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Pasado un día entero sin comida, el estómago de Minho comenzó a gruñir de hambre. Ojalá ese conejito sabroso regresara a buscar hojas, así podía comérselo entero de un bocado. Esa rechoncha colita pompón y pancita cafecita se le antojaba ahora mismo. Comenzó a babear de solo imaginarlo, pero no, debe resistir y seguir con su plan de muerte tranquila. No tiene que alimentarse, no quiere ganar fuerzas que lo mantengan más tiempo vivo.

¿Por qué morir de esta forma le está costando demasiado? Se supone, según leyó una vez, que los lobos mueren al alejarse de su manada. Más él que fue echado y rechazado de la peor manera, debería resistir menos, pero la verdad es que no está sintiendo nostalgia por su casa o ese sentimiento de querer volver. Es más, las últimas horas que estuvo lejos han sido las más tranquilas y con menos presión de hace años.

Suspiró cansado de no hacer nada y se puso a caminar por el bosque, dejando marcas de patas a cada paso que daba. Hacía mucho frío, su nariz prácticamente se congeló y tenía hecho hielo los mocos. Que molestoso es existir.

Llegó a un lago y vio peces nadando eb la costa, algo raro para la época. Aprovechó el momento y cazó un par con sus garras. Se los comió uno por uno, disfrutando demasiado la carne derretirse en su boca. Al terminar el almuerzo, se sentó y miró el lago para ver su solitario panorama. Algo llamó su atención de repente y agudizó las orejas y la nariz, sintiendo un aroma particularmente conocido. Ese es el aroma del conejo enano. Diablos, se aparece justo después que ya comió

Se acercó cada vez más al aroma y detrás de un arbusto, lo encontró comiendo bayas. El pequeño estaba sumamente concentrado en su comida, tanto que no lo notó. Sonrió malicioso y decidió darle un sustito para ver si se hacía el muerto de nuevo. Preparó la cola y saltó el arbusto, atrapando a la bola blanca debajo de sus enormes patas.

—¡Aaah, no me comas! —El conejito comenzó a temblar y soltar chillidos escandalosos que le provocaron risa.

—Ayer me dijiste que querías que te coma. —Soltó con sorna, sonriendo sin darse cuenta de sus propias acciones. Estaba sonriendo por primera vez en años.

—Lobo tonto, pensé que ya estabas muerto. —Soltó, Jisung, pegando patas hasta salir de las garras guardadas del depredador.

—Es que me dio hambre. —Negó el lobo gris. —No importa, igual voy a morir pronto porque me alejé de mi manada.

—Como digas, hazme el favor de no molestarme hasta que eso pase ¿si?

—Te crees muy valiente ahora, pero podría comerte entero si quiero.

El conejito no sintió peligro en sus palabras, por alguna razón, no le tenía ni el más mínimo miedo al lobo. Al principio pensó que podía comerlo, si, pero cambió de parecer a medida que lo escuchaba hablar.

—Mucha charla y poca acción. —Se burló, saltando lejos para volver a su casita.

El lobo se puso a seguirlo, pareciendo casi cómica la escena; tremenda bestia enorme estaba caminando detrás de un inofensivo conejito blanco y adorable como si fueran amigos. En la lógica de la naturaleza, esto es una extraordinaria excepción muy rara de ver, pero al estar solos en el corazón del bosque, no hay nadie que pueda juzgarlos y decir que están mal.

Ni bien se fueron acercando a la casita de madera, ambos tomaron su forma humana. Jisung se transformó en un chico bajito de orejas blancas y pelo rubio parecido al color del capuchino con leche. Sus ojos oscuros son redonditos y tiene un cuerpo delgado afeminado a ojos del contrario.

Minho se transformó a un muchacho de cabello gris, ojos ambar y facciones marcadas. Tiene un cuerpo trabajo por su naturaleza alfa y el entrenamiento que hizo durante años tratando de ganar las competencias. No es para nada feo, en realidad, Jisung nunca vio alguien tan guapo entre los conejos machos de su entorno.

—Vaya...eres decente en tu forma humana. —Comentó con sinceridad, él no miente cuando dice las cosas.

—¿Y tu qué? Tu cuerpo es extraño.

El conejito frunció las cejas y bajó las orejas, sintiéndose incómodo por el comentario. Es verdad que no es un ejemplar macho normal, él tiene la capacidad de concebir y a menudo sigue la rutina natural de las conejitas. Tiene épocas de reproducción fuertes, su cuerpo posee curvas llamativas para la búsqueda de una pareja y tiene ese toque femenino que lo hace especial y diferente.

—Mi cuerpo es bonito, no tienes derecho a opinar. —Negó ofendido, haciendo que el lobo retroceda en su lugar sin saber como arreglar lo que dijo.

—No es lo que quise decir.

—Ya lo dijiste. Ahora, ¿qué es lo que quieres en mi casa? —El conejo se paró en la puerta de la misma y se mantuvo ahí para que no pase.

—Bueno...en realidad creo que voy a tardar más de lo planeado en morir y hace frío.

—Tu elegiste morir solo. Ayer estabas con una cara estirada y depresivo. ¿Qué te hizo cambiar?

—Es tu culpa, tu interferiste en mi sueño y no pude volver a dormir tan profundo.

El conejo movió las orejas en señal de curiosidad y asintió, haciendo una reverencia rápida.

—Lo siento mucho por eso, ya puedes volver a tu sueño. —Dijo, intentando cerrar la puerta.

Minho se mostró triste por los recuerdos de cuando su madre le cerró la puerta y lo sacó de su casa. Otra vez alguien lo estaba rechazando. Bajó las orejas y su cola que estaba moviéndose alegre, se detuvo. El conejito no pudo evitar sentirse conmovido por la imagen que daba. Su amable personalidad no le permite dejar de ser compasivo.

Abrió la puerta otra vez y se hizo a un lado, mirando al alfa con la intención de que entienda en el mensaje.

—¿Me estás invitando a pasar? —Preguntó el grandote, mostrando sus dientes afilados en una sonrisa.

—Adelante...¡pero no trates de comerme! Te juro que si me muerdes, voy a envenenarte.

—Está bien, no lo haré, estoy lleno.

El lobo entró a la casa, respirando el aroma a zanahorias y tierra. Esta casa tiene una fachada de madera por fuera, pero adentro las paredes le recuerdan a la madriguera típica de los conejos que viven montaña arriba. Hay un cuadro inmenso de la familia del chico; 12 conejitos enanos posando en fila. Eso debía ser un retrato familiar.

—¿Quieres té? —Preguntó el rubio, poniendo una pava de agua caliente en el fuego.

—Claro, muchas gracias. —El alfa dio un par de vueltas más en la pequeña madriguera y se sentó en el sillón.

Jisung es realmente pequeño, no llega a más de 155 centímetros, algo a considerar teniendo en cuenta que él mide 1,77 metros y existe una diferencia de altura impresionante. En su forma de lobo podría agarrar toda su espalda con una garra, y ni hablar de su cintura. Sin darse cuenta, de tanto pensar en el chico, comenzó a salivar notablemente.

—Lobo...¿Estás pensando en comerme, verdad? —Jisung puso una carita de preocupación y solo así lo hizo caer en la realidad.

Se limpió la boca con vergüenza y se lamentó mucho por su estúpido instinto que sí pensaba comerse al conejito.

—Lo siento, no voy a hacerte daño, en serio. Me disculpo mucho, creo que será mejor que me vaya. —Dijo con prisa, levantándose del sillón para salir.

—Oye, tranquilo, no te tengo miedo. No tienes que irte.

Jisung corrió hacia él y lo sostuvo de la mano con cuidado. Las uñas largas del alfa eran afiladas igual a sus colmillos y la palma tenía el tamaño de las dos manos del conejito. Sin embargo, no sintió pánico por esto, diferente a lo que se espera de su instinto de supervivencia.

—Umh...¿de verdad no tienes miedo de mi?

—Bueno...creo que naturalmente debería estar asustado, pero no te tengo miedo.

El lobo sonrió suavemente y apretó la manito del conejito unos segundos antes de seguirlo de nuevo al sillón, donde le sirvió una taza de té.

Minsung || Un nuevo Hogar [FINALIZADO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora