08. Toqueteos

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Cleo.

Mi horrorosa madre no trajo al mundo a una miedosa, quería dejarle eso bien claro a la italiana.

Y qué mejor que meterme en medio de una corrida de autos.
¿Era loco?
Puede que un poco, pero la bronca que le tenía me ayudó a juntar coraje para hacerlo.

Además, no le tenía miedo a un par de autos, y menos, si todos ahí estaban siendo manejados por personas con Superlicencias.

Los reflectores de varios colores me iluminaron mientras los autos estaban derrapando a pocos metros de mí.
El humo y el ruido no fueron un impedimento para lograr encontrar a la italiana detrás del volante. Además de que tenía un auto grafiteado con el número 43 y un montón de dibujos más.
Sin duda era bastante único.

Las luces iban y venían, pero entendí que capté la atención de Bella en el segundo que se detuvo en frente mío.

—¿Decís que soy miedosa? —Juro que casi pude distinguir sus ojos oscuros a pesar de que hasta su casco tenía puesto.

El motor de su auto rugió como respuesta y solo sonreí.

—Seguí con lo que estabas haciendo, italiana —dije quedándome de cuclillas frente al parachoques—. Sin presiones, claro.

Y eso hizo, porque su auto comenzó a moverse hacia mi izquierda.
Las ruedas resbalaban contra el suelo mientras poco a poco ella iba rodeándome en un círculo, pero en ningún momento dejé de verla.

Cuando logró completar la vuelta, o la especie de donut que estaba haciendo, el auto volvió a detenerse.

La italiana se bajó y no pude evitar quedarme viendo su ropa apretada.
Estaba usando una chaqueta de su escudería, pero debajo tenía unas calzas engomadas pegadas al cuerpo. Las cuales brillan con las luces.

—Te toca —dijo cuando se quitó su casco y movió su cabeza para acomodar su cabello rebelde—. Súbete.

—No pienso subirme a un auto con el número 43 —comenté asqueada—. Encima, patrocinado por Red Bull.

—Te subes —me entregó el casco y sus ojos se fijaron en los míos—, o juro que te rompo la boca de un beso.

Traté de encontrar algún tipo de señal que me dijera que estaba bromeando, pero Bella no bromeaba con esas cosas. Y simplemente me congelé.
¿Por qué carajos se le ocurría amenazarme con algo así?

¿Premio o castigo?

—Sería tan gracioso que todas estas personas y Malakai lo vieran... —comentó sin poder evitar sonreír.

Juro que casi la beso en ese segundo para demostrarle que no tenía vergüenza, pero por el bien de mi relación con Malakai, no lo hice.

Tomé el casco tratando de contener mi rabia para no terminar golpeando su perfecto rostro.

—Te podés ir bien a la mierda —murmuré tratando de no gesticular tanto, porque de seguro iban a leer mis labios.

—También te quiero, principessa.

Me coloqué el casco y sin dudarlo subí a su auto.
Y sí, fue gracioso que tuviera que adelantar el asiento porque no llegaba a los pedales.

—¡Quiero ver esas ruedas moviéndose, Nana!

La adrenalina volvió a recorrer mi cuerpo y no dudé en girar a su alrededor, tal y como ella lo hizo conmigo.

Esa noche salí de ese autódromo siendo perseguida por los reporteros.
Escucharon el apodo con el que Bella me llamaba y claro que comenzaron a pensar cualquier cosa.
Lo malo, y bueno para la FIA, es que interpretaron eso como que teníamos una especie de relación de amistad. Como si fuéramos mejores amigas.

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⏰ Última actualización: Sep 01 ⏰

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