del mercader, quien apenas pudo cerrar los ojos, preparándose para el impacto.

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