Rosaline
"El cuento de una rosa eterna"
Mamá murió por una enfermedad que ella tenía, un hombre celoso de mi padre y de su éxito como doctor y comerciante de agave lanzó una maldición que condenó a mi madre, él quería estar con ella, mas ella lo rechazó, pero tiempo después se casó con papá y se embarazó de mi, el hombre loco de la envidia una noche de luna menguante, lanzó una maldición contra ella aun cuando me tenía en su vientre. Era una nube de ceniza negra, la cual mi madre inhalo y convulsiones fue lo que siguió. El embarazo y la maldición la desvanecía. Agotada me sostuvo sonriendo al nacer. Cuando di mi primera respiración, para ella fue la última.
Ella tenía el pelo marrón oscuro, largo y los ojos verdes. Yo casi me parecía a ella, solo que mis ojos eran como las aceitunas como los de él. Mi padre me culpó hasta el último día de su vida de ser la razón de la muerte de mi mamá. No tenía conciencia de lo que pasaba y ya era odiada.
Crecí en una casa enorme con mucha servidumbre, recuerdo a mi nodriza quien pasó a ser mi cuidadora, tenía la piel canela y ojos fuertes, no pase mucho tiempo con ella. Solo tengo pinceladas de sus recuerdos. Poco a poco fueron desapareciendo los trabajadores, la última en irse fue ella, cuando tenía siete años. Estaba jugando conmigo hasta que mi padre la llamó, me dio un abrazo y se despidió con un "Adiós niña Rosita, volveré luego". Su cabello rizado fue lo último que vi de ella.
Nunca volvió.
Entonces la casa se volvió polvorienta, perdiendo el color café suave y cálido que tenía, luego él se obsesionó con recuperar a mi madre y curar dicha "enfermedad", la solución fue simple; usarme de rata de laboratorio para sus planes, ya que yo poseía la enfermedad de mi mamá. La cual de vez en cuando mi cuerpo provocaba que se moviera de manera agresiva sin que yo me pudiera controlar, la maldición o enfermedad se había transmitido a mi.
Entonces su sombría metodología empezó y con cada sustancia que me daba a beber o inyectaba, la sangre que me sacaba, me iba matando de a poco, solo empeorando mi enfermedad. Cuando no estaba experimentando con mi cuerpo él se embriagaba con tequila y en arranques de cólera me golpeaba, recordándome cual era mi lugar el ser una copia de mi madre. Otras veces lloraba, se arrodillaba a mis pies y me prometía que al volver mi madre dejaría de dañarme y yo solo obedecía.
Unos días eran buenos y otros malos. Algunos muy malos.
Un día, él llegó borracho, caminaba cayendo de vez en cuando apoyándose en los muebles, yo estaba en un sillón mirando el suelo, me levanté como un soldado, no debía resistirme si no, sería peor para mi, empezó a besarme el rostro de una manera rara. Al lado de la mesa de experimentos había jeringas. Me había cansado de esperar a que todo mejorará, de cargar una responsabilidad y culpa que no me pertenecían. Tomé una de sus jeringas y se la clavé en el cuello, se retorció de dolor y aproveche para correr a una de las torres más altas de nuestra hacienda. Corrí en un balcón largo, afuera caía una tormenta violenta con rayos. Abrí la puerta del cuarto que tenía una terraza. Mi padre llegó con rabia y me empezó a golpear con un atizador de metal. No pude correr más, unas raíces transparentes me mantenían en el mismo lugar.
-"Corre, muevete, muevete, escapa."-decía mi mente, que daba vueltas.
Me derribó, golpeando mi cara y estómago. Todo mi cuerpo ardía en rojo. Yo me cubría con mis brazos, llorando y rogando que parara, sus golpes no cesaban. Levantó el atizador dispuesto a clavarmelo, de pronto una luz blanca iluminó todo, mi cuerpo ya no sangraba no dolía. El brillo lo había cegado, con una mano cubría sus ojos, destrozó un espejo grande mientras tambaleaba, cerca de la puerta del balcón. El viento arremetió contra esta, abriéndole de par en par, mis ojos brillaron esperanzados, entonces lo entendí todo. Me levanté como pude, corrí hacia él y lo empuje con todas mis fuerzas y cayó al vacío. Sentí que tardó en caer, su cabeza chocó con el suelo, haciendo un crujido y ya no se levantó. El viento movía mi cabello y la lluvia mojaba mi cuerpo. Mi rostro estaba mojado también, pero no por la lluvia. Había mucho frío, así que entre y al mirarme en un espejo vi que tenía una estrella en la mejilla.

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Crónicas de Flores
Fantasia"Oh Dios mi razón fue encerrada por mi propia mano, quería liberarla con tu amor salvador. No Dios, ya no hay necesidad de ese divino amor, por qué yo ya no soy... tu prisionera." En un mundo donde por tus acciones puedes ser recompensado con una be...