3, Aquí, donde vives

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"El no entender algo no nos tiene que volver crueles. No seas cruel con los demás."


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La vida en un pueblito aun de pocos habitantes no lucía nada fuera de lo común, por lo menos a primera vista. Casitas de tejuelas a borde de río, una única iglesia de madera tan antigua como el pueblo en si con sus tejuelas y vitrales sencillos que denotan la humildad de su comunidad.

Caminos de ripio y asfalto llegaban desde zonas más rurales hacia el centro donde conectaban con una gran avenida principal, la cual los llevaba hacia el norte directo a otras localidades, como Laguna Huelde; hacia el sur de esta gran carretera, se llegaba directo al cruce para ir a la capital central de la isla, siguiendo el camino del lago hasta Huillinco y mas allá.

Un pequeño pueblo en vías de transformarse en una gran comunidad, al menos en su centro urbano. Mientras que los alrededores consisten en parcelaciones, terrenos privados y comunitarios, valle y bosque por descubrir.

Un lugar pintoresco, casi ... mágico. Pero también hostil.

Cuando te quedas a vivir demasiado tiempo en un lugar comienzas a notar cambios en las personas como sutiles miradas, murmullos a tus espaldas o como los demás se tratan entre sí. Por motivos que Levi no podía explicarse a sus 13 años, todas las miradas y tratos se volvían más toscos si eras un Ackerman. Él sabía los rumores sobre su familia, los había escuchado en la escuela y prácticamente en todos lados y de quien fuera, pero no sabía hasta qué punto eran ciertos. Cosas que en su casa no se discutían o de tajo no en presencia suya.

Siempre hubo tantos secretos...

Había pasado un buen rato desde que salieron de la casa. Caminaba detrás del mayor en silencio sin nada que pensar salvo en la silenciosa incomodidad que sentía al irse al pueblo con Kenny.

Esta incomodidad no era solo suya, era de la madre porque se sabía que solo les esperaban desprecios y faltas de respeto o quizás algo mucho más, pero no quería pensar en eso, pese a como se sentía iba igual. Esperaba no tener problemas en el camino, fuera a donde fuera que iban o lo que hicieran.

Atrás a lo lejos, se perdía el camino de árboles y aquella dirección que lo llevaba a su lugar refugio: el bosque. De frente en cambio, comenzaba a ver las primeras casas y personas. Se frotaba las manos dentro de los bolsillos, no llovía, pero había la suficiente humedad como para tenerte con las manos frías.

Al pasar por la calle principal notó varios grupos de personas, ancianos y mujeres con sus hijos yendo en diferentes direcciones como de costumbre, unos se metían en los pequeños negocios a comprar sus cosas, otros paseaban o pasaban en sus camionetas con cargas de leña picada para sus hogares.

Lo que el Agua nos Dejó | LevihanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora