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No. No aun...

¿Qué?

No todavía.

No aun.

No ahora.

No es tu momento, Tay.

En medio de la nada, una voz familiar iluminó de a poco todo, la luz blanca envolviéndome y despertando cada parte de mi cuerpo. Cada arteria y vena se encendió y movió mi sangre por todos lados; mi torso, mis brazos, mis piernas y hasta la punta de mis pies. Como si hubiese estado flotando en un abismo sin lugar a donde ir. Un limbo que no había terminado de atravesar y tiraron de mí hacia atrás, devolviéndome a mi lugar.

Lo primero que sentí de vuelta fueron mis pulmones llenándose de aire, expandiéndose a más no poder y dejar ir. Estaba acostada en una superficie blanda y suave, mi peso en mi costado, y mis músculos parecían duros, negados a cooperar conmigo. Después empecé a escuchar el barullo, un tumulto de voces que no podía terminar de descifrar y me hacían latir la cabeza. Olía la humedad del mar al que estaba acostumbrada y tenía la boca seca. Mis sentidos estaban volviendo de a poco, mi frágil estado fortaleciéndose de a poco, hasta que, en parpadeos suaves, pude abrir mis ojos.

Tuve que continuar cerrando y abriendo los ojos, tratando de enfocar mi vista borrosa, las siluetas sin terminar de tener una forma hasta notar que se movían, que eran las que hablaban. Estaba en un lugar lleno de gente, que cada vez su silueta se formaba más hasta dejarme ver los brazos, las piernas, el largo de su pelo o tono de piel. Parpadeé un par de veces más, por fin mirando más allá de las siluetas, y fruncí el ceño. Estaba en el comedor de Costa Norte.

¿Estaba viva?

Tuve que volver a pelearme con mis extremidades para que me obedecieran, lo primero que pude hacer fue girar mi torso, recostándome sobre mi espalda, y sisear ante el repentino tirón de mis músculos al hacerlo. Mis piernas le siguieron, acomodándose en la camilla de tela que me habían puesto, y en lo que se sintieron como si hubiera hecho quinientos abdominales, me senté. Mi cabeza era una sopa de recuerdos que no sabía por dónde empezar, qué agarrar primero. Sólo entendí una cosa.

Estaba viva.

La gente a mi alrededor empezó a callarse al verme despierta, el barullo bajando su volumen hasta ser un sutil susurro. Miré anonadada las sonrisas, la emoción en sus ojos, la confianza. Eran rostros nuevos, seguramente más rescatados. Y así como los vi a ellos, los recuerdos de las últimas horas antes de desvanecerme volvieron como un cachetazo y sólo una palabra apareció en mi mente. Noah.

Al mismo tiempo que quise deslizar mis piernas hacia el piso, tenía el cuerpo de Claire, que había venido corriendo hacia dónde estaba, impulsándose sobre mí para darme un abrazo. La pobre camilla artesanal en la que estaba crujió y chilló ante el peso de ambas. No dijo nada en lo que me aferraba a ella, mis brazos peleando por abrazarla con la misma fuerza, y después se alejó para agarrarme el rostro.

—Me has pegado el susto de mi vida, maldita —sonrió con alivio, unas ojeras debajo de sus ojos que me dio a entender lo poco que había descansado—. No te despertabas y Liv ya te había curado la herida, hasta todo tu cuerpo...pensé que...que era... —Se aclaró la garganta y miró al piso, mi corazón presionándose contra mi garganta—. Me alegra tanto que hayas despertado.

Le acaricié la espalda, tratando de contenerla y calmarla. Volví a mirar todo mi alrededor, el color del cielo —un celeste hermoso y limpio—, la luz que entraba al lugar, la gente que me rodeaba. Habían armado el hogar para recibir a los nuevos rescatados y anotarlos, darle su lugar.

—¿Qué...? —tosí, mi garganta seca. Claire me soltó y fue a su bolso de tela, aun colgado de ella, y sacó su botella de agua para dármelo a mí. Que tuviera su bolso aún puesto me daba el primer indicio de que no habíamos llegado hace mucho. Tomé toda la botella, jadeando ante mi desesperación, y tuve que volver a toser para hablar—. ¿Qué pasó...? ¿Por qué estamos acá...?

NOVA ERA ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora