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A lo lejos veo a mis amigas esperándome, pero antes de llegar a ellas, mi celular suena. Lo miro y, para mi sorpresa, veo que es un mensaje de Thiago en Instagram.

Thiago.17
"Mañana 15:30, ¿estás?"

La pregunta me toma desprevenida, pero la curiosidad es más fuerte.

"¿Dónde y por qué? Jaja."

"En mi casa 😉."

Sonrío ante su atrevimiento. "Mmm, me pasas ubi después y te digo, salgo a las 15 de la facu jaja."

"Te paso a buscar 😘."

Mi sonrisa se amplía aún más. "Bueno."

Guardo el celular y sigo mi camino hacia mis amigas, quienes me saludan con la efusividad de siempre. Pero hoy, parece que notan algo distinto en mi rostro.

—Esa sonrisaaa —chilla Valentina, observándome con ojos curiosos.

—No grites, Valentina —murmuro, sintiéndome expuesta bajo las miradas de las personas que pasan a nuestro alrededor.

—Dale, contá todo —insiste, alzando las cejas y cruzando los brazos, esperando una explicación.

Con un suspiro, les resumo lo que sucedió ayer en el estadio y lo que pasó esta mañana.

—Te está tirando onda —afirma Valentina, como si fuera una verdad irrefutable.

—Nos conocimos ayer —le recuerdo mientras comenzamos a subir las escaleras hacia nuestro salón.

—No importa el tiempo —replica, convencida—. Además, te invitó a su casa —añade, levantando y bajando las cejas repetidamente.

—Tami, ¿podés decirles que dejen de joder? —ruego, buscando apoyo.

Tami sonríe, pero no parece convencida de mi inocencia.

—Son bastante intensas, pero eso no quita que tengan razón. Te invitó a su casa para algo más que tomar mates.

Ruedo los ojos, tratando de ignorar sus insinuaciones.

—Mañana, cuando estemos solo tomando mates, les escribo —respondo, sarcástica.

Justo en ese momento, el profesor entra al salón, y nosotras lo seguimos. El tema queda suspendido por el resto de la clase, pero no puedo evitar que mi mente regrese una y otra vez a ese mensaje de Thiago. La tarde pasa rápido entre apuntes, discusiones y tareas, aunque mi mente sigue un poco en otro lado, pensando en la invitación.

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Al día siguiente, después de clases, reviso rápidamente mi reflejo en la pantalla del celular. Intento que parezca que no me esforcé demasiado en verme bien, aunque, en realidad, le dediqué más tiempo del habitual. No puedo evitar sentirme nerviosa; después de todo, voy a la casa de alguien que apenas conozco.

Justo cuando el reloj marca las 15:00, recibo otro mensaje de Thiago confirmando que ya está en camino. Diez minutos después, un auto aparece frente a la facultad, y lo veo en el asiento del conductor, saludándome con una sonrisa.

—¡Hola! —me dice, bajando la ventana cuando me acerco.

—¡Hola! Gracias por pasarme a buscar —digo, abrochándome el cinturón una vez dentro del auto.

—Un gusto, Kiara —responde, pronunciando mi nombre con familiaridad—. No podía dejar que te perdieras buscando la dirección.

Río, aliviada de que la conversación fluya tan natural entre nosotros.

Durante el camino, hablamos de temas triviales: nuestras materias favoritas, los exámenes que se avecinan, su rutina de entrenamiento. Me impresiona la dedicación que pone en el fútbol, aunque también percibo su frustración cuando menciona la lesión que lo mantiene fuera de la cancha por el momento.

Llegamos a su casa, una vivienda acogedora con un pequeño jardín en la entrada. Me invita a pasar, y noto que es un espacio decorado con sencillez pero con gusto, una mezcla de detalles modernos y cómodos.

—¿Mate? —me ofrece, señalando una bandeja con el mate y el termo ya listos para cebar.

—Obvio —respondo, sonriente—. No se rechaza un buen mate.

Nos acomodamos en el sillón, él cebando el primer mate mientras yo observo los detalles de su hogar. Es como si, de alguna manera, el lugar reflejara su personalidad: discreto, pero acogedor.

—Bueno, contame más de vos —dice, pasándome el mate—. ¿Por qué medicina?

Tomo un sorbo, saboreando el amargo del mate, mientras pienso en una respuesta que abarque lo que realmente siento.

—Es una pasión que siempre tuve. Creo que quiero marcar una diferencia, ayudar a la gente de alguna forma —explico, encogiéndome de hombros—. Y también me encanta la idea de entender cómo funciona el cuerpo, es como un rompecabezas complejo.

—Impresionante —murmura, mirándome con interés genuino—. Yo también veo mi carrera así, como una oportunidad para hacer algo grande. Claro que el fútbol es diferente, pero siento que es una forma de conectar con la gente.

Asiento, comprendiendo lo que quiere decir. Las carreras que elegimos, aunque distintas, están conectadas por ese deseo de hacer algo significativo.

Seguimos conversando durante un buen rato, hablando sobre nuestras vidas y nuestras metas. A pesar de la diferencia en nuestras experiencias, siento que compartimos una visión similar del futuro. Y aunque apenas lo conozco, me siento cómoda en su presencia, como si pudiéramos hablar de cualquier cosa.

Finalmente, la conversación cambia de tono, volviéndose un poco más personal.

—¿Y en lo personal? —pregunta, mirándome a los ojos—. ¿Sos de salir mucho, de fiestas y eso?

Río, recordando todas las veces que mis amigas intentaron arrastrarme a fiestas y yo preferí quedarme en casa estudiando o viendo partidos.

—La verdad, no mucho. Prefiero estar en casa o salir con un grupo pequeño de amigos —admito—. Nunca fui fanática de las multitudes… salvo en los estadios.

Él ríe, asintiendo con complicidad.

—Yo también prefiero cosas más tranquilas. Aunque a veces, con el equipo, me toca ir a eventos y fiestas que organizan. Es parte del trabajo.

Una sonrisa se asoma en mis labios. Aunque nuestros mundos son distintos, me doy cuenta de que hay muchos puntos en común.

Después de varias rondas de mate, nos despedimos. Me ofrece llevarme de regreso, y acepto, agradeciendo mentalmente por no tener que enfrentar el transporte público.

En el camino de regreso, me siento extrañamente emocionada. El tiempo pasó rápido, y aunque lo conocí apenas ayer, siento que esta conexión no es una simple casualidad. Algo me dice que, en algún punto, nuestros caminos se cruzaron por una razón.

Al llegar a casa, mis amigas están al tanto de la salida, obviamente. Así que, después de cenar, abro el chat de WhatsApp.

SOMOS CUATRO

Vale🩷
"¿Y? ¿Qué pasó?"

Cande🤍
"¡Contanos ya! Estoy muriendo de curiosidad."

"Chill chicas. Fuimos a su casa y tomamos unos mates, nada más."

Tami💜
"Ajá… ¿Y qué más? 😂."

Río, sabiendo que no me dejarán en paz.

"Lindas charlas, nada de lo que piensan. Es buena onda."

Vale🩷
"Ya está, se viene romance. Te lo digo yo."

Termino la conversación riéndome de los comentarios y me dejo caer en la cama, sintiéndome tranquila y… contenta. Al cerrar los ojos, por primera vez en mucho tiempo, siento que el mañana podría traer algo nuevo, algo especial.

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