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Se detuvo frente al buzón con el corazón latiendo al mil, sudando y con manos temblorosas abrió la caja de metal de almacenamiento y tomó el montón de cartas. Leyó los títulos de los sobres, unos eran de su casa, del trabajo de su padre e incluso el periódico de la mañana. Pero ninguna de las antes mencionadas era la que él esperaba ansiosamente.
Sintió su corazón detenerse por un segundo cuando vió el común pequeño sobre beige, cerrando su abertura con un corazón rojo y unas letras —que no entendía— en una de las orillas del papel. Lo tomó y echó un ojo a su alrededor para asegurarse que no hubiera alguna persona acechándole. Acarició la carta con su pulgar con tacto tembloso, sintiendo el suave papel en las yemas de sus dedos y oliendo el aroma a café que siempre solían tener todas las cartas anteriores.
Hace dos semanas, en una mañana, había salido de su casa para dirigirse a la escuela, pero tuvo que revisar el correo porque su madre se lo había pedido amablemente. Buscó el sobre que su madre le pidió y se encontró con uno especifico que llamó su atención. El diseño era extravagante y se interesó por las letras extrañas que estaban plasmadas en la esquina del papel. Cuidando que el decorado no se arruinara demasiado, logró abrir el sobre y sacó el pequeño papel que estaba doblado en cuatro partes.
Mordió su labio inferior con la tentación de leer el contenido de éste. Quería saber que era lo que tenía escrito pero estaba mal, no estaba seguro si los amigos de su hermano mayor fueron los que lo enviaron y no podía leerlo porque no era asunto suyo. Sin embargo, no estaría mal leer un poco... ¿cierto?
Jadeó con sorpresa al leer su nombre en la primera línea y una vez que terminó de leer, sentía sus mejillas arder y por instinto colocó sus manos sobre ellas para que el frío tacto que tenían se transmitiera y el calor disminuyera. Miró una vez más el papel y miles de pensamientos cruzaron por su mente, algunos positivos y otros negativos.
¿Y si era una broma hecha por uno de sus compañeros de clase?
Eso pensaba, pero dejó de creer que era una broma cuando siguió recibiendo aquellas notas que contenían palabras profundas y serias que trasmitían el amor del remitente. Sabía que esa persona quería su amor y la ansiedad comenzaba a desesperarlo cuando el anónimo le daba unas cuantas pistas de quién era.
Estaba seguro de que iba en la misma escuela que él y que, desde su punto de descripción; era un chico. No le molestaba en lo absoluto ni le parecía raro. Él se había declarado gay desde sexto grado de secundaria y no tuvo complicaciones para que su familia y amigos lo aceptaran. Desde que salió del closet ha salido con varios chicos, pero ninguno de ellos quiere continuar con él. No sabía la razón, ellos no decían la verdad por la cuál lo dejaban y mentían y; a la semana siguiente de terminar, los miraba salir con otro chico, eso le decepcionaba.
Antes de abrir el papel, entró rápidamente a su casa avisando a su madre que había llegado y subió a su cuarto, cerrando la puerta y dejando su mochila en el suelo. Se sentó en la orilla de la cama y comenzó a desdoblar y leer las palabras de tinta negra. Los latidos de su corazón aumentaron y tuvo el presentimiento que, en cualquier momento, su corazón iba a explotar.
Le había dedicado una de sus canciones preferidas de su grupo favorito, una que tanto había deseado que le dedicaran. Sus ojos se inundaron de lágrimas y buscó su libreta de notas y un bolígrafo.
Una vez que se sintió seguro con lo que iba a hacer, esta vez escribió en su diario; en el que ya tenía escrito el comienzo de esta pequeña —o talvez larga— historia de amor con el anónimo.
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-Querido diario, hoy JN me dedicó Signal de Twice, estoy conmovido. Por eso hoy decidí responder a su mensaje.
