El Espejismo del Poder: Entre la Realidad y la Ilusión.

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Capítulo 3 "El Espejismo del Poder: Entre la Realidad y la Ilusión".

El líder payaso, con una risa que resonaba en las paredes del ascensor, marcaba el inicio del capítulo número 3. A su lado, la mujer astuta y el conductor de la furgoneta, junto con la enfermera como rehén, se preparaban para adentrarse aún más en la oscuridad del hospital.

Mientras tanto, en el segundo piso, el caos reinaba. Los tiroteos entre los payasos y los oficiales creaban un escenario de terror, con los pacientes y sus familiares atrapados en medio de la violencia.

Avanzando entre los escombros y el agua goteando del techo, el líder mantenía su firmeza, con la enfermera como su prisionera. Con una llave presionada contra su cuello, la mujer escuchaba con atención las demandas del líder.

—Bien, escúchame con atención —ordenó el líder, su tono autoritario cortando el aire cargado de tensión—. Hemos llegado al segundo piso. Ahora, necesito que me digas dónde se encuentra Marie. Quiero saber en qué habitación está.

La enfermera, presa del pánico, suplicaba con lágrimas en los ojos: —Está en la habitación 208, ¡por favor, no me hagan daño! ¡Tengo una familia!

El líder, sin inmutarse por las súplicas, guió a sus hombres por entre los agentes policiales y los payasos que se enfrentaban en una batalla caótica. Mientras caminaban, el líder soltó a la enfermera, permitiéndole huir, y comenzó a bailar en medio del caos, como si estuviera en un escenario de teatro, con una música alegre de fondo.

La enfermera, desesperada por escapar, corrió hacia el elevador, pero por más que presionaba el botón, las puertas no se abrían.

—Smith, Jessica, ¡ahora mismo las bengalas de humo! —ordenó el líder a la mujer astuta y al conductor.

—Smith, Jessica, ¡ahora mismo las bengalas de humo! —ordenó el líder a la mujer astuta y al conductor.

El pasillo se llenó de humo rojizo, creando una atmósfera aún más surrealista mientras avanzaban hacia la habitación 208. Sin embargo, justo detrás de ellos, las puertas del elevador se abrieron de golpe, revelando al comandante Peguero y a la máxima autoridad de los oficiales, listos para enfrentar a los payasos con una lluvia de disparos.

La habitación estaba envuelta en un silencio tenso, roto por el repentino grito de la mujer. Caelius, desconcertado por el ruido repentino, se lanzó al suelo instintivamente, temiendo lo peor. La mujer, con los ojos llenos de confusión y miedo, se tapó la boca al darse cuenta de su reacción, como si temiera haber asustado a alguien más.

Con cautela, Caelius se levantó, observando a la mujer con precaución, preguntándose qué podía haberla perturbado de esa manera. Por un momento, sus miradas se encontraron, y en ese instante, Caelius sintió la confusión y la vulnerabilidad en los ojos de la mujer, lo que le hizo bajar la guardia ligeramente.

Marie se sentó en la cama, con el collar en la mano, mirándolo con una mezcla de asombro y angustia. Caelius, intrigado por el objeto, se acercó con cautela, observándolo detenidamente.

—Este collar... es más que solo un adorno —comenzó Marie, su voz temblorosa revelando la carga emocional que llevaba—. Pertenece a mi familia desde generaciones atrás. Es un vínculo con el pasado, con nuestros ancestros. Pero también es una carga, un recordatorio constante de responsabilidades y secretos que han pasado de generación en generación.

Caelius asintió con comprensión, sintiendo la seriedad en las palabras de Marie.

—¿Y qué es lo que hace? —preguntó con curiosidad, mirando el collar con renovado interés.

—Es un amuleto... pero también una maldición —susurró Marie, como si temiera pronunciar esas palabras en voz alta—. Tiene el poder de devolver los recuerdos perdidos, pero a un costo muy alto. Cada vez que alguien lo activa, revive los eventos del pasado, enfrentándose a las alegrías y las tragedias de quienes lo portaron antes.

BETA l Kaumecis: La eternidad efímera ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora