Capítulo 3.

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Corre. Corre. Corre. No mires atrás, no confíes en nadie, no te detengas.

¡Azalea Corre¡

El sol de la mañana golpea el rostro de la princesa mientras ella despierta con su respiración frenética y con el sudor recorriendo su espalda. Sus músculos se relajan al darse cuenta de que solo es uno más de sus aterradores sueños. Azalea decide levantarse y dirigirse al baño para refrescarse y empezar a arreglarse para ese nuevo día, el espejo del baño le da la bienvenida y comienza a repasar sus facciones con la mirada, su piel era pálida y tersa con algunas pecas en sus mejillas, la nariz respingada como la de su madre, cejas pobladas como su padre, ojos grises nada característicos a su región pero sin llegar a ser algo anormal, y su cabello negro y lacio con las puntas onduladas, quería asumir que su tono de cabello se debía a algún antepasado ya que su madre lo tenía rojo como el fuego y el de su padre era castaño claro, pero igual no era algo que le preocupara.

Azalea se dio un baño de agua fría para terminar de despertar, se recogió el cabello en un delicado moño y se coloco con un vestido verde con corset en forma de corazón y falda de tul con bordado de flores, y a su atuendo le añadió unas zapatillas de tacón verdes con decoraciones de flores. Se veía como lo que era, una princesa. Sus padres se habían encargado de enseñarle todo lo que debía saber, que no hay asistido a la escuela desde pequeña no quiere decir que no había recibido la educación que necesitaba, todos los días sin falta ella recibía clases particulares, y sus padres eran sus propios tutores, y ella misma admitía que eran los mejores en su labor.

Se sentó en su cama a esperar a que su madre pasara por ella como todos los días para ir juntas a desayunar, y justo como si la llamara su madre toco la puerta y Azalea se dirigió a ella.

- Buen día mamá - Le dijo con una sonrisa

- Buen día mi niña, que hermosa te ves hoy - Respondió Keithia mientras besaba la mejilla de su hija.

Juntas se encaminaron al comedor mientras su madre le informaba que su abuelo llegaría dentro de tres días para despedirla. Ya habían pasado dos días desde que le dieron la noticia de que asistiría a la escuela y aun se le revolvía el estomago de solo recordarlo. Al llegar al comedor su padre ya se encontraba encabezando la mesa, se madre se sentó a la derecha del rey y Azalea a la izquierda, y justo cuando termino de tomar asiento se dio cuenta de que la mesa todavía no estaba servida, lo que significaba que la cocinera todavía se encontraba en el castillo, automáticamente Azalea dirigió la mirada a su madre como exigiendo una explicación, y la reina entendiendo lo que su hija quería decir se lo explicó.

- A partir de hoy comenzaremos a tener servidumbre en el castillo, eso incluye a la cocinera, y así te irás acostumbrando a convivir con otras personas en lo que resta de la semana - Azalea palideció un poco pero no entro en discusiones con su madre, pues era consciente de que esa decisión era la mejor, sin embargo debía admitir que le tenía un poco de miedo, o quizás repudio, a las personas exteriores a su familia.

Divagando en sus pensamientos como siempre, Azalea no se dio cuenta de la señora que se acerco con las bandejas del desayuno sino hasta que la mujer hablo dirigiéndose a los Reyes.

- Buenos días sus Majestades - Dijo la mujer mientras hacía una reverencia. Azalea le calculo quizás unos 40 años. La cocinera terminó de servirles a sus padres y se dirigió a su lado con una sonrisa -, Buen día su alteza - La mujer se reverenció ante ella y Azalea no pudo evitar hacer una mueca con sus labios ya que era evidente que no estaba acostumbrada a ese tipo de tratos.

- Azalea te presento a Rosa, ella es la cocinera del castillo, si necesitas algo se lo puedes pedir - Dijo el Rey Bardo con su siempre fría voz, a veces sentía que su padre no tenía emociones.

Azalea solo asintió mientras comenzó a probar su desayuno, la verdad le gustaba la comida de Rosa, era muy buena en su oficio, y quizás podría pedirle que le prepare ese red velvet que tanto le gusta, cuando le tomara más confianza por su puesto.

Los días pasaron y Azalea ya tenía todo su equipaje listo, obviamente no se iba a llevar todo su armario, pero si llevaba lo necesario. Era viernes por la tarde y estaba esperando que su abuelo Vermont llegará, siempre que venía a visitarla le traía magníficos regalos y le contaba historias maravillosas, a veces pensaba que esas historias eran inventadas, pero prefería no pensar en eso y vivir la fantasía del momento. Ya el sol estaba a punto de ocultarse tras la montaña cuando su abuelo llego.

Azalea bajo corriendo las escaleras hasta el salón para recibirlo y no puedo evitar tirarse a sus brazos y abrazarlo con fuerzas como si hubiera pasado años fuera de su hogar, su abuela nunca la juzgo ni la rechazo por llevar el don del fuego en sus venas, siempre la apoyaba en sus decisiones y la guiaba a tomar el camino correcto. El abuelo Vermont no era tan viejo, solo tenía 58 años, pero ya le habían salido bastantes canas, aunque su espíritu seguía siendo el de un joven de 20. Actualmente era soltero, desde que su esposa murió él no quiso emparejarse con nadie más, decía que su esposa Ginna había sido el amor de su vida, y que eso no se repetía. Azalea nunca conoció a su abuela, pues ella había muerto antes de su nacimiento, y aun desconocía la razón.

- Abuelo que alegría que estes aquí! - la princesa se encontraba muy feliz de tenerlo con ella.

- Mi princesita pero si yo no podía faltar. Que bella estas Azalea! Creo que me voy a negar a que vayas a ese instituto, no quiero que nadie se lleve a mi princesita - Dijo Vermont mientras apretujaba a su nieta.

- Si eso fuera opcional créeme que no iría abuelo - le respondió

- Tu tranquila y yo nervioso Azalea, te conozco desde el día que naciste y tengo la solución a tus miedos, tu solo confía en el abuelo - Vermont comenzó a caminar y le hizo una seña a su nieta para que lo siguiera.

- No creo que haya una solución para evitar que explote abuelo, estuve investigando y no hay registro de algo que logre anular un don, solo el poder de un Dios puede hacer algo así, y hasta dónde yo sé no tengo el apoyo de ningún Dios, es más, no conozco a ningún Dios y estoy segura que los Dioses ya odian mi existencia por romper sus leyes - Resignada, la princesa se detuvo mirando al suelo hasta que se dio cuenta de que se encontraban en la habitación del abuelo, tenía mucho sin entrar ahí ya que mientras él no estaba pues esa habitación permanecía cerrada.

- Por la Diosa Luna! Ni pareces mi nieta con esas palabras - Respondió su abuelo mientras blanqueaba los ojos, gesto que ella consideraba infantil - Para todo hay una solución, deja de ser tan pesimista y ven para que veas lo que tu abuelo te trajo, y de una vez compruebas que soy el mejor abuelo del mundo.

Azalea se acerco a su abuelo mientras que él sacaba una caja de hierro negra y se la entregaba. La princesa miró a su abuelo con extrañeza pero él le indico que la abriera rápido, parecía más emocionado que ella, aun así no entendía como una caja la iba a ayudar, y aunque no sabía que había en su interior estaba segura de que el poder de un Dios no era.

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Buenaas buenaasss

estamos a punto de irnos al instituto!!!

¿Cómo creen que recibirán a Azalea? a veces ser la chica nueva es algo bueno, otras veces pueesss buenooo

Besooss

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