- Creo que me gustas. – me dijiste tan nervioso con los ojos temblando.
No supe cómo reaccionar a aquello. Fue tan repentino que me quedé sin voz y sin aire. Jamás me había puesto a pensar en eso, me interesabas, claro. Pero no sabía qué decir.
Creo que notaste mi incertidumbre y me ayudaste a reaccionar luego de catorce largos segundos.
- ¿Pasa algo? – tu tono me indicaba una gran preocupación.
- Solo... no sé qué decir. – comencé a llorar y al instante pasaste tu pulgar por mi mejilla y me sujetaste el rostro con tus manos callosas por tantos tocar la guitarra.
- Dime lo que tú quieras decir. – levanté la mirada y vi una sonrisa, una sonrisa pura, hermosa. – Todo lo que quieras decir, no me molestaré por tu respuesta, siempre y cuando sea honesta. Siempre dicen que actuemos pensando e ignorando sentimientos, pero hay decisiones que le corresponden al corazón.
Solo bastó escuchar eso para saber qué decir.
- Tú también me gustas, Gian.
Levanté la mirada porque quería verte. Gian, estabas llorando, de felicidad. Tus lágrimas caían una tras otras y tú sonrisa no dejaba de crecer, tus ojos rojos pero achinados por tu sonrisa y tus mejillas sonrojadas hicieron que viera por primera vez en mi vida, que alguien me quería de verdad.
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No era feliz, tú tampoco
RomanceAbigail era una chica tranquila, pero infeliz. Pasaba por un cuadro de depresión y buscaba lo peor para ella, pero encontró alguien que la hará feliz. Aunque parece que no para siempre.