† Pacto sangriento †

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  Pov.Iris:

Aris lleva todo el día desaparecida y eso me preocupa, nunca acostumbra a volver tan tarde. Alcanzó a divisar los últimos rayos del Sol que se filtran a través de los cristales de su habitación. Suele llegar un poco antes para ayudarnos a poner las mesas, aunque precisamente hoy que tuve la conversación con mi madre le ha dado por volver casi al anochecer.

Termino de doblar el último vestido y lo guardo junto a los demás en la bolsa tejida. Llevo arreglando todo desde hace unos días, aunque le mentí a mamá con respecto a la solicitud. La he pedido desde hace tres meses, Aris está por cumplir sus 16 e imaginé que para esa fecha la estadía y protección se acabarían. No puedo dejar que vaya sola a tierras abandonadas, ya que estoy más que segura que es ahí a donde la enviarán. Su esencia es tan pura que llamará la atención de tan solo llegar, es un riesgo muy alto dejarla libre entre desconocidos.

Unos tímidos toques en la antigua puerta me hacen voltearme para ocultar la bolsa.

—Con permiso madre Iris, esperan por usted.—

Iré en un momento.— contesté  serena sin mostrar rastro de que estuviera guardando algo a mis espaldas.

Si...con permiso.—

A penas si abrió la puerta, Nía no lucía muy convencida con la respuesta por lo que decidí irme con ella.

—Vamos te acompaño.— me levanté y caminé en línea recta para que no se viera la bolsa. La de melena roja ni siquiera se tomo la delicadeza en disimular, dirigió su vista a lo que yacía encima de la cama. No tuvo tiempo de seguir husmeando, salí de la habitación tan rápido que parpadeó tres veces por la acción.

—¿Nía?...— no quería irse, ansiaba averiguar lo que ocultaba.

Iré en un momento debo...— sus tímidos y nerviosos ojos evaden los míos.

—¿Qué puede ser más importante que cenar junto a tus hermanas?.— le pregunté en tono autoritario.

Por supuesto que nada señora.— inclinó su cabeza en modo de respeto, y en cierto momento hasta sentí lástima por la joven. Nía es intachable, pero es demasiado curiosa.

—Lo imaginé, ahora acompañame las demás deben estar cansadas de esperarme.—

No obtuve respuesta de su parte, pero pude notar como desvió la vista al desgastado suelo de madera, se dió cuenta que había descubierto sus intenciones. Seguida de su delgada figura, caminamos rumbo a las amplias mesas que nos esperan cada noche en el inicio del bosque.

— Iris cielo, te he guardado un lugar. — Helena, una de las hermanas de mi progenitora suele hacerlo cada noche para así charlar durante la cena. Casi nunca podemos coincidir en el día, por lo que durante esta sagrada reunión nos ponemos al corriente. No tiene idea de mi traslado, y menos del de Aris.

— Gracias por hacerlo.— tomo el asiento que con gusto la castaña me guarda, acomodo mi vestido sintiendo su mirada en cada movimiento de mis manos. Han sido tantos los años conviviendo que en breve sé que me preguntará por mi niña, no dice una oración completa sin la mención de esta; y cabe resaltar que la consciente demasiado.

—¿Dónde está mi dulce Aris?...— busca con la mirada a la chica pero no logra dar con ella.

— No debe haber llegado...— respondo casual, temo de su reacción ante la posibilidad de que llegue a sus oídos nuestra partida. Helena y Aris son muy apegadas, sé que le será difícil de asimilar e incluso creo que pediría hasta un traslado con el fin de no apartarse de ella, por eso decidí irnos en silencio.

 Aris, El ángel que no debió pecar.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora