El despertar de la determinación.

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Prólogo - Parte final "El despertar de la determinación".

La tensión se palpaba en el aire mientras Caelius luchaba contra sus propios demonios internos, sintiendo el peso abrumador de su ansiedad. Cada paso era una batalla contra sus temores, pero su sentido del deber lo impulsaba a seguir adelante.

La terapeuta, observando con fascinación, se levantó lentamente de su silla, sus ojos brillaban con intriga mientras seguía de cerca los movimientos de Caelius. ¿Lograría él superar sus traumas o sucumbiría ante ellos?

Con un esfuerzo sobrehumano, Caelius se levantó, enfrentando sus miedos y dudas mientras se acercaba a la escena. Cada paso era una lucha interna, pero se obligaba a concentrarse en su entrenamiento y en el deber de ayudar a la mujer herida.

La escena se volvió borrosa ante sus ojos, pero su determinación permanecía firme. Extendió su mano hacia la mujer con un gesto tembloroso, luchando contra los demonios que intentaban detenerlo.

En un momento de claridad, pudo ver cómo los demonios sostenían su cuerpo para evitar que la ayudara. Con un esfuerzo desgarrador, continuó extendiendo su mano hacia ella, sintiendo cómo cada milímetro era una batalla ganada contra sus propios miedos.

El momento se volvió surrealista cuando sus dedos estuvieron a punto de tocarse, como en una recreación de la famosa obra de Miguel Ángel ¡La creación de Adán! Una lágrima solitaria escapó de sus ojos, cayendo al suelo como un testigo silencioso de su lucha interna.

—Soy... —intentó decir, luchando por hacerse oír sobre el bullicio de la escena.

Pero su voz parecía perdida entre el caos, ahogada por el estruendo de las sirenas y los gritos de la multitud.

En su mente, la terapeuta Lirlec alentaba con orgullo a Caelius, instándolo a ser más fuerte.

—¡Soy! —gritó con todas sus fuerzas, su voz resonando en el silencio repentino que se apoderó del lugar.

Caelius se sintió abrumado por la ansiedad, pero en ese momento una chispa de determinación se encendió dentro de él.

—¡Soy de la defensa civil! —exclamó, sacando su carnet de la chaqueta y avanzando con determinación hacia la mujer herida.

Sus gestos eran tensos y nerviosos, pero sus movimientos eran precisos y eficientes mientras comenzaba a administrar los primeros auxilios.

En ese momento, Caelius observó su pierna herida con detenimiento y notó algo que le hizo contener el aliento: una bala estaba incrustada en su carne. Recordaba las lecciones de su instructor, quien lo había entrenado para situaciones como esta.

Mientras miraba a la mujer herida, con sus ojos avellana y su cabello rubio, Caelius sintió una oleada de determinación. Sabía que tenía que enfrentar sus propios problemas antes de poder ayudar a otros.

—Tranquila, yo te ayudaré —le aseguró a la mujer, mientras comenzaba a evaluar su herida.

La mujer, viendo cómo un hombre apuesto y robusto la ayudaba, se sentía reconfortada. A pesar de que su vista se desvanecía, podía distinguir claramente la presencia reconfortante de Caelius.

Caelius observó la situación y actuó con rapidez. Se desprendió de su saco y desabotonó su camisa, quitándose también sus zapatos. Con sus medias, improvisó un torniquete alrededor de la pierna herida y luego usó su camisa para asegurarlo en su lugar.

Las mujeres que presenciaban la escena se quedaron sorprendidas al ver cómo un hombre se desnudaba frente a ellas para ayudar a una extraña, mostrando su masculinidad y su fuerza.

Caelius, utilizando las pocas cosas que tenía a su disposición, demostró su habilidad al improvisar un torniquete y detener la hemorragia. Pronto, las ambulancias llegaron y la situación se calmó, revelando cómo Caelius había sido capaz de superar sus propios temores para ayudar a otro en necesidad.

Culminando así, todos en el café aplaudieron a Caelius por su valentía y determinación, mientras su terapeuta no podía contener una gran sonrisa de emoción.

—Señorita, aquí tiene sus dos frappés —dijo la camarera, ofreciendo las bebidas a la terapeuta, quien parecía absorta en la escena y no parecía escucharla.

La camarera se sintió un poco ignorada, sosteniendo los dos frappés en la bandeja mientras observaba la conmoción que se desarrollaba en el café. Sin embargo, decidió dejar las bebidas en la mesa y se retiró discretamente.

—Al fin lo lograste, Caelius. Después de 15 años sin tener contacto con una mujer, al fin lo lograste —murmuró la terapeuta con lágrimas de emoción en los ojos, mientras aplaudía con el resto de la gente.

Caelius se arrodilló junto a la mujer herida en el suelo, sintiendo una mezcla de alivio y determinación. Con lágrimas en los ojos, dijo:

—¡Esto apenas comienza!

Fin del prólogo.

BETA l Kaumecis: La eternidad efímera ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora