Capítulo 4

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Las sombras estaban reunidas cercando a un joven sentado mientras abrazaba sus rodillas, su voluminosa armadura estaba manchada por la negra sangre y el polvo, y en silencio trataba de contener su miedo.

— Padre, me falta el valor y la guía, no sé qué hacer.

El instante en el que sus manos se posaron sobre sus hombros es cuando pude verlo, ojos grises, rostro alargado y pelo oscuro. Sus ojos, enrojecidos, se agrandaron al devolverme la mirada y su respiración se aceleró cuando lo forcé a levantarse, casi se sentía como si realmente se tratase de un niño pequeño perdido en los pasajes de la fortaleza. Sentí la necesidad de limpiar sus hombreras de la suciedad, contemplando el color blanco con siete espadas apuntando al centro.

— ¿Cuál es tu nombre?

— D-Duncan... del Lecho de Pulgas.

— Ese es un gran nombre y un peso aun mayor, ahora repite conmigo hijo mío.

— No soy uno de vuestros hijos mi señor, solo soy un simple neófito.

Eres uno de mis hijos, desde el instante que sois seleccionados hasta que vuestras almas encuentren el reposo, y nunca he abandonado vuestra vera. Mi cuerpo puede que haya desaparecido pero mi alma continúa luchando a vuestro lado. Ahora repite conmigo, tu y tus hermanos.

Lentamente ya no estaba solo frente a Duncan, seis nuevos neófitos se elevaron del suelo sujetando sus armas con la duda aún presente en sus mentes. Muchos de ellos eran diferentes, desde el color y forma de sus ojos hasta la pigmentación de la piel, pero podía sentirlo, todos ellos eran sus hijos.

"Soy el Guardián del Imperio. Soy el fuego que consume a los enemigos de la humanidad, la luz que guía a los perdidos, el cuerno que anuncia la victoria, el escudo que protege los mundos del Imperio. Consagro mi vida y mi honor a la Segunda, desde esta noche y en todas las que están por venir."

Sus voces resonaron con lentitud, pasando desde esa vacilación y miedo hasta la templanza infundada por la confianza y la camadería.

— Sea cual sea el resultado de vuestra batalla, estoy orgulloso de poder llamaros hijos. Orgulloso de que compartáis mi sangre, pues solo cuando se tiene miedo es cuando se puede ser realmente valiente. No tenéis miedo de morir, tenéis miedo de fallar a aquellos que miran vuestra espalda como el escudo que los protege de las tinieblas. — No mentía, realmente estaba orgulloso de que su sangre fuese leal a los juramentos, leales a su deber y al sacrificio del corazón para crecer y madurar. — Es hora de que matéis al niño que fuisteis ayer y dejéis nacer a los hombres que estáis destinados a ser.


La corte estaba llena de casi todos los lores del reino, todas las casas supervivientes estaban presentes en las ruinas de Harrenhall y allí cientos de estandartes colgaban de todas las perchas dejando al dragón rojo cubrir la pared desde el abovedado techo hasta las negras baldosas.

— ¡El príncipe Jonothor de la casa Targaryen, señor Más allá del Muro, el Último Héroe, el Príncipe Prometido, el Lobo Dragón, ¡asesino de los Otros y elegido por los Viejos y Nuevos Dioses! 

Al otro lado de la puerta podía escuchar como todos se preparaban para recibirlo, demasiado llamativo para su gusto, aunque no se comparaba al roce de la seda heráldica de sus nuevos ropajes tensándose ante sus movimientos. Si, era un regalo conjunto de las dos reinas y la reina abuela para él, pero se sentía más cómodo usando la ropa cosida por los gigantes. Las puertas se abrieron ante él, crujiendo por el movimiento, revelando el amplio salón y los distintos pasajes ocultos entre las negras paredes. Estaba claro que era el salón de los cien hogares, demasiado grande como para albergar a todas las nobles familias que lograron sobrevivir, y todas esas miradas estaban detenidas en él. Lentamente sus pasos resonaron en la derruida estructura, como un lento y profundo tamborileo, no pudo apreciar quien empezó a aplaudir, pero sí pudo ver la gruesa figura de Sam alzando su puño y gritando "Lord Comandante", mientras Mance lo imitaba con "Magnar" y Robb, para su sorpresa, lo nombró "Lobo Dragón".

Bajo el cielo despejado toda la fortaleza empezó a vibrar por los vítores, tanto en la lengua común como en la antigua lengua, todos ellos habían sangrado a su lado en las tierras del eterno invierno. Podía sentir como su corazón vibraba, llenando su pecho de calor, algo que lentamente murió cuando algo llamó su atención.

Allí escondido entre la multitud estaba una figura encapuchada, un anciano a juzgar por la postura encorvada, pero había algo más en él, algo que le atraía como una vela a los insectos en la madrugada. Cuando llego al fondo del salón pudo apreciar ese sentimiento, hacia mucho que había descubierto su habilidad para ver aquello que no estaba a la vista de los mortales, pues a su alrededor una monstruosa aura de luz dorada lo envolvía. En su mente un viejo recuerdo se estaba adueñando de la luz de su mente, uno que no asomaba desde los lejanos días donde aún estaba siendo tutelado en Invernalia.

— Príncipe Jonothor, estoy orgulloso de tenerte como mi segundo hijo. — La voz del rey, tan suave y armoniosa, le atrajo con suavidad. La vista de la familia real dispersa a ambos lados del trono le pareció agradable, la mirada amorosa de ambas reinas era algo nuevo y no podia

— Solo cumplía con mi deber majestad, los votos de la Guardia me atan a defender los reinos de los hombres, nada más y nada menos.

— Y eso habla más de tu honor, y tú sentimiento del deber. No llevas mi sangre, pero si mi apellido ahora, tú has cumplido la visión que tuvo Aegon al conquistar Poniente.

— Me atribuye demasiados méritos majestad, pero el Pueblo Libre me hizo suyo, no me arrodillo ante ningún dios o rey. — No necesitaba mirar al coro de nobles para saber lo que opinaban de sus palabras, el murmullo indignado apenas hacía algo para ocultarse. — Todo hijo tiene dos padres, alquel que lo cría y aquel que lo engendra. El padre que amo era Ned Stark, pero aquél que me engendro y me otorgó mis dones nos está observando.

Los violetas ojos de Rhaegar se abrieron ante la noticia, una mezcla de sorpresa, indignación y rabia, pero poco podía importar lo que pensase un Dragón del señor de toda la Humanidad. — ¿Puedes decirme quién, o señalarlo, entre todos los presentes?

— No hace falta, pues su disfraz no puede esconderlo de mi vista. — Con solo necesito una mirada, aparte de la conmoción de voces de asombro y sorpresa, para ver la nueva luz dorada que eclipsaba al centenar de chimeneas y de la propia luz del medio día. — Pues él es el señor de los Andalos, los Rhoynar, los Primeros Hombres, los valyrios, los Essosis y todos los hijos del hombre. El es el Rey que gobierna a todos nosotros, y a quien le debemos lealtad.

— Mira viejo amigo, es el primero en ver bajo tu ocultismo sin ser un Psíquico.

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⏰ Última actualización: Jul 16 ⏰

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Jon Targaryen, Primarca De La Segunda LegiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora