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                                        JESSICA

Nueve y media de la noche y estaba en mi cama acostada con mi pastor alemán a un lado mientras le acariciaba la barriga, estaba boca arriba sacaba la lengua y ponía sus patitas tan adorables encogidas mientras disfrutaba de unas buenas cosquillas en la barriga, empecé a pensar en si empiezo a arreglarme, era tarde la verdad y había quedado para ir a cenar a la casa de la nueva mujer de mi padre, me lo estaba replanteando ya que la cena era a las diez.

A pesar del abrazo cálido de las sábanas y del deseo de quedarme un poco más en la cama, el hormigueo de la anticipación por la noche que se avecina me empuja a levantarme. A mi lado, mi cachorro de pastor alemán, con sus ojos llenos de energía y su cola moviéndose como un péndulo descontrolado, espera con impaciencia a que mis pies toquen el suelo.

Con un suspiro y una sonrisa, me deslizo fuera de la cama, sintiendo el suelo fresco bajo mis pies desnudos mientras mi fiel compañero me sigue con pasos torpes, sus uñas rasgando suavemente el suelo de madera. Nos dirigimos juntos hacia el armario, donde un mar de opciones de ropa me espera, cada prenda una promesa de un día diferente por delante.

Entre blusas, pantalones y vestidos, mi mente se debate sobre qué ponerme. Quiero algo que capture la esencia de la noche: fresco, relajado y lleno de posibilidades. Después de un breve debate interno, opto por un par de pantalones blancos vaqueros, que prometen resaltar mi bronceado veraniego, y una camiseta de manga corta azul marina con rayas blancas, una elección que evoca la brisa marina y el cielo despejado.

Una vez vestida, me dirijo al tocador, donde mi perro se sienta a mi lado, observándome con curiosidad mientras me preparo para el día. Con habilidad práctica, cojo mi secador de pelo y una herramienta para rizar, creando unas ondas suaves y desenfadadas que reflejan el espíritu del verano. Cada movimiento está acompañado por el suave tintineo de los accesorios y el suave aliento de mi cachorro, que parece maravillado por el espectáculo que se desarrolla ante él.

Terminada la rutina de belleza matutina, me doy una última mirada en el espejo, lista para enfrentar lo que la noche tiene reservada. Mi cachorro ladra con entusiasmo, me pongo los accesorios claves para resaltar mi bronceado que tanto anhelaba, eran las diez y dos minutos, mi padre había gritado mi nombre unas cuatro veces, al fin bajé y al salir a la calle una agradable brisa y el anochecer en tonos anaranjados y morados me dieron una breve y agradable bienvenida, subí al coche y el cinturón de seguridad tocó mi torso bruscamente.

—Siempre es lo mismo contigo.— dijo mi padre después de ponerse el cinturón y arrancar el coche.

Suspiré sin querer seguir con la discuta, me sentía en realidad rara, preparándome para conocer a la nueva mujer de mi padre, hacía tiempo que ni veía a mi madre...

O si se le puede llamar madre, aún recuerdo como se iba con las maletas de una mano y una mochila de otra, estaba discutiendo con mi padre, nos abandonó, aún no entiendo bien el porqué pero bueno, de eso fue hace ocho años y ahora tengo diecisiete, la voz de mi padre hablándome algo enfadado me hizo despertar del trance en el que estaba.

—¿Me estás escuchando?— su mirada seguía fija en la carretera y su tono de voz empezó a subir ya que no le echaba cuenta.

—Sí, ¿Qué pasa?—pregunté alzando las cejas hacia arriba y girando la cara para ver la de mi padre.

—Cuando conozcas a tu nueva madrastra, por favor no sueltes barbaridades por la boca, ya sabes que siempre lo haces.— lo dijo de cachondeo pero en realidad me lo decía de verdad, soltaba lo primero que se me pasaba por la cabeza, pero así era yo.

Después de un corto viaje de siete minutos, el coche finalmente se detuvo frente a la majestuosa mansión donde residía la mujer que habíamos venido a visitar. Al bajar del vehículo, mis ojos se llenaron de asombro al contemplar la magnificencia de la casa en todo su esplendor.

Secretos entre familia Where stories live. Discover now