ferocity

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Distensión.

Eso era lo que necesitaba. Jodida distensión inmediata y urgente, porque ver tanto alboroto correr como una marea agitada entre tantas luces neón y rostros desconocidos era turbulento. Y me trastocaba, en realidad, quería vomitar.

En un instante, Taeyong, que hasta hacía no mucho tiempo bailaba conmigo en el centro de la pista, fue empujado hacia atrás con tanta fuerza que casi noqueó  a algunas de las personas que se hallaban detrás de él. De manera automática, mis ojos se deslizaron sobre la atemorizante constitución de aquel que buscaba desfigurarle el rostro. Una simple camiseta y unos pantalones negros eran lo único que lo cubrían. Jungkook no lo soltó ni por clemencia. Ni viendo la sangre caer por sus labios ni sabiendo la hinchazón que provocaba en su pómulo y frente. Si bien su rostro siempre se mostraba frío e inexpresivo, esta vez, era particularmente diferente, pues mientras molía a golpes a mi compañero de trabajo, una emoción potente surcaba sus facciones: ira.

Ese sentimiento goteaba de él en tanto que agarraba a Taeyong con aparente indiferencia pero con  rabia oculta. Sus ojos dilatados no engañaban, y menos que no lo detuvieran ni los empellones ni los intentos de la gente por sacarlo de allí.

Otra vez, y como siempre, siendo un incordio en mi existencia.

—¡Sepárenlos!

Ray, que estaba detrás de mí, fue al lado de Taeyong  e intentó hacer a un lado la complexión grotesca de Jungkook. Pero él tan solo levantó a Taeyong del suelo y lo estampó contra una de las tantas mesas, tirando vasos y botellas de vidrio al suelo. Ray terminó cayendo, también.

Mis músculos se volvieron rígidos. ¿Qué hacía él aquí?  Permanecí congelada en mi lugar, con la sangre hirviéndome y con la furia naciendo en mi interior como una flor marchita. Reuní la astucia para hacer a un lado a los presentes. Sentía que era mi deber detenerlo a él y a su locura. ¿Cómo se atrevía a irrumpir de aquella manera?

Llegué a las sillas, traté de no pisar ningún trozo de vidrio y simplemente caminé en su dirección. Sin embargo, una nueva presencia me hizo detenerme. Alguien me había ganado y ahora era él quien paraba todo aquel alboroto.

—Por ahora es suficiente. Ya me hago cargo yo.

Por supuesto, el maldito Namjoon llegaba en su auxilio. Siempre apareciendo en los momentos menos oportunos, cuando el daño ya estaba hecho y solo quedaba rematarlo.

Compartió una sola mirada con Jungkook, que soltó sin más el cuerpo tambaleante de Taeyong, permitiendo así que Namjoon, su guardián, lo llevara con él casi arrastrándolo.

Pero Taeyong, nada más llegar a la entrada, se deshizo del agarre del mayor. Namjoon no volvió a tomarlo y simplemente lo pateó hacia fuera.

Yo, que seguía helada pero hirviendo en rabia, me quedé sola con una bestia de hombre que, ahora, me miraba como si quisiera estrangularme. Y sí, habían docenas de personas en nuestro alrededor, muchas, pero bien podrían haber sido invisibles bajo la mirada encolerizada que Jungkook me daba.

Dio un paso, luego otro y unos pocos más hasta romper mi cúpula personal, aplastando su pecho que respiraba aceleradamente contra los míos, que respiraban serenos. Mi corazón bombeó con fuerza y mi nariz se llenó con su aroma.

No dijo ni una sola palabra. Sin cuidado alguno, me agarró del codo y básicamente me llevó detrás de él  mientras empujaba a la gente para poder salir de la pista de baile, arrastrándome como una cría. Tuve que trotar para seguir su ritmo y evitar a toda costa resbalarme por los tacones de punta fina que llevaba

Caminó a zancadas rápidas por todo el lugar hasta dar con la puerta. Tras abrirla, no aflojó ni un poco sus dedos incrustados en la piel de mi brazo, más bien, fue incluso más rápido que antes hasta cruzar a la acera de en frente. Solo se detuvo cuando llegamos a una puerta rotatoria, señal de que se trataba de un hotel o un edificio similar. El macabro ni siquiera perdió el tiemo en asegurarse que no hubiera perdido un pie con toda su carrera, simplemente entró, habló con recepción y se le fueron dadas unas llaves.

De pronto,  sentí mi codo liberado. Y así como automáticamente me alejé unos pasos, fui traída de vuelta al calor que emanaba su cuerpo. Lo ignoré por puro orgullo y, en respuesta, él levantó mi barbilla con su dedo índice. Tenía los ojos entrecerrados y la mandíbula apretada cuando me preguntó:

—¿Por qué te gusta tanto sacarme de quicio? 


Hearing Violence +18 || LizkookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora