† Sueños vívidos †

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Pov. Aris:

Un suave susurro me despierta de la terrorífica pesadilla.

Aris... despierta cariño.—

La brillante y cegadora luz del comienzo del día le molesta a mis adormilados ojos. El angelical rostro de mi madre me da los buenos días con una resplandeciente sonrisa, una de sus manos acaricia con añoranza mis cabellos, como si nos los hubiese tocado ayer.

—Buenos días mamá— contesto devolviéndole el gesto. El olor inconfundible de la tarta despierta también a mi hambriento estómago.

—Te he traído tu favorita...

—Gracias, desde aquí puedo sentir el delicioso aroma. Aunque... ¿Moras o ballas?...

—Ambas cariño, le coloqué de la dos ya que nunca puedes decidirte por una.—

Es cierto, nunca puedo elegir por lo que termina añadiéndole las dos, y también una que otra infiltrada fresa. Estiro los brazos en dirección a la molesta ventana que colinda con la cama, como de costumbre anoche olvidé cerrar las cortinas.

—Cariño debes desayunar, dentro de poco vendrá Helena a buscarte.—

—Solo un poco más, anoche tuve una pesadilla y no pude dormir bien.— un pesado escalofrío me invade los huesos ante el vívido recuerdo.—Mamá fue tan real...— dije arrugando la seda de su vestido con las manos.

—En ocasiones los sueños pueden sentirse reales, tanto así que al día siguiente sigas afectado por este. ¿Cómo fue el que tuviste anoche?, ¿te gustaría contarme?.—

—Fue horrible, hice una cosa tan imperdonable que no podías ni siquiera mirarme a los ojos.— las imágenes arremetieron contra mi cabeza, el cálido Sol de afuera me invitaba a levantarme de entre las sábanas para recibir el día. Pero una extraña sensación impedía mis movimientos, como si el tacto de mi madre fuese algo melancólico, no tenía ganas de salir al exterior.

Aris fue un sueño, uno triste y aterrador por tu expresión pero solo fue eso. Verás que con el pasar del día lo irás olvidando, te prometo que antes de la cena ya no recordarás nada.— 

—¿Será?, ¿Y si es otra de mis visiones?. Madre, esta no sería la primera vez que tengo una.— no me asombraría si así fuese, he llegado a experimentar en más de una ocasión terroríficos sucesos. Y cada uno en cierto momento se fueron cumpliendo, añadiéndome más interrogantes del porque era la única en el reino que poseía dicha "maldición".

—Hace mucho que no las tienes, creí haberte dicho que ya no volverían. ¿No recuerdas?, yo misma me encargué de eso...

Justo cuando iba responder la puerta fue abierta de forma rápida, acompañada de un golpe seco al impactar contra la pared. Helena entraba sin permiso a mi habitación buscando algo de forma desesperada.

—¿Tía?...

—¿Aún sigues en la cama?, vamos niña levántate que se nos hace tarde.— abrió mi ropero y comenzó a sacar miles de vestidos, al parecer ninguno le convencía.

—¿Puedo saber que busca?, podría ayudarla y...—

—¿Dónde escondiste el vestido de la ceremonia?...— su mirada cambió a una llena de pánico y nervio.

—¿El qué?...— le pregunté desconcertada, que yo recordará hoy no habría ninguna celebración y mucho menos ceremonia.

Aris se nos hace tarde y todavía tenemos que arreglarte ese desastre de cabello, por favor dime donde está.— su mano derecha no dejaba de temblar ante mi negación, estaba viviendo un ataque de pánico ante mis ojos y no me atrevía a ayudarla.

 Aris, El ángel que no debió pecar.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora