💠|Capitulo 1|

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“—¿Sabías que para que más flores crezcan, una tiene que morir?

—Pero es triste

—La vida es así y hay que aceptar que algunas cosas pasan el velo de la muerte”

—La vida es así y hay que aceptar que algunas cosas pasan el velo de la muerte”

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Yo sabía, que eran tiempos fríos.
Los pétalos de mi habitación caían, me mostraban que morían, pero gracias a mamá, entendí que era el ciclo de la vida de una flor. Todo era normal cada mes. Pero eran más bellas en tiempos de calor, en primavera y en verano. Mostrando sus verdaderos colores, su verdadero olor embriagador que me hacían feliz. Pero ahora tan solo eran recuerdos de lo que alguna vez fueron, pero prontamente, lo serán.

Era lo común, por lo que mamá me aconsejó no entristecerme por aquello, porque la primavera era el nuevo comienzo de algo. No por nada, ella me puso primavera en griego: Anoixi.

Apenas toque el piso, un escalofrío recorrió todo mi cuerpo. El piso estaba más que helado, parecía el mismo frío de un muerto. O del Tártaro, y eso que tenía una pijama bien calentita, miré la hora desde mi computador, era temprano, pero en poco tiempo se haría muy tarde para ir a mis clases en la sala de reuniones.

Pero mi problema del día, el piso helado. Y tenía que tomar el uniforme que tenía en el armario al otro lado de mi cama, a tan solo unos metros de distancia. Cómo una persona normal seria ponerse unas pantuflas y recoger la prenda, o simplemente aguantarse el frío y agarrarlo así nomás. Pero, no es mi estilo, mejor dicho, nuestro estilo.

Mi cuerpo se sintió tan liviano que no pesaba más que una pluma, y mis rodillas y piernas se separaron de las sábanas de la cama. Así es, estaba volando como un avión, pero sin propulsores, ni motor. Hace varios años me enteré de mi curiosa habilidad, pero era algo común para unos de nosotros, yo soy una de ellos, pero a la vez… no, es difícil de explicar. Rápidamente, me incliné en dirección del armario, abrí la puerta y tomé el uniforme para cambiar mi vestuario.

Recuerdo que era muy difícil cambiarse mientras uno vuela. Pero encontré la manera para no ir y venir, cuando por fin cambie mi vestuario y me puse los zapatos, toque el piso, mire de nuevo el reloj. Me tardé tan solo quince minutos. Sé que me tardaría menos si no estuviera volando, pero prefería mantener mis pies libres del frío que siempre hacía por aquí, debajo del mar, conocida mejor cómo la Isla de los Lamentos.

Aún así casi volé para salir del dormitorio, escuchando como la puerta se recorría y sentí la brisa fría chocar en mi cara. Al menos estoy despierta y las lagañas de mis mis pestañas al fin salieron disparadas. No hacía falta que tuviera un cuaderno, no hacía falta si mis padres eran los dueños de esta compañía de alta tecnología. STYX. Este lugar que prontamente le pertenecerá a mi hermano mayor, Idia Shroud. Hablando de él, seguramente esté en la sala o apenas estaría despertando. No me sorprendería, ya que habíamos terminado de jugar los niveles faltantes de un videojuego.

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