Una espera eterna

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La forma en que cruzamos miradas, los roces accidentales, y el aroma de su perfume, aceleraba el ritmo de mi corazón. ¿Lo mejor de todo? Que podría surgir algo, teníamos un destino en común. Ambos, junto a otras personas, habíamos ganado un viaje a una famosa acampada. Tal vez, esta era la oportunidad que tanto había buscado, aunque tenía un pequeño problema. Temía dar algún paso con él. No sabía qué podía ocurrir, ni cómo reaccionaría, pero, sobre todo, no sabía cuánto podría durar, pues el presentimiento de que podía salir muy mal, estaba ahí. 

Di todo lo que pude para que se diera cuenta que no lo veía como un simple amigo al que acababa de conocer y después de un par de semanas juntos, nuestros encuentros eran mas frecuente. Nos encontrábamos acurrucados sobre las raíces de un gran árbol a la orilla del lago, mi lugar favorito de la acampada, la idea de nadar cruzó por mi mente, haciendo que, después de haberme quitado la ropa y quedarme en bañador, entrara al agua. Estaba helada, pero no importó cuando él hizo lo mismo que yo.

Nadamos juntos, escuchando los susurros del bosque, hasta que pareció quejarse. Me acerqué un poco para ayudarlo, pero en ese momento me tomó de la cintura y me besó, tomándome por sorpresa un par de segundos, haciéndome reaccionar cuando apretó mi cintura, robándome un suspiro cuando seguí el movimiento de sus labios sobre los míos. Al separar nuestras bocas, me siguió sosteniendo, asegurándose de que estuviera cerca de él. 

Su mirada ya no era la misma y un escalofrío me recorrió el cuerpo. Me asusté al ver la frialdad de sus ojos. Quise hablar, pero él me interrumpió. Decía que me amaba y que quería que estuviéramos juntos para siempre. El tono en que lo dijo me sorprendió, no me agrado.

Lejos de ser tierno, y genuino, me parecía... forzado. Estaba consciente de la atracción que había sentido por él, su cabello oscuro y largo, me resultaba sumamente atractivo, pero hasta yo sabía que ese tipo de amor instantáneo era parte de un conjunto de ideas romantizadas de los libros y películas de adolescentes. 

Poco a poco me aparté de él y le miré extrañada.

–¿Todo está bien? –pregunté, sin apartar la vista de su mirada.

–¿Por qué no habría de estarlo, si estamos juntos? –respondió esbozando una leve sonrisa.

Me tomó de la mano y salimos del agua, el aire hizo contraste con mi cuerpo húmedo, provocando un escalofrío, que me recorrió por completo. La tarde comenzaba a tomar ese color rojizo característico del mes de abril, y mientras caminamos, rompió el silencio con una pregunta que me abrumó por unos segundos.

—¿Tú crees en las coincidencias, o en las vidas pasadas? —su rostro mostraba una seriedad que me confundía, sobre todo porque a mí se me escapó una risita burlona.

—No... —respondí.

El suspiró con nerviosismo. —No sé cómo decirte esto, pero tú y yo... ya nos conocemos. Está no es la primera vez que nos vemos —Sentí que mis piernas comenzaban a temblar extrañamente, y mis pensamientos se agitaron como hojas en una tormenta. ¿Habíamos vivido esto antes, en algún otro tiempo? Las piezas del rompecabezas se alinearon en mi mente, y una imagen fugaz de un lago, un beso y un adiós, se formó. ¿Quién éramos en esa otra vida? ¿Y por qué ahora, en esta acampada, el tiempo parecía desmoronarse a nuestro alrededor?

—¿Recuerdas? —preguntó, su voz era un susurro que rozaba mi alma.

Asentí, incapaz de encontrar palabras. Me convencí de que no importaba si era un sueño, una locura, o una verdad imposible. Lo único que sabía era que mi corazón había encontrado, de alguna forma, su lugar en este extraño y efímero amor, y no importaba cuántas veces el tiempo nos separara, siempre volvería a buscarlo. ¿No es así?

"Había Una Vez Y Las Demás Historias..."Donde viven las historias. Descúbrelo ahora