Día 5 - Francés

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Se desvia del canon, pero se basa en el.

Satoru caminaba con tranquilidad por la playa, su infinito desactivado, sintiendo la arena entre sus pies, las suaves olas comenzando a hacerse más fuertes a medida que la luna subía.

La gente comenzaba a retirarse, se suponía que él también debería de hacerlo, los salvavidas pronto comenzarían a decirle que se fuera.

Pero no importaba, el tenía dinero de sobra para que lo dejarán en la playa, inclusive para comprarla si quisiera.

Se recostó en la orilla del mar, los salvavidas y demás encargados se retiraron, dejándolo en la playa.

El olor a agua salada llegó a él, cerrando los ojos mientras recargaba su cabeza en sus rodillas, las cuales estaban pegadas contra su pecho.

—Te ves muy solo aquí —una mano aterrizó en su cabello, enterrando sus dedos en los mechones blancos.

—Te estaba esperando —Satoru abrió los ojos, una sonrisa finalmente formándose en él— Suguru.

El contrario el sonrió, sentándose a su lado y retirando las gafas del contrario.

—¿No es incómodo para ti venir a la playa con... Eso? —se burló Satoru, estirando la manga de la túnica que portaba Suguru.

—Se llama tener un buen gusto, tú no lo sabrías, solo compras lo primero que se te pone enfrente.

—¡Eso no es verdad! Para tu información, tengo un gusto ex-qui-si-to.

Suguru negó con la cabeza.

—No, no, no, eso es mentirá, es bueno saber que aún debes tener uniforme aunque seas maestro, dejarías ciegos a tus alumnos con tu horrible gusto.

—Ellos querían impactados conmigo.

—Ni siquiera te voltean a ver.

—¡Que malo! —le reprochó, dándole un golpe en el hombro.

—¡Pero digo la verdad!

Satoru negó con la cabeza, poniendo una mano en su frente.

—Te juró que, en momentos como este, no estoy seguro de si tengo un novio o un enemigo.

—Teóricamente, soy ambos —le recordó.

—Tonterías, solo algún idiota de verdad cree que voy a venir a matarte cada vez que me dan tu ubicación.

—Tal vez deberías.

—Suguru, ya hablamos de esto; no lo voy a hacer.

Suguru suspiró, dejándose caer en la arena, observando las tenues estrellas que se lograban ver.

—58.

—¿Eh?

—Hoy asesine a 58 monos.

Satoru se quedó callado, antes de suspirar y nagar con la cabeza, dejándose caer a su lado.

—¿Saben que fuiste tú?

Suguru se elevó de hombros.

—Probablemente, no limpié la escena.

—Ah, claro que no lo hiciste —Satoru volvió a negar con la cabeza— no voy a poder seguir limpiando las cosas por ti, Suguru.

—No tienes que hacerlo.

—Sabes bien que sí.

—No.

—Tengo qué —insistió.

—¿Por qué?

—¡Porque no quiero que la gente piense aún peor de ti! Se que ya lo hacen y que nunca podrías regresar a la hechicería aunque lo quisieras, pero...

Suguru lo jaló de la ropa, uniendo sus labios con los de él sin previo aviso.

Satoru se quedó quieto un momento, Suguru siempre lograba tomarlo por sorpresa.

Los labios de Suguru estaban fríos, suavemente partidos y algo secos, pero para Satoru era como estar en el cielo.

Rodeó sus manos en la cintura de Suguru y ambos se volvieron a tirar en la arena, con Suguru encima de él, aún sin despegar sus labios.

Apenas sintió como los labios de Suguru se abrieron un poco más, su lengua se aventuró a la boca del contrario.

Había besado tanta veces a Suguru, en cada lugar posible, que se sabía de memoria cada cicatriz en su pecho, podía contar aquellas pecas en su espalda con solo pasar su mano arriba de ellas.

78 besos en la espalda de Suguru conformaban su galaxia de pequeñas pecas.

Podía saborear cada pequeño pliegue de sus muslos con solo imaginarlos.

Lograba sentir la calidez de su sonrojo en sus mejillas aunque hacia años que ese color carmín no aparecía.

Sabía de memoria el cuerpo de Suguru y aún así, cada vez que lo besaba, se sentía aún mejor que la anterior.

La lengua de Suguru comenzó a moverse al rededor de la suya, haciendo un pequeño sonido al chocar.

Ambos, cuando eran aún adolescentes, pensaron que besos como esos serían asquerosos, pero realmente no lo eran, no si tenían a su lado a la persona correcta.

Para su suerte, su persona correcta fue la primera persona que dejaron entrar a su vida.

El aire se iba de sus pulmones, haciéndoles difícil respirar por la posición en la que se encontraban, aún así, no se detuvieron.

Los jadeos comenzaron a llenar su alrededor, las manos de Suguru buscando apoyo extra en los hombros de Satoru y las manos del albino sujetando firmemente su cintura.

Cuando el ardor en sus pulmones fue demasiado, se separan con suavidad, sus alientos acelerados chocando con el del contrario.

—Deberías encontrar a alguien más, Satoru, sigo sin ser capaz de entender cómo sigo contigo...

—Shh... —Satoru volvió a unir sus labios, está vez en un beso corto— deja de hablar o te vas a dar cuenta de que puedes encontrar a alguien mejor.

Suguru rió, negando con la cabeza.

—No podía.

—Lo sé, soy maravilloso —le respondió con una risa, atrayendo a su novio para volver a besarlo— así que deja de pensar en eso, ¿De acuerdo?

Y con eso, volvió a unir sus labios, sintiendo su corazón cálido al confirmar que se sentía mejor que el beso anterior.

Kisspril (SatoSugu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora