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Aún dolía ver a su madre en la televisión.

Ella era una modelo muy existosa y su padre su diseñador personal, en definitiva, dos tiburones en la industria de la moda.

Katsuki siempre había sobrado en esa ocasión, se lo hicieron saber desde pequeño.

...

Un Katsuki de 9 años llegaba a casa particularmente contento.

-¡Mamá, papá! -gritó entusiasmado.

-No seas tan ruidoso, mocoso -habló su madre desde la cocina.

Ese comentario que demostraba tanto desinterés dolió un poco. Pero estaba demasiado feliz para que eso lo detuviera.

-¿Qué ha pasado, Katsuki? -preguntó su padre desde el sofá levantando la vista del periódico.

-¡He sacado un 100 en el examen de cálculo! He sido el único de la clase en hacerlo perfecto -exclamó muy orgulloso- la profesora me ha regalado una chocolatina.

Abrió su mochila y enseñó el dulce como prueba por si no se lo creían.

-Eso es increíble, Katsuki, felicidades -habló Masaru con una sonrisa.

Mitsuki se acercó.

-No está nada mal, mocoso, sigue así.

Su corazón botó de alegría al encontrar la aprobación de su madre que siempre buscaba desesperadamente.

Mitsuki miró un segundo la chocolatina y se la arrebató con mucha facilidad, ya que no se esperaba ese movimiento.

-Sin embargo -siguió ella- es mejor que no comas estas cosas -habló distraidamente mientras leía la tabla nutricional de la chocolatina con cara de disgusto- muchas calorías, no queremos que peses de más, eso no le gustaría a nadie, ¿verdad?

-No -respondió el niño ligeramente decepcionado. Sabía que su madre le controlaba la comida muy estrictamente, pero tenía la esperanza de que se lo permitiría al ser una ocasión especial.

Se retiró a su habitación cabizbajo, pero pudo escuchar desde la escalera un trozo de conversación.

-Cariño, es un niño -razonó Masaru- un poco de azúcar no le va a hacer daño, ese chocolate significaba mucho para él.

-Ya es un salvaje y un inútil -respondió ella con seriedad- agrega gordo a la mezcla y habremos criado a un desecho social.

Esas palabras fueron directas a su corazón. Sabía que no tenía un cuerpo perfecto (ni siquiera se había empezado a desarrollar), pero escucharlo directamente le dolió.

A los pocos minutos de empezar sus deberes, su padre abrió la puerta del dormitorio.

-Katsuki, la comida ya está lista.

El nudo en su garganta y las palabras de su madre le dijeron que no era buena idea comer.

-No tengo hambre, prefiero seguir con esto.

-Te dejaremos comida por si cambias de opión luego -respondió Masaru cálidamente.

...

-...suki...

Parecía como si hubiera despertado de un coma de un año.

-¡Katsuki! -era la voz de...¿Mina?

Estaba en la sala común, con los idiotas. Joder, solo estaban viendo una película, ¿Que había pasado?

-¿Qué? -preguntó débilmente.

-Mina te ha ofrecido bombones y te has desconectado -explicó Kirishima, que se encontraba a su lado.

Ah...con que era eso.

-No me apetecen -mentira.

-¿Seguro? -interrogó la chica- después de terapia no has comido nada ¡y han pasado horas! -exclamó con creciente preocupación.

-No tengo hambre. Si no, comería.

Mina no dijo nada más, pero no parecía del todo convencida. Notó echarle un par de miradas preocupadas durante el resto de la película, pero nunca dijo nada.

Cuando terminó, se dirigió a su habitación pero fue interceptado por su novio.

-Eres muy bueno para muchas cosas, pero disimular no está en la lista, ¿sabes?

-¿Qué dices, idiota? -replicó el rubio molesto.

-Vamos a cenar, por favor -pudo notar el tono de súplica en su voz.

El cabrón sabía que no se podía negar a nada cuando ponía ese tono.

-Está bien, joder -se rindió.

Fue medio obligado a ir a la cocina,donde la panda de idiotas lo asaltaron con un bol de arroz y salmón.

Bueno...eso no estuvo tan mal, podía manejarlo.

Comió bajo la atenta mirada de sus amigos, que buscaban la aprobación del plato que habían cocinado.

-Vais aprendiendo, idiotas -aprobó Bakugô haciendo que el resto chocaran los puños alegres.

-La próxima vez, lo haremos mejor -prometió Sero.

-No creo que de momento vuestra capacidad cerebral pueda con un plato de más de cuatro ingredientes -se burló el rubio.

-¡Claro que podemos! -se quejó Kaminari.

-¿¡De qué te quejas!? -chilló Mina a Denki- tu única tarea era vigilar que el arroz no se quemara y ni lo has conseguido.

-Hemos tenido que usar bolsas congeladas en el microondas -admitió Kirishima avergonzado.

-Genial, ahora hemos quedado como unos cutres -comentó Sero.

-Te recuerdo que en internet decía que había que marinar el salmón veinticuatro horas y lo hemos dejamos veinte minutos porque anoche se te olvidó -recriminó el rubio eléctrico.

-Cállate Kaminari.

-¡Cállate tú!

Katsuki solo se rió para sí mismo y al bajar la mirada se sorprendió al darse cuenta de que se había comido todo el plato, por primera vez en mucho tiempo.

Supuso que con los idiotas, todo era un poco más fácil.

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No he muerto :)

No sé cuánto pensáis que va durar esto, pero va a ser cortito.

Hasta el proximo cap

Superando miedos/ Parte 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora