Capítulo 5. Samanta Ferrer. La muerte, nuestro arte.

191 9 4
                                    




-Claramente no es la versión que yo tengo. -Dijo Valentina asombrada.

-A eso nos enfrentábamos.

-El cinismo con que habla es aberrante.

-Necesito un momento para asimilar esto. -Dijo estupefacta. -Necesito un trago más fuerte.

            Llamó al mesonero quien llegó casi inmediatamente con una amable disposición.

-¿Tiene alcohol en este establecimiento?

-Solo tenemos Café Irlandés. Es un café americano que se le añade wiski con azúcar flameado previamente y en la parte de arriba crema batida de la casa. Viéndose en la presentación las tres capas bien diferenciadas unas de las otras.

-Me trae uno por favor.

            Luego de la excelente y elocuente explicación del mesero, Alfonso y yo nos antojamos también.

-¡Que sean tres! -Dijo Alfonso.

            Nos tomamos un momento de reflexión mientras esperábamos las bebidas, el silencio se hizo presente y sólo nos comunicamos entre miradas delatadoras. Luego de que las bebidas llegaran y de que Valentina se repusiera preguntó:

-¿Tú fuiste la que llevó ese primer caso?

- Sí, Alfonso y yo.

-¿Me podrías contar?

            Me acomodé para iniciar mi perspectiva.

Eran las 4:39 a.m. esa noche no había podido dormir bien. Ya a esta altura de mi vida he notado que es algo premonitorio. Es una angustia que se apodera de mí que es casi infalible de que algo oscuro está por venir. No me sorprendió la llamada, pero si me costó levantar el teléfono. Que más daba una hora más o una hora menos, ya estaba muerto y una hora no iba a ser la diferencia. Sin embargo, tras la continua insistencia de la llamada contesté.

-Buenas Madrugadas. -Dije Sarcásticamente.

-Le hablamos de la Jefatura de Policía de la Isla de San Carlos. La necesitamos aquí.

-¿San Carlos? Explíqueme mejor, que no entiendo.

-Detective, por teléfono no puedo explicarle. Venga lo más pronto posible y que sean sus ojos los que vean por qué tiene que venir.

-Ok. Voy.

            Más dormida que despierta, con lentitud, pero intranquila, entré al baño y me arreglé lo más rápido que pude para ir a trabajar. Agarré mis herramientas de forense y al salir me encontré con Alfonso esperando afuera de mi puerta.

-De la jefatura central habían pedido su número doctora. Como es costumbre, ellos me llamaron a mí para dar la autorización. Después de escuchar lo que me dijeron, accedí a darle su número.

- ¿Qué te dijeron? – interrumpió Valentina preguntándole a Alfonso.

-Me dijeron que había sido un crimen atroz que solo la Dra. Samantha podría resolver. Pero, no fue tanto lo que dijeron, sino cómo lo dijeron. Se les notaba el terror en la voz quebrada y frágil que reflejaba un miedo profundo.

            Valentina hizo silencio para que siguiera con mi historia.

            Al ver a Alfonso no me sorprendí, nos dispusimos a montarnos en el carro y marchamos rumbo al puerto de San Carlos, de donde salen las lanchas para la isla.

-Jefecita, yo nunca he ido a la isla. -Dijo Alfonso.

-Yo sí. Ya la verás, Ya la verás.

En el camino, comencé a recordar aquel infame asesinato que me había llevado a la isla por primera vez.

SANTAS OFRENDAS MORTALESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora